Es la tendencia a modificar los textos originales de una <ideología política. Quienes acuñaron este término fueron los exégetas marxistas para condenar a los que se desviaron de la verdad oficial. Karl Kautsky (1854-1939), el más importante de los teóricos del <marxismo después de Marx y Engels, fue el primero en usarlo en su polémica contra el ideólogo alemán Eduard Bernstein (1850-1932), precursor de la >socialdemocracia y del >socialismo democrático, quien en su libro “Socialismo Evolutivo” se propuso revisar la concepción teórica del marxismo y demostrar que Marx incurrió en un error de apreciación cuando afirmó que el avance del capitalismo produciría un aumento cuantitativo del proletariado y un incremento cualitativo de su pobreza, que a la postre conducirían a la revolución, sin considerar que la experiencia europea había demostrado, durante la segunda mitad del siglo XIX, que lejos de darse la polarización prevista por el marxismo había surgido una nueva clase —la clase media—, en el marco de una estructura social cada vez más compleja, que se interponía entre las dos clases contendientes e impedía su choque. Pero Kautsky estimó que, al abogar Bernstein por una revisión del marxismo para que pudiese abrirse campo pacífica, evolutiva y legalmente dentro de las instituciones democráticas prevalecientes, había abandonado la “ortodoxia” doctrinaria y había incurrido en el revisionismo.
Después la palabra se utilizó muy frecuentemente en los litigios entre los propios marxistas europeos a finales del siglo XIX. La polaca Rosa Luxemburgo (1871-1919), en su libro “Reforma o Revolución” (1899), impugnó las ideas “revisionistas” de Bernstein. En la controversia entre la facción <bolchevique y la menchevique sobre temas doctrinales, tácticas de lucha y forma de organización del Partido Comunista, a comienzos del siglo pasado, se escuchó también esta palabra, lo mismo que en las impugnaciones que, sobre el tema partidista, hizo Rosa Luxemburgo contra Lenin o en los ataques que los bolcheviques lanzaron contra Kautsky a propósito de las críticas que éste formuló a la teoría leninista del <imperialismo. Durante el <estalinismo, bajo la acusación de “revisionista”, se realizaron las más cruentas purgas de la dirigencia del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Y, en los tiempos modernos, todavía resuenan las duras imputaciones de la dirigencia china, durante la época de Mao Tse-tung (1893-1976), contra los líderes de la URSS, a quienes solía llamar “la pandilla de renegados revisionistas soviéticos”.
Para los ideólogos marxistas hay un revisionismo de derecha y un revisionismo de izquierda, pero todos ellos son considerados objetiva y subjetivamente “erróneos”
Sin embargo, no hay duda de que el marxismo-leninismo es el producto de una profunda revisión de la doctrina original por parte de Lenin (1870-1924) para aplicarla a las condiciones de subdesarrollo económico y social de la Unión Soviética de 1917, es decir, a condiciones que no pudieron ser previstas por Carlos Marx (1818-1883) y por Federico Engels (1820-1895). Lenin fue realmente el primer gran revisionista. Lo mismo ocurrió en China con el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Tse-tung. La conversión de la doctrina para adecuarla a un país de campesinos y de economía atrasada fue notable.
Lenin y Mao fueron dos grandes revisionistas del marxismo. Y por supuesto que no condeno la revisión de una ideología política ni la superación en el tiempo de los pensamientos de los grandes hombres de la historia. Es propio de todo planteamiento científico —y el marxismo aspiró siempre a tener el rigor de lo científico— ser revisado, perfeccionado y, eventualmente, sustituido. Este es el sino natural de toda proposición científica. Y, por otro lado, también el destino ineludible de los grandes hombres de la historia —Marx y Engels lo fueron en grado sumo— es el de ser superados. Los que se molestan al escuchar que algunas tesis de Lenin han sido superadas son los que seguramente ignoran que Lenin dijo lo mismo de Marx. Desde el punto de vista dialéctico, una ideología es un ser vivo, en permanente movilidad, siempre perfectible. No se pueden embalsamar las ideologías. Deben estar siempre sujetas a revisión, perfeccionamiento y enmienda.
El revisionismo es la lógica respuesta al <dogmatismo político que pretende hacer de las ideologías una verdad revelada, eterna e inmutable. Los sistemas ideológicos necesitan permanente revisión para adecuar sus principios a las cambiantes realidades sociales. El propio Bernstein definió su revisionismo como “la necesidad o exigencia de innovaciones” de una doctrina política sin ónatentar contra su orientación, esto es, sin crear una nueva y diferente ideología. En una dirección más específica, afirmó que “revisionismo significa perfeccionamiento de la teoría y la praxis socialdemócrata en un sentido evolucionista”. No obstante lo cual, al impugnar también la dialéctica y el materialismo histórico, que son partes fundamentales de la filosofía política del marxismo, afectó sin duda la propia orientación filosófica de éste. Bernstein pareció no haber apreciado debidamente la importancia de las ideas de Hegel en esta materia y la influencia que ellas ejercieron sobre el pensamiento de Marx. Rechazó además el determinismo —empíricamente injustificable, según él— encerrado en el <materialismo dialéctico.
