Es un concepto muy usado en el comercio exterior. Significa que cada país tiende a “especializarse” en la producción y comercialización de las mercancías en que posee menores costes comparativos y, a cambio de ellas, importa las que se producen en otros lugares en términos de mayor eficiencia económica.
Sus antecedentes están en el pensamiento de los economistas clásicos ingleses David Ricardo (1772-1823), quien elaboró la teoría de los costes comparativos para explicar la operación del comercio internacional, y John Stuart Mill (1806-1875) que la completó con su tesis de que cada país exporta las mercancías en cuya producción tiene ventaja con relación a otros. Esta ventaja se origina en la diversidad de condiciones de producción existente entre los países. Esta es la denominada “ventaja comparativa”. La tienen los que demuestran mejores aptitudes —y, por tanto, menores costes— para la producción. No obstante lo cual, la relación final de intercambio entre los países tenderá a situarse, por la intensidad de la oferta y de la demanda mundiales de las diferentes mercancías, próxima a los precios de la mercancía de mayor demanda.
Consecuentemente cada país tiende a especializarse en la producción y comercialización de las mercancías que le ofrecen mayores ventajas comparativas y, a cambio de ellas, importa las que se producen a costes más bajos en otros. Este movimiento de especialización a escala producirá costes decrecientes en los países productores a medida que incrementan el volumen de producción, lo cual a su vez aumentará sus ventajas comparativas en el intercambio de determinados productos.
Pero este proceso produce un crecimiento asimétrico entre los países, que desmiente la afirmación de los economistas clásicos que veían en él un factor de progreso para todos ellos. La división internacional del trabajo es una de las tantas manifestaciones de la relación de dominación y dependencia que existe entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Con ella la dependencia está destinada a profundizarse porque en la estructura del comercio mundial se produce un creciente deterioro de los términos de intercambio en perjuicio de los países periféricos. Esto significa que, conforme pasa el tiempo, suben los precios de las manufacturas producidas por los países industriales y simultáneamente bajan los de las materias primas del <tercer mundo. De modo que cada vez se requieren más unidades de productos primarios de exportación para adquirir un mismo producto manufacturado de los países industrializados. Lo cual aumenta incesantemente la brecha económico-social entre ellos y profundiza la <dependencia.