Esta palabra tiene dos significaciones distintas en el ámbito de la economía. La una pertenece al pensamiento de la escuela clásica y la otra al del marxismo.
Para el primero la plusvalía es el aumento de valor de un bien por causas exógenas, es decir, por causas que no tienen que ver con la gestión de su propietario ni con transformaciones o modificaciones incorporadas al propio bien. La plusvalía se produce a lo largo del tiempo, lo mismo en los muebles que en los inmuebles. Sus causas son generalmente las decisiones de la autoridad, ya en la realización de obras públicas que beneficien indirectamente a un bien, ya en la imposición de restricciones a otros con los que éste compite, ya en la expedición de regulaciones generales de la economía. En cualquier caso el bien se ve favorecido por causas ajenas a la voluntad o a la gestión de su propietario. La diferencia de valor en el tiempo es la plusvalía. Un bien que al ser adqurido valía 100 y que hoy tiene un valor de 200 sin que medien mejoras intrínsecas ni valor agregado, ha tenido una plusvalía del 100%. Y no se trata de un incremento “nominal” de valor debido a la depreciación de la moneda —que ese no es el concepto de plusvalía—, sino de un incremento “real” que por tanto representa para su propietario un beneficio “gratuito”. El monto de la plusvalía se establece en el tiempo transcurrido entre la compra y la venta del bien en referencia. Muchas legislaciones imponen gravámenes específicos sobre ella, considerándola un aumento real del patrimonio de una persona.
Para los marxistas la plusvalía es otra cosa. A partir de su teoría del valor, ellos formularon la teoría de la plusvalía para explicar el origen de los beneficios o ganancias de los dueños del capital. Sostienen que el trabajador, en el sistema capitalista, se ve obligado a vender al empresario su fuerza de trabajo y, a cambio de ella, recibe una determinada remuneración. Durante su jornada de labor el trabajador crea un cúmulo de riqueza que entrega al dueño del instrumento de producción. Como lo que recibe por salario es notablemente menor a lo que crea con su fuerza de trabajo, el empresario se beneficia con la diferencia. Esta es la plusvalía. Para explicarlo de otra manera: un trabajador que esté obligado a laborar una jornada de ocho horas genera durante las cuatro o cinco primeras horas un valor equivalente a lo que recibe como salario. El tiempo restante hasta completar la jornada —tres o cuatro horas o lo que fuera— trabaja gratuitamente en beneficio del empresario. Se forma así la plusvalía, o sea trabajo no pagado, que es, según el marxismo, la fuente de los excedentes del capitalista y, al propio tiempo, de la explotación al trabajador.
Esta plusvalía —que el empresario siempre trata de optimarla, sea disminuyendo el salario, sea aumentando la jornada suplementaria— se reparte entre el dueño del instrumento productor de los bienes, el comerciante que los pone en circulación, el proveedor de la materia prima, el banquero que presta el dinero para las operaciones industriales y mercantiles, el dueño de la tierra y otros capitalistas que participan en el proceso.
La plusvalía, así distribuida, concurre a engrosar el capital de sus receptores. Los capitalistas transforman la plusvalía que perciben en capital. Este es el proceso al que los marxistas llaman acumulación de capital, cuya ley señala que a mayor plusvalía corresponde mayor acumulación de capital y, recíprocamente, a mayor acumulación mayor plusvalía. Este es el círculo virtuoso de la acumulación, concentración y centralización de la riqueza en cada vez menor número de manos, según los pensadores marxistas.