Los elementos de la doctrina marxista generalmente cuestionados por el revisionismo han sido: la tesis del colapso del sistema capitalista por la polarización inevitable de la sociedad en dos clases contendientes: burgueses y proletarios; la intensificación creciente de la <lucha de clases que debe desembocar forzosamente en la revolución; la <dictadura del proletariado, o sea el gobierno autoritario ejercido por la clase trabajadora a partir de su toma revolucionaria del poder; y la teoría de las <crisis recurrentes del capitalismo a causa de sus irremediables contradicciones internas.
Bernstein sostenía que muchos de los elementos del marxismo, especialmente de su teoría económica, necesitaban ser revisados puesto que no correspondían ya a las condiciones de la evolución del capitalismo. Aunque aceptaba que el lucro de los capitalistas y el subconsumo de los trabajadores tendían a aumentar, pensaba que eran factores de efecto declinante y que de ninguna manera tenían la fuerza suficiente para causar el derrumbamiento del sistema capitalista. Al contrario, veía una elevación del nivel de prosperidad general en la economía popular europea. De otro lado, si bien admitía la tesis de la <acumulación de la riqueza en pocas manos discrepaba en cuanto a la velocidad con que ella se producía, a la supuesta desaparición de las capas medias y a la extinción de las medianas y pequeñas empresas. En cuanto a la lucha de clases, Bernstein sostenía que la intensidad de ella no aumentará sino que disminuirá en el tiempo. Todo lo cual mediatizará las posibilidades reales de la >revolución.
En tales puntos Bernstein se distanció claramente de las afirmaciones de Marx. Sus discrepancias se discutieron en los congresos de la Socialdemocracia alemana en Stuttgart en 1898 y en Hannover en 1899. Y, aunque la mayoría, liderada por Kautsky y Rosa Luxemburgo, rechazó los puntos de vista de Bernstein, sus ideas encontraron numerosos seguidores, a quienes se llamó “bernsteinianos” porque la palabra “revisionistas” recién apareció en 1901. Los seguidores de la línea marxista ortodoxa —entre ellos: A. Helphand (cuyo seudónimo era Parvus), G. V. Plechanov, A. Bebel, P. Singer, W. Liebnecht, quienes adoptaron la sentencia de Lenin de que el revisionismo era una traición oportunista a la clase obrera— desataron una campaña demoledora contra Bernstein y sus seguidores. Y desde entonces la palabra revisionismo tiene una connotación peyorativa.
No obstante sus diferentes matices, el revisionismo clásico estuvo representado —además de Bernstein— por H. Lindeman, P. Hirsch, A. Südekum, M. Schippel, R. Clawer, A. H. Schultz, G. Hildebrand, E. David, F. O. Hertz, C. Legien, P. Umbrett, A. Von Elm, O. Hué, M. Maurenbrecher, L. Woltmann, K. Schmidt, P. Gohre, F. Staudinger y otros intelectuales y políticos.
En los años 50 del siglo XX surgieron en Europa oriental teóricos y políticos disidentes del marxismo soviético. Eran sin duda revisionistas aunque ellos no utilizaron esta palabra. El punto central de la discrepancia —que fue una discrepancia ideológica y política— constituyó su manera de entender el marxismo en concordancia con la democracia. Ellos crearon el eurocomunismo, que fue una versión modificada del marxismo en Europa occidental.
El >titoísmo y los comunistas yugoeslavos, en su afán de abrirse un camino propio e independiente de Moscú —la denominada “vía yugoeslava al socialismo”—, fueron revisionistas o neorrevisionistas y por eso entraron en duras fricciones con el centro estalinista, que los tachó de “agentes del imperialismo”, “fascistas”, “traidores”, “revisionistas” y “trotskistas”. El mariscal Tito, a su vez, tampoco toleró intento alguno de revisar su doctrina en su propio país y también llamó “revisionistas” a todos los que tal cosa pretendieron. Ese fue el caso de Milovan Djilas, quien planteó en su libro “La Nueva Clase” (1957) un marxismo compatible con la democracia y abogó en favor de la libertad de expresión y de crítica.
En Occidente el revisionismo no es una mala palabra. Se lo entiende como un medio para enriquecer las ideologías políticas, que deben estar abiertas a la discusión y en contacto permanente con las realidades espacio-temporales llamadas a regir. En septiembre de 1998 el primer ministro inglés Tony Blair, al proponer su >tercera vía como posición equidistante entre el laissez-faire y el estatismo, sostuvo la conveniencia del revisionismo permanente en materia ideológica y política en concordancia con “los cambios que se están produciendo en la sociedades industriales desarrolladas” y como parte de la “incesante búsqueda de mejores medios para cumplir nuestros objetivos”.
No deja de tener lógica este planteamiento aunque incomode al fundamentalismo de la izquierda trasnochada, puesto que resulta pertinente que los planteamientos ideológicos, políticos y programáticos sean constantemente analizados, debatidos y eventualmente revisados. Los anatemas contra el revisionismo deben ser cosa del pasado dogmático. No puede haber escrituras ideológicas establecidas de una vez y para siempre mientras su entorno social, científico y tecnológico está movido por un dinamismo impresionante. Una cosa es renegar de los principios y otra revisarlos, perfeccionarlos y actualizarlos, sin afectar la esencia de la ideología. No hay que confundir el transfugio con el análisis de las ideas políticas y con la actitud dialéctica ante la vida.