“siete maravillas del mundo” Para facilitar su estudio, se ha dividido la historia en períodos. Y cada cultura tiene su propia división. Los pueblos musulmanes, tomando como referencia la hégira —o sea la huida de Mahoma de la ciudad de La Meca en el año 622 de la era cristiana—, establecieron esa fecha como el año uno de su calendario. Los antiguos griegos tuvieron como referencia cronológica la era de las olimpíadas que comenzó en el año 776 antes de Cristo. Los romanos contaron el tiempo a partir de la fundación de Roma el año 753 antes de la era cristiana. Y los pueblos occidentales lo hicieron desde la fecha del nacimiento de Jesús, a pesar de lo imprecisa que es esa fecha puesto que mientras el monje Dionisio “el Breve” —comisionado por el Pontífice Romano en el siglo VI para señalarla— manifestó que según sus cálculos el nacimiento se produjo el 25 de diciembre del año 753 ab urbe condita —es decir 753 años después de la fundación de Roma— otros estudios han sostenido que el Rey de Judea Herodes El Grande murió en el año 750 a.C., o sea cuatro años antes del nacimiento de Cristo, por lo que mal podría ser cierta la afirmación de Dionisio, dado que Cristo nació bajo el reinado de ese monarca.
Desde los tiempos más remotos hubo la tendencia a dividir la historia en etapas, estadios, ciclos o fases de acuerdo con los más diversos criterios, en los que se conjugaron los mitos y nociones metafísicas de quienes se ubicaron bajo la protección o la amenaza de poderes sobrenaturales, contra las observaciones objetivas de quienes buscaban una explicación racional del mundo.
En varias culturas de la Antigüedad —en Babilonia, en Persia, en el relato del Antiguo Testamento, en los mitos hindúes del primer hombre, en China, en el norte germánico— apareció la noción mitológica de un comienzo feliz después de la creación del mundo seguido de una etapa de caída e infortunio. El poeta griego Hesíodo —ocho siglos antes de la era cristiana—, Epicuro a finales del siglo IV antes de Cristo y el filósofo romano Lucrecio Caro (99-55 a.C.) dos siglos más tarde dividieron la historia en tres tramos, en función de los materiales que se emplearon para la fabricación de enseres y utensilios: la edad de piedra, la edad de bronce y la edad de hierro.
Los romanos adoptaron un punto de vista diferente. En su Historia de Roma en prosa —de la cual sólo se han rescatado unos fragmentos— Catón el Viejo habló de res publica nascens, res publica crescens, res publica adulta y res publica firma atque robusta. Séneca dividió la historia romana en las épocas de la infantia, pueritia, adolescentia, iuventus, prima senectus y altera infantia. En la originaria tradición cristiana la historia universal se dividió en dos grandes etapas: antes y después del nacimiento de Cristo. División que perdura todavía. El filósofo italiano Giambattista Vico (1668-1744) —historiógrafo de los reyes Carlos VII de Nápoles y Carlos III de España— en su obra “Principi di una scienza nuova d’intorno alla natura delle nazioni, per la queale si ritruovano i principi di altro sistema del diritto naturale delle genti” —mejor conocida por el nombre de Ciencia Nueva—, distinguió tres períodos históricos: la Edad de los Dioses, en la que aparecieron la religión, los dogmas y la metafísica; la Edad de los Héroes, en que unos cuantos condotieros conquistaron y dominaron por la fuerza las sociedades; y la Edad de los Hombres, caracterizada por la reivindicación de la razón y por el cuestionamiento a verdades supuestamente reveladas y eternas.
El humanista holandés Christoph Keller (1638-1707) —llamado también Cellarius en latín— dividió la historia de Occidente en tres grandes períodos: la Antigüedad, la Edad Media y los Tiempos Modernos. Y pensadores posteriores añadieron nuevas etapas: la Edad Contemporánea, la Edad Atómica y la Edad Electrónica.
La Antigüedad se desarrolló desde el origen de la escritura hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, la Edad Media fue hasta fines del siglo XV, la Edad Moderna hasta la Revolución Francesa, la Edad Contemporánea hasta la explosión de las primeras bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto de 1945, la Edad Atómica hasta la caída de la Unión Soviética en 1989 y, a partir de ese acontecimiento, la Edad Electrónica que hoy vivimos.
