El deporte tuvo en la Antigüedad una intención puramente lúdica vinculada a la salud y al bienestar, pero en los tiempos modernos empezó el proceso de su profesionalización, la remuneración a los deportistas, el reconocimiento de recompensas monetarias por sus triunfos y la conversión de la actividad deportiva en un medio de vida para quienes la ejercen. Surgieron nuevas profesiones y oficios especializados en la preparación y administración de los deportistas, como los directores técnicos, los entrenadores, los managers, los médicos, los psicólogos, los dietistas, los masajistas y otros. Se montó una enorme “burocracia deportiva” nacional e internacional para manejar el negocio. La publicidad entró con gran fuerza. Las sumas que hoy se manejan en algunas de las actividades deportivas —baloncesto, fútbol, tenis, béisbol, boxeo, automovilismo— son impresionantes. Convertido en un gran espectáculo de masas, el deporte genera ingresos gigantescos por taquilla, publicidad, patrocinios comerciales y derechos de transmisión radial y televisiva y se ha tornado en una actividad esencialmente económica. La construcción de escenarios y de infraestructuras físicas, al igual que el financiamiento de su operación, demandan grandes sumas de dinero pero su rendimiento es mucho mayor. Los Juegos Olímpicos de nuestro tiempo se financian fundamentalmente por empresas patrocinadoras y por los derechos de retransmisión adquiridos por las grandes cadenas de televisión.
Lo mismo ocurre con el Campeonato Mundial de Fútbol, los slams de tenis, los torneos de baloncesto profesional de la National Basketball Association (NBA) de Estados Unidos, las grandes ligas de baseball norteamericanas, el boxeo profesional o el football estadounidense.
Esta transformación ha ocurrido a despecho de los dirigentes deportivos internacionales de la vieja guardia que se opusieron a gratificar económicamente las victorias deportivas y que pugnaron por conservar el espíritu amateur original de las competencias en las que se disputaban exclusivamente el honor de los deportistas y el prestigio de los países.
La ciencia y las tecnologías modernas han contribuido a medir con exactitud el tiempo y el espacio de las competencias deportivas y han proporcionado instrumentos muy sofisticados que han aumentado el rendimiento de los deportistas y que han contribuido a mejorar ostensiblemente sus marcas y sus records, algunos de los cuales se rompen cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.