Fue, originalmente, la postura filosófica creada en el siglo XVII por el sacerdote español Miguel de Molinos (1628-1696), que condenó todo esfuerzo humano por la salvación eterna, bajo la creencia de que ella viene sólo de dios y de que el hombre debe abandonarse, en pura pasividad, a la voluntad divina.
En su célebre obra “Guía Espiritual” (1675) defendió la posición pasiva, nirvanesca, de sopor, ante el fenómeno místico, que pretende llevar al alma a sumergirse en la nada como el camino más corto para llegar a dios.
Se diría una suerte de <nihilismo místico.
Este planteamiento filosófico se extendió rápidamente por Europa. Llegó a los palacios lo mismo que a los conventos. Pero fue condenado por el papa Inocencio XI en su bula Caelestis Pastor de 1687.
La palabra quietismo es hoy usada para designar el estado de ánimo y la actitud individual o social de inacción y de resignada aceptación del fatalismo de los hechos políticos y económicos.
El quietismo lleva al conservadorismo político, que propugna que nada cambie, que todo siga igual, que las injusticias de una sociedad defectuosamente organizada se perpetúen.