La Biblia, en varios de sus pasajes, da cuenta del gesto de rasgarse las vestiduras para significar dolor, pesar o indignación. Por ejemplo, en el Génesis (XXXVII, 34) dice que Jacob, al oir la noticia de la muerte de su hijo José, se rasgó las vestiduras en signo de dolor. En el capítulo XIX, 1, del IV Libro de los Reyes relata que Ezequías, el monarca de Judá, indignado por las blasfemias del general Rabsaces, súbdito del rey de Asiria, “se rasgó sus vestiduras y cubrióse de un saco, y se fue a la Casa del Señor”. En los Hechos de los Apóstoles, capítulo XIV, 13, cuenta que Pablo y Bernabé, que acababan de curar a un hombre cojo en Lystra, al ser considerados como dioses por la gente, rasgaron sus vestidos y clamaron que eran seres tan mortales como todos los demás.
Pero la significación que probablemente determinó el uso actual de la locución fue el gesto de hipocresía de Caifás (capítulo XXVI, 65, San Mateo) de rasgarse las vestiduras cuando condenó a Cristo por blasfemia, sin la comparecencia de testigos, a sabiendas de que las reglas del Sanedrín prohibían una condenación fundada sólo en las propias palabras del procesado.
Esta fue una actitud cínica y llena de hipocresía de Caifás. A partir de ese episodio bíblico la frase rasgarse las vestiduras sirve para señalar hipocresía, falsa y simulada indignación, doblez, taimería, insinceridad, mojigatería, pudibundez, santurronería, falsa virtud, gazmoñería, fariseísmo.