Es, en el sentido figurado de la expresión, la incorporación de la tecnología moderna al servicio de las funciones “gerenciales” de las empresas, que los norteamericanos llaman “management”.
La revolución de la administración resulta de la aplicación del conocimiento especializado al trabajo, a las herramientas y a los procesos productivos. Es el conocimiento aplicado al conocimiento mismo. Proceso que ha tenido un efecto multiplicador en el rendimiento del capital, la tecnología y el trabajo, o sea en el aumento de la <productividad.
El incremento de ella, como medio de alcanzar el desarrollo de los países, se presenta hoy como uno de los propósitos básicos de la actividad económica. Todas las innovaciones tecnológicas llevan esa dirección. La competitividad de las economías en el ámbito internacional tiene también directa relación con la productividad. Ella se ha convertido en el punto focal de las preocupaciones de los estadistas y de los hombres de empresa en todos los países.
Esta revolución administrativa la vemos claramente en la trayectoria empresarial norteamericana del siglo XX. La vieja influencia personal de los magnates de la industria, que fueron los padres del capitalismo americano —los Rockefeller en el petróleo, Morgan en la banca, Vanderbilt en los ferrocarriles, Carnegie en el acero, Du Pont de Nemours en la industria química, Henry Ford en el automóvil— ha sido sustituida por el poder real de los administradores profesionales de las empresas, que son quienes toman las decisiones cruciales acerca de las proyecciones de su crecimiento, del mercado, de las innovaciones tecnológicas, de la obtención de recursos financieros, de las negociaciones con el poder político y con los sindicatos, de la selección de los campos de investigación científica, en suma, del desarrollo y operación de las empresas.
Dadas las complicaciones del sistema, ya no es posible que la “junta de accionistas” ni el “consejo de administración”, que de tiempo en tiempo se reúnen, ni menos una sola persona o un grupo de personas a título de “dueños”, puedan tomar las resoluciones administrativas de una gran empresa. Estas competen en la actualidad a una poderosa “máquina de razonamiento integrada” que en ella existe con el propósito de adoptar las decisiones capaces de mantener el continuo crecimiento de la corporación central y de sus filiales hasta límites que hubieran sido inconcebibles para la empresa tradicional.
Esta es la managerial revolution que se inició a principios de los años 40 del siglo pasado, según lo anotó el politólogo norteamericano James Burnham (1905-1987), pero que hoy ha tomado una velocidad vertiginosa en el marco de la revolución digital.