Fue el hombre de las cavernas en la prehistoria. Se llama también cavernario o cavernícola. La palabra proviene del latín troglodytae, que designó al primitivo habitante de las cavernas durante la Edad de Piedra y la Edad de los Metales. La Edad de Piedra se subdivide en Paleolítica y Neolítica, según que la piedra haya sido toscamente labrada o pulida finamente, y la Edad de los Metales se divide en: Edad del Cobre, Edad del Bronce y Edad del Hierro.
La Edad de Piedra se inició cuando los hombres primitivos empezaron a modificar la forma de algunas piedras, golpeándolas unas con otras, de modo de desprender esquirlas o lascas con filo cortante, que utilizaron como cuchillos. Fue un sistema de talla por percusión, que se perfeccionó poco a poco con la selección de rocas duras y de grano fino, como la cuarcita que abundaba en las barras de los ríos, de la cual lograron desprender fragmentos con una cara abombada que dejaban en la pieza matriz la correspondiente huella cóncava. Así empezaron a fabricar los primeros utensilios y las primeras armas para satisfacer sus primitivas necesidades de recolección y depredación.
Durante este período de la prehistoria se colocaron las bases técnicas y morfológicas del desarrollo posterior del utillaje lítico hace unos 300 o 400 mil años.
En el curso de centenares de miles de años se perfeccionaron las técnicas de trabajo en piedra. Apareció el hombre de Neanderthal, protagonista del Paleolítico medio, entre el año 90.000 y el 32.000 antes de Cristo, que desarrolló las primeras manifestaciones rituales en el culto a los muertos, los primeros atisbos de arte e incipientes expresiones de orden cultural. Vivió en cuevas donde se protegió del frío al calor del fuego. Explotó su medio natural en torno a un campamento base.
Advino entonces el Paleolítico superior, comprendido entre los 32.000 y los 10.000 años antes de Cristo —del que es el principal actor el homo sapiens— que representó un gran paso adelante en el conjunto de conocimientos y técnicas acumulados por el hombre hasta ese momento a lo largo del pleistoceno —período del que se han encontrado restos fósiles humanos y vestigios de culturas prehistóricas— en sus actividades de cazador-recolector, en sus sistemas de asentamiento, en sus repertorios líticos, en sus manifestaciones artísticas, en sus prácticas religiosas y especialmente en su organización social.
Después de la era paleolítica, cuya mayor expresión fue la talla de la piedra, advino la neolítica que se caracterizó por la pulimentación de ella. Las hachas de piedra pulimentada, que sirvieron para que el hombre pudiera transformar su entorno geográfico, son casi el símbolo de esta era. Se elaboraron con rocas no quebradizas, como la diorita, en un proceso que comenzaba por la percusión del bloque en bruto, luego por un piqueteado para darle forma y finalmente por el pulido hecho con una roca de grano duro.
Coincidiendo con el final del momento megalítico surgieron los primeros intentos en la metalurgia del cobre, según lo demuestran los crisoles de barro con escorias de fundición de ese tiempo que se han encontrado. Lo cual permitió incorporar las primeras herramientas y armas metálicas al abundante arsenal surgido de las técnicas del pulimento y laminación de la piedra. Nació entonces la edad de los metales y, con ella, surgieron actividades económicas no circunscritas a las meras necesidades de subsistencia del grupo sino destinadas a producir objetos para la comercialización por la vía del trueque con otros grupos.
El descubrimiento de la metalurgia se produjo en el Oriente Medio en el octavo milenio antes de Cristo, en el curso de la fase final del Neolítico. Ese descubrimiento probablemente se debió a la fusión accidental del cobre. La nueva actividad económica consistió al comienzo simplemente en el martilleado del metal. Después vino la fundición, que fue la esencia de la actividad metalúrgica. Cobre, oro y plata fueron los metales más usados en la primera etapa. La aleación del cobre y el estaño dio origen a un nuevo metal: el bronce, que fue descubierto en Asia occidental entre los años 4.000 y 3.000 antes de la era cristiana. El nuevo metal tuvo mucho más dureza que el cobre.
