Picota era antiguamente el lugar de la plaza pública donde se exhibían las cabezas de los ajusticiados o se encadenaba a los reos para ludibrio público, con el propósito no sólo de sancionarlos moralmente con la afrenta sino además de escarmentar a los demás ciudadanos. Generalmente era una columna o un tronco de árbol el que servía para este menester.
La picota se cita como castigo en el código de las Siete Partidas —que fue la célebre colección de leyes, costumbres, doctrinas y decisiones canónicas compiladas desde el año 1256 al 1263 por el rey Alfonso El Sabio de España— pero después fue abolido por las Cortes de Cádiz y reinstaurado por Fernando VII.
Por extensión, se usa en política la frase “poner en la picota” para significar que se dejan en evidencia los actos o las ideas de una persona ante la faz pública y se la somete a la afrenta o burla general.