Son los elementos de diversa naturaleza que sirven a la sociedad para su desarrollo y sustento: humanos, naturales, financieros y tecnológicos.
La concurrencia de todos ellos posibilita el <desarrollo.
Los hombres constituyen el recurso humano y su preparación para desempeñar las tareas del desarrollo reviste la más grande importancia. No hay desarrollo posible sin un recurso humano capacitado. En los tiempos actuales la preparación en las técnicas informáticas reviste una importancia muy especial. Todo gira hoy en torno a los ordenadores, el CD-ROM, el DVD, el Blu Ray, el flash memory, la informática, internet, los robots y los nuevos software. El dinero electrónico y la realidad virtual son hechos consumados. La revolución digital invade todos los ámbitos de la vida humana y social, desde el hogar hasta la fábrica. El trabajo y la educación a distancia a través de los medios informáticos son una realidad. El progreso de los individuos dentro de un país y el avance de los países en el ámbito internacional están determinados por el dominio de las nuevas tecnologías. Por tanto, la capacitación en ellas, que empieza desde los primeros años del aprendizaje, se ha convertido en una preocupación central del Estado.
Los recursos naturales constituyen el entorno físico de la sociedad: son las tierras, las aguas, los bosques, las minas, el aire, la energía solar, el espacio sideral. Ellos son la fuente de alimentación de los hombres y el venero de energía y materias primas para la industria y otras actividades económicas.
Muchos de los recursos naturales son no renovables y están en proceso de agotamiento. Por eso la ciencia trabaja en la búsqueda de nuevos recursos para sustituir a los tradicionales. Algún día los satélites artificiales servirán como estaciones para recoger, procesar y transmitir a la Tierra energía solar en forma de electricidad. La energía nuclear es otra posibilidad —pero no por medio de la fisión del átomo sino de su fusión, que es un método más seguro y menos costoso— y será una realidad industrial en el presente siglo.
Los recursos financieros son el dinero, los valores bursátiles y los bienes de capital que sirven para subvencionar las actividades de la producción. Y la >tecnología, entendida como el conocimiento científico aplicado a las tareas de la producción, es otro de los recursos indispensables para el desarrollo.
La concurrencia y combinación de todos los recursos económicos —humanos, naturales, financieros y tecnológicos— dan por resultado el desarrollo, es decir, el incremento de la cantidad y la calidad de la producción económica.
Lo que ha cambiado en el curso del tiempo es la relación y la proporción de esos recursos en la operación del desarrollo. Como lo observa Lester Thurow, profesor de economía en el Massachussets Institute of Technology (MIT), a finales del siglo XIX y comienzos del XX se consideraba que los países con abundancia de recursos naturales estaban destinados a ser ricos mientras que parecía ineludible que los que carecían de ellos fueran pobres. Y, en efecto, todos los que llegaron a ser ricos en aquellos tiempos tuvieron profusión de recursos naturales, con base en los cuales alcanzaron mayores posibilidades de ingreso, ahorro, inversión, producción, productividad, empleo y salarios.
Pero hoy las cosas han cambiado.
La moderna >sociedad del conocimiento basa el progreso económico y social en los recursos humanos y tecnológicos. La producción de recursos naturales y la disponibilidad de recursos financieros, con ser importantes obviamente, no son ya los factores decisorios del progreso. Los unos y los otros pueden comprarse en el mercado mundial y transportarse a cualquier lugar del planeta. Lo cual ha modificado también y por completo la teoría clásica de las ventajas comparativas que fue desarrollada hace un siglo por David Ricardo, John Stuart Mill y otros seguidores de Adam Smith para explicar la ubicación geográfica de las industrias y la especialización de los países en las tareas productivas. Si revisamos la lista de las industrias de más alto crecimiento a partir de la década de los años 90 veremos que han sido las relacionadas con la microelectrónica, la biotecnología, las telecomunicaciones, la aeronáutica, la informática, la robótica. Todas las cuales son industrias intensivas en el uso de la capacidad intelectual del hombre y de las tecnologías de punta. Son las habilidades y el conocimiento humanos del más alto nivel los factores más importantes del proceso de la producción actual y los que marcan las ventajas comparativas entre los países en el mercado mundial.
El Japón es un buen ejemplo.
Pero uno de los terribles efectos del sistema es la marginación de la mano de obra no calificada que a medida en que crece en el mundo será peor pagada. Y eso en el caso de que encuentre opciones de empleo, que los modernos software aplicados a las faenas de la producción se encargan de eliminar. Aquella va a ser —es ya— una de las trágicas brechas de la injusticia social en la nueva era. Todo en ella gira en torno a los avances de la tecnología electrónica, que tiene al homo digitalis como su principal protagonista. Y formará una sociedad jerarquizada en función de los conocimientos individuales que tenderá a dividir a los seres humanos en forma cada vez más tajante entre los que saben y los que no saben. Con la invasión de la informática a todos los resquicios de la vida social, las oportunidades de empleo y los buenos salarios estarán reservados a los trabajadores altamente especializados en las nuevas tecnologías de la producción de bienes y servicios.