Esta es una expresión equívoca porque designa una fase del proceso de integración que va más allá de lo económico e incursiona en lo político. Algunos economistas consideran que la unión económica es la última etapa del proceso de integración. Y en cierto modo es así porque ella adviene cuando los países, después de haber transitado sucesivamente por la >zona de libre comercio, la <unión aduanera y el <mercado común, adoptan finalmente la misma moneda, crean órganos administrativos comunitarios para manejar su política monetaria homologada y establecen los lineamientos maestros del manejo común de la deuda pública, las tasas de inflación, los tipos de interés y los tipos de cambio.
Pero esta, a mi modo de ver, ya es una integración política superpuesta a la económica, dado que se crean órganos comunitarios para la toma de ciertas decisiones de gobierno.
En otras palabras, si en el proceso integrador se va más allá del mercado común, como pretende el Viejo Continente con su proyecto de Unión Europea, se produce ya una dimensión política y no solamente económica de la <integración, porque además de la adopción de una moneda común y de la creación de un aparato institucional encargado de manejar la política monetaria, establece parámetros internacionales dentro de los cuales han de moverse las >variables de la deuda pública, la inflación, los tipos de interés y los tipos de cambio de todos los países miembros, que son cuestiones atingentes al gobierno de los Estados y, por tanto, de naturaleza política.