Son las potestades públicas que no surgen de la ley, ni están en ella regladas, sino que nacen de la dinámica de las relaciones sociales. No son por tanto poderes formales, jurídicamente regulados, sino poderes informales que están al margen de la previsión de la ley y que son ostentados y ejercidos de facto por individuos o grupos para defender intereses económicos y sociales de carácter particular dentro de la comunidad política.
El profesor norteamericano Michael Coppedge afirma que hay “actores estratégicos en la sociedad política, que son aquellos que tienen suficiente poder para alterar el orden público, impulsar o detener el desarrollo económico o, en general, afectar la marcha de la sociedad, ya sea porque poseen determinantes bienes de producción, o mueven organizaciones de masas, o tienen influencia sobre la maquinaria administrativa del Estado, o manejan las armas o poseen la capacidad de diseminar con fuerza ideas e informaciones sobre la sociedad”. Según el profesor de Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame, la gobernabilidad depende de que las relaciones entre estos “actores estratégicos” sean estables y aceptadas.
Los poderes fácticos residen básicamente en los sectores empresariales, la prensa, las iglesias, los estamentos militares, los <grupos de presión, los <grupos de tensión, los <nuevos movimientos sociales, ciertas <organizaciones no gubernamentales (ONG), las <mafias y otras entidades cuyas potestades no están previstas ni autorizadas por la ley pero que no por eso son menos eficaces ni menos influyentes a la hora de la toma de las decisiones en la vida social.
Estos poderes han demostrado tener mucha fuerza a lo largo de la historia, ya como poderes de promoción de una idea o iniciativa, ya como poderes de disuasión o de intimidación sobre los mandos del Estado. Generalmente permanecen en la penumbra y desde allí actúan sobre las autoridades estatales. Condicionan el ejercicio de la autoridad política, influyen sobre los medios de comunicación social, moldean la opinión pública, ejercen influencia sobre el pensamiento y la acción de las personas e intimidan o persuaden a quienes tienen la atribución de tomar decisiones. En cierto modo constituyen poderes invisibles pero no por eso menos reales. Con frecuencia se producen alianzas tácticas entre ellos. Por ejemplo: la empresa privada con la prensa o la prensa con la <bancocracia o la iglesia con la empresa privada.
Fue el <marxismo el que los descubrió y denunció. Lo hizo, al menos, con los poderes fácticos de la burguesía. Afirmó que ellos pertenecen a quienes son propietarios de los medios de producción, que imponen de hecho su voluntad sobre el conglomerado social pero que además inspiran las leyes en virtud de las cuales asumen también poderes y privilegios de Derecho, con lo cual se erigen como clase dominante y todopoderosa hasta el punto que el poder formal del Estado, es decir el gobierno, no pasa de ser un “consejo de administración” que rige los intereses comunes de la clase burguesa, como lo expresaron Marx y Engels en el <Manifiesto Comunista. El teórico marxista alemán Ferdinand Lassalle (1825-1864) afirmó que los poderes fácticos son “la suma de los factores reales de poder que rigen en un país”.
Pero tales poderes no pertenecen únicamente a las fuerzas económicas, generalmente organizadas en los grupos de presión, sino también a otras instituciones sociales, como los medios de comunicación social, las iglesias, los estamentos militares, los grupos de tensión, las mafias y otros sectores organizados que operan como factores de poder, algunos de los cuales no están con el <establishment sino que, por el contrario, son grupos contestatarios.
En algunos Estados las vinculaciones entre el gobierno y las fuerzas armadas han sido y son todavía un elemento clave de la gobernabilidad. Los militares de alta graduación y la institución militar, por el hecho de manejar las armas del Estado, ejercen poderes fácticos en muchos países. En su expresión extrema ese hecho lleva al <militarismo, que se presenta como un factor de limitación de las iniciativas del gobierno y que tiende a desconocer la supremacía del poder civil.
Hay también poderes fácticos exteriores que condicionan especialmente las políticas económicas, financieras, cambiarias y crediticias de los Estados. Me refiero a los gobiernos de los países poderosos del planeta, que por diversos medios ejercen presión sobre las decisiones nacionales, y a los organismos multilaterales de crédito —el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros— que suelen imponer políticas económicas como condición para otorgar sus préstamos.