Este fue un concepto forjado por el economista brasileño Helio Jaguaribe en los años 60 del siglo pasado para señalar la posibilidad real de desarrollo autosostenido de los diversos países latinoamericanos, atenta su disponibilidad de recursos humanos, naturales y tecnológicos. A partir de un análisis estructural, Jaguaribe formuló una tipología de los países de la región y concluyó que algunos de ellos tenían por sí mismos viabilidad nacional, otros solamente podían tenerla en el marco de la integración económica y otros carecían de este atributo.
El economista brasileño habló de países de “viabilidad individual relativa”, de “viabilidad colectiva” y de “no viabilidad”. Su esquema se basó en la disponibilidad de recursos humanos, naturales y tecnológicos de cada país y en su autonomía para usarlos. Fue un enfoque estructural. Poseen viabilidad individual relativa, según Jaguaribe, aquellos que tienen la posibilidad de desarrollarse por sí mismos, en el marco de una cierta independencia. Coloca en esta categoría a Brasil, México y Argentina, países territorialmente extensos y dotados de ingentes recursos naturales. Tienen viabilidad colectiva los que sólo pueden alcanzar su desarrollo mediante la integración, es decir, la ampliación de su ámbito económico. Y afirma que son no viables los que no pueden alcanzar grados importantes de desarrollo, ya por su carencia de recursos, ya porque geográficamente no están en posibilidad de integrarse, ya por otras condiciones estructurales.
El planteamiento de Jaguaribe convirtió a la <integración económica en un instrumento del desarrollo, especialmente para los países pequeños, de mercado insuficiente y con recursos económicos limitados. Para ellos no sólo que la integración es aconsejable sino que les resulta ineludible para su propia subsistencia. No tienen otra opción alternativa que integrarse.
En el contexto de la <globalización y de la apertura que avanzan en el mundo ha vuelto a plantearse, aunque en otros términos, la cuestión de la viabilidad de las pequeñas economías, que formuló años atrás Jaguaribe. La hora actual es de las grandes escalas de producción y de la conquista de mercados. Todo apunta hacia allá. Se ha impuesto la “libertad de comercio” impulsada por los países desarrollados para favorecer la colocación de sus bienes y servicios alrededor del planeta. En este contexto, que forma parte del nuevo orden económico internacional, el tamaño de las economías nacionales es un factor determinante de la competitividad de los países en el mercado internacional e, incluso, en sus mercados internos.
El "Global Trends 2015" —que fue un documento preparado en el 2000 por expertos no gubernamentales norteamericanos bajo el patrocinio de la Central Intelligence Agency (CIA) y del National Intelligence Council—, en un esfuerzo por mirar hacia el año 2015, hizo un análisis a escala global de los problemas del agua, energía, recursos naturales, medio ambiente, demografía, salud, ciencia y tecnología, economía global y globalización, crisis económicas, biotecnología, inequidad, distribución del ingreso, gobernabilidad, crimen organizado, narcotráfico, conflictos internos e internacionales, armas de destrucción masiva, mercados emergentes, terrorismo transnacional, conquista del espacio. Y dijo que el mundo está lleno de asimetrías, desigualdades e injusticias y que las regiones marchan a velocidades diferentes. En ese contexto analizó la situación futura de las diversas zonas del planeta: Europa, Estados Unidos, Canadá, América Latina, sudeste de Asia, Rusia y Euroasia, Oriente Medio, China, India, África del norte y África al sur del Sahara.
En relación con América Latina sostuvo que los países más débiles de la región, especialmente los de la zona andina, se retrasan en su desarrollo con relación a los demás y que, en esas condiciones, la incapacidad de los gobiernos para procesar eficazmente las demandas populares y para hacer frente a la creciente pobreza de las masas, la violencia, el imperio del crimen, la corrupción, el tráfico de drogas, la inestabilidad política y otros azotes provoca reveses y retrocesos en sus democracias e, incluso, llega a poner en peligro la viabilidad nacional de algunos de esos países.
El documento afirmó que la estructura demográfica de América Latina cambia marcadamente y ayuda a algunos de los países de la región a relajar las tensiones sociales y avanzar en el camino del crecimiento económico. En ese lapso la mayor parte de los países latinoamericanos experimenta una sustancial disminución de los “buscadores de trabajo” —jobseekers— lamada a reducir el desempleo y empujar hacia arriba los salarios. Pero afirmó que no todos los países tenían estas condiciones: Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay enfrentaban el problema del rápido crecimiento de poblaciones necesitadas de trabajo.
Según el informe, algunos países de América Latina —México, Argentina, Chile, Brasil— habían construído instituciones democráticas más consistentes, pero en otros la violencia, la corrupción, la profundización de la pobreza y la ineptitud de los gobiernos para corregir la desigualdad del ingreso ofrecían un campo fértil para la emergencia de políticos populistas y autoritarios.
El documento señaló que los países andinos —Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú— estaban signados con mayores desafíos de diferente naturaleza y origen. La competencia por recursos escasos, las presiones demográficas y la carencia de oportunidades de empleo causaban desasosiego en los trabajadores, quienes montaban tácticas de lucha más agresivas. La corrupción e ineficiencia de sus gobiernos levantaban protestas. La inconformidad con la penuria económica y el profundo desencanto popular con las instituciones políticas, especialmente con los partidos tradicionales, producían altos grados de inestabilidad social en Venezuela, Perú y Ecuador, mientras que en Colombia la solución del problema de la violencia guerrillera y paramilitar era un punto clave para su futuro.