En la Antigüedad se construyeron obras arquitectónicas y artísticas de extraordinario valor con base en el trabajo, sacrificio y muerte de miles de esclavos. Los historiadores de la Roma clásica catalogaron como las “Siete Maravillas del Mundo” a las siguientes obras arquitectónicas y artísticas de la Antigüedad:
1) Las Pirámides de Egipto —las Pirámides de Gizeh—, levantadas durante la IV dinastía (2.680—2.544 años a.C.);
2) Los Jardines Colgantes de Babilonia, construidos probablemente por el rey Nabucodonosor II hacia el año 600 a.C.;
3) La gigantesca Estatua de Zeus en Olimpia, labrada en oro y marfil por el escultor griego Fidias a mediados del siglo V a.C., que ocupaba el núcleo interior del templo del mayor de los dioses griegos;
4) El Templo de Artemisa en Éfeso, Turquía —levantado en el año 356 a.C. en honor de la diosa Artemisa—, que fue destruido por los bárbaros en el año 262 d.C.;
5) El Mausoleo de Halicarnaso, que fue la monumental tumba para el rey Mausolo de Caria, Asia Menor, esculpida en el año 353 antes de nuestra era por los mejores artistas de su tiempo;
6) El Coloso de Rodas: estatua de bronce de treinta metros de alto erigida en homenaje a Helios, el dios helénico del Sol, en el año 280 antes de la era cristiana; y
7) El Faro de Alejandría, de 134 metros de altura, construido también en el año 280 a.C., en una isla de la Bahía de Alejandría en Egipto.
Los antiguos romanos probablemente no tuvieron noticias de la Gran Muralla China —que es la octava maravilla del mundo— cuya construcción empezó en el año 221 a.C. —después de que Qin Shi Huangdi unificó China bajo su dominio— y concluyó hacia el año 204 antes de nuestra era. Es una gigantesca fortificación que se extiende a lo largo de 8.851,8 kilómetros en el norte y noroeste de China, que fue levantada para defenderla de los ataques de los pueblos nómadas de las estepas del norte. Su traza respondió a esa finalidad estratégica y siguió el curso caprichoso de las cumbres de las montañas y de las crestas de los peñascos para que, hacia un lado y el otro, la muralla fuera más alta que el terreno adyacente. Fue construida con tierra y piedra, revestida de ladrillos. Tiene una anchura que va de 4,60 a 9,10 metros en su base y se estrecha hasta 3,70 metros en la parte más alta. Su altura media es de 7,60 metros sin contar con las almenas. Y cada 180 metros se levantan enormes atalayas de doce metros de altura.
Es una obra impresionante.
Resulta curioso anotar que a comienzos del siglo XXI se volvieron a proclamar las “nuevas siete maravillas del mundo”, entre las que estuvieron varios monumentos y obras de la Antigüedad clásica. En una cuestionada iniciativa, el cineasta y aventurero suizo Bernard Weber, al frente de su “New Open World Foundation”, propuso en septiembre del 2000 en Sydney un concurso internacional para “homenajear la herencia cultural y proteger el patrimonio histórico de la humanidad” y convocó a la gente de todos los países a votar a través de internet por las “siete nuevas maravillas del mundo”, como símbolos de la unidad global en medio de la diversidad cultural del planeta.
Y, en votación on line, los ciudadanos de todos los países escogieron las siete nuevas maravillas del mundo entre los monumentos y obras construidos desde la prehistoria hasta el año 2000.
Las principales opciones fueron: la Acrópolis de Atenas, el Alhambra de Granada, el Angkor de Camboya, el Castillo de Neuschwanstein en Baviera, el templo maya de Kukulcán en Chichén Itzá, México; el Coliseo de Roma, el Cristo Redentor de Río de Janeiro, la Estatua de la Libertad en Nueva York, la Gran Muralla China, el Templo de Kiyomizu en Kioto, las ruinas de Machu Picchu en Perú, las estatuas gigantes de Moais en la Isla de Pascua, Chile; la Ópera de Sydney; la Ciudad de Petra, Jordania; las Pirámides de Gizeh, Egipto; la catedral de San Basilio en Moscú; la Mezquita de Santa Sofía en Estambul; Stonehenge en Amesbury, Inglaterra; el Taj Mahal en la India; el Timbuktú en Malí; la Torre Eiffel de París; la Catedral de Aquisgrán en Alemania; la Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona; el Palacio de Versalles en Francia; la Torre de Pisa en Italia; la Mezquita de Córdoba en España; el Palacio Ducal de Venecia; la Mezquita Azul de Estambul; el Palacio de Potala en el Tíbet; la Ciudad Histórica de Sana en Yemen; el Empire State Building de Nueva York y el puente colgante Golden Gate en San Francisco de California.