La metalurgia fue la manifestación prehistórica más importante del conocimiento del hombre sobre los recursos naturales. Implicó una transformación física y química de los minerales para fabricar objetos de mayor dureza y resistencia. Junto con la cerámica fue un sistema de producción artificial que sustituyó o complementó a las actividades recolectoras y de caza. Representó un gran triunfo intelectual. Y produjo, desde luego, un cambio de mentalidad y de organización social. El pleno desarrollo de la metalurgia del cobre —primera fase de la edad de los metales— dio lugar al nacimiento de nuevos tipos de armas —puñales, puntas, alabardas— y más tarde a las primeras aleaciones con otros minerales, como el arsénico y el estaño, para producir objetos cuya posesión dio prestigio social, en el marco del fenómeno que en la comunidad europea primitiva se denominó “cultura del vaso campaniforme”, cuyo símbolo fue un vaso acampanado y con abundante decoración incisa, que se encontró siempre dentro de los monumentos funerarios de la gente rica.
El descubrimiento de la aleación del cobre y el estaño originó la edad del bronce, que apareció en las comunidades primitivas de Europa entre el año 1500 y el 1200 antes de Cristo, caracterizada por las aleaciones broncíneas y la aparición de nuevos tipos metálicos. A la inicial fase de esta edad, marcada por los primeros y tímidos pasos en esas aleaciones, se le denominó bronce antiguo. Aproximadamente en el año 1200 antes de nuestra era vino la etapa del bronce medio. Y entre el año 1200 y el 800, la denominada del bronce final, última fase de esta era que tuvo gran originalidad y dinamismo.
En este contexto prehistórico vivió el hombre de las cavernas, que hizo de ellas su morada y su refugio natural. En las cuevas de Cro-Magnon y Vallonet en Francia se hallaron los primeros fósiles de los habitantes del Paleolítico superior. En las indagaciones arqueológicas realizadas en Francia y España se han localizado más de 200 cuevas con pinturas rupestres y grabados que tienen entre 10.000 y 25.000 años de antigüedad. En las cuevas de Altamira, en el noreste de España, existen dibujos de animales coloreados con pigmentos minerales. En la cueva de Shanidar en Irak se encontraron esqueletos de Neanderthal de 50.000 años de edad y en la de Zhoukoudian, cerca de Pekín, se descubrieron restos de huesos y herramientas del homo erectus. Hay indicios de que algunas cuevas de Europa fueron habitadas mucho después de la Edad de Piedra, o sea durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro.
De costumbres simples y rudimentarias, vivió en cuevas para protegerse de los rigores del clima y de las asechanzas de los animales salvajes. Generalmente construyó su precaria vivienda al borde de los barrancos porque así tenía mayor seguridad contra la hostilidad exterior. Se defendía de sus enemigos mediante grandes piedras que echaba a rodar por la ladera. Sus armas fueron mazas decoradas con clavos de hierro, venablos y arcos. Vestía un trapo sobre los riñones y en lo demás iba desnudo. Eran un hombre rudo, fuerte, cruel y primitivo.
Los pueblos trogloditas fueron pastores. El más conocido fue el que habitó en la Antigüedad a orillas del mar Rojo, cerca del puerto griego de Berenice. Su principal actividad económica era el pastoreo de ganado bovino y ovino.
Montesquieu, en sus “Cartas Persas” (1721), en las que satiriza las costumbres de su época, describió a los trogloditas de una manera amena.
Con estos antecedentes de la prehistoria, los términos troglodita, cavernícola o cavernario se suelen utilizar, en el debate político, para atacar en son de burla a la gente de la <derecha, que defiende conceptos atrasados o primitivos. Con ellos se intenta caricaturizar políticamente a los conservadores. Se dice de ellos que son “cavernícolas” o “cavernarios” —insinuando que viven en la época de las cavernas— para denunciar su condición de atraso ideológico y político.