El conocimiento de las relaciones entre la psicología y la política es antiguo. Confucio (551-479), Aristóteles (381-322) y otros pensadores de la Antigüedad se preocuparon del tema y observaron que el pensamiento, la emotividad y la conducta de los actores políticos obedecían a motivaciones profundas de orden psicológico. El impacto de la personalidad de los líderes políticos en la vida de la comunidad era cosa averiguada en aquellos tiempos. Más tarde, Nicolás Maquiavelo, afrontando los temas psicológicos en relación con la política, exhortó a los gobernantes a estudiar la naturaleza humana para que pudieran manipular a sus pueblos eficazmente y alcanzar éxito en su gestión política. En el siglo XX los análisis se tonaron más científicos. Graham Wallas, con su libro “Human Nature in Politics” (1908), fue uno de los precursores de la nueva disciplina científica. El politólogo norteamericano Harold D. Lasswell —a quien se suele considerar como uno de los fundadores de la moderna psicología política—, en su libro “Psychopathology and Politics” (1930), valiéndose de los análisis de Sigmund Freud (1856-1939), afirmó que los comportamientos políticos de los líderes y de los activistas de la política obedecen generalmente a profundas y escondidas motivaciones personales, aunque ellos no lo sepan o no lo reconozcan e invoquen el interés público como la fuente de inspiración de sus actos. Y lo grave está, decía Lasswell, en que muchos de los líderes políticos bordean la psicopatología. Lo cual explica algunos de los demenciales sucesos de la historia.
Con frecuencia se citan los casos extremos de Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, Trujillo, Batista, Stroessner, Somoza, Hussein, Kim Jong-il y muchos otros, como prueba de los estragos que la psicopatología de los líderes causa en el destino de sus pueblos. Los delirios de grandeza, el <narcisismo, la paranoia, la manía persecutoria, los complejos de inferioridad, la necesidad de estima, los afanes de notoriedad, el apocamiento, los desequilibrios emocionales, la falta de seguridad en sí mismos, los traumas por viejas humillaciones infantiles guardadas en el subconsciente inciden en la vida política y llevan, con frecuencia, al <culto a la personalidad, la violencia compulsiva, el autoritarismo, el terrorismo y la brutalidad en el ejercicio del poder político.
Los impulsos humanos, que se originan en las zonas conscientes o inconscientes de la persona, dejan su impronta en la vida pública. Por eso la psicología política juega un papel tan importante en la explicación de la trama social y de su desenvolvimiento. Los traumas profundos, que se pierden en la oscuridad de los tiempos infantiles, suelen condicionar el pensamiento y la conducta de los actores de la vida pública —sus sensibilidades, percepciones, cogniciones, motivaciones— y determinan su manera de ser política.
Por ello son muy diferentes la forma y el estilo de conducirse en la vida pública y de ejercer el poder de una persona psíquicamente sana que de una neurótica. El filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900) denominaba “voluntad de poder” al ímpetu o impulso humano por mandar y ser obedecido. Buena parte de los hechos históricos ha girado alrededor de ese ímpetu. Pero para algunos hombres la “voluntad de poder” ha tenido rasgos patológicos: ha sido una expresión compensatoria de sus debilidades germinales o la revancha ante la vida por pasadas humillaciones o carencias. Esa es la explicación, en muchos casos, de su insaciable lujuria de poder. Por eso es tan diferente el uso que da al mando político el hombre equilibrado, emocionalmente sano, del que da el inseguro, el apocado o el neurótico. La historia muestra muchos ejemplos de ello.
Fueron los sociólogos norteamericanos en los años 70 del siglo XX quienes hicieron de la political psychology una nueva ciencia. La psicología política cobró fuerza en Estados Unidos y Europa durante esos años, principalmente a partir de la publicación de los manuales de psicología política de Jeanne N. Knutson (Handbook of Political Psychology) en 1973 y de William F. Stone (The Psychology of Politics) en 1974, de la creación de la International Society of Political Psychology (ISSP) en 1978 y de la publicación de su revista “Political Psychology” desde 1979, que recogieron y ordenaron los conceptos sobre la materia emitidos en años anteriores por Antonio Gramsci en 1927, J. F. Brown en 1936, Theodore Adorno en 1950, Carl Jung en 1957, T. M. Newcomb 1959, Hans Eysentk un año más tarde y otros pensadores sociales.