Son la fuerza de trabajo de una comunidad, cuya calidad constituye el principal factor para su progreso económicio y social.
Los recursos humanos bien preparados son de vital importancia en los procesos de desarrollo nacional. Países con poblaciones pequeñas pero bien preparadas —como Finlandia, Israel o Singapur, con escasos recursos naturales y condiciones climáticas hostiles— tienen economías avanzadas, altos niveles de vida y ocupan primeros lugares en la innovación tecnológica, la productividad y la competitividad gracias al gran desarrollo de sus recursos humanos.
A partir de estas consideraciones surgió la noción de la economía de la educación cuya finalidad central es la de impulsar la preparación de recursos humanos como el factor productivo más importante. Se ha denominado “educación-inversión” a la que se imparte para incrementar la productividad del trabajo. Y la política educativa del Estado debe decidir el cúmulo de recursos que destine a financiar este tipo de educación.
Lo cual se ha tornado urgente e inaplazable con el arrollador avance de la informática y su presencia en todos los órdenes de la actividad humana, desde el hogar hasta la fábrica, desde el aula a la oficina, desde el taller al quehacer político. La ubicuidad de la informática ha copado todo. No hay campo del que ella esté ausente en la moderna sociedad de la información.
Por eso, la eficiente preparación en las tecnologías informáticas reviste una importancia muy especial, puesto que hoy todo gira en torno a los prodigios de la revolución digital, que invaden todos los ámbitos de la vida humana y de la actividad social.
El dominio de las nuevas tecnologías y el trabajo y educación a distancia a través de los medios informáticos determinan el progreso de los individuos dentro de un país y el avance de los países en el ámbito internacional.
Por tanto, la capacitación en ellas, que debe empezar desde los primeros años del aprendizaje, tiene que ser una preocupación central del Estado para perfeccionar y acumular sus recursos humanos.
Están en proceso de revisión los viejos conceptos de la riqueza nacional y sus métodos de valoración. Durante mucho tiempo se había supuesto que ella estaba compuesta principal y casi únicamente por el capital físico —los bienes producidos— pero el Banco Mundial, después de haber hecho investigaciones en 193 países, ha concluido que más importante que el capital físico (al que reconoce sólo el 16% en promedio como componente de la riqueza total) y que el capital natural (al que asigna una valoración del 20%) es el capital humano, al que corresponde un 64% de la riqueza de los países.
Sin duda, hay una correspondencia permanente entre los altos índices de ingresos de un país y la eficiencia de los recursos humanos en su economía. En Alemania, Japón y Suiza, por ejemplo, que no son países de grandes recursos naturales, el capital humano representa el 80% del capital total mientras que en los países más atrasados de África al sur del Sahara, donde los recursos humanos están dramáticamente subdesarrollados, más de la mitad de la riqueza nacional está constituida por los recursos naturales.