De origen eclesiástico, la palabra parroquia —del latín parochia— designa originalmente la circunscripción territorial donde una iglesia administra los sacramentos y atiende espiritualmente a los fieles de su vecindad parroquial, que integran la feligresía. Está bajo la jurisdicción espiritual del cura párroco. En ella se lleva el registro de los bautismos, matrimonios, cumplimiento pascual y fallecimientos de sus feligreses. Después, por extensión, se adoptó esta palabra como demarcación administrativa local dentro de un municipio. En todo caso la parroquia es una circunscripción territorial muy pequeña. Es generalmente la última expresión territorial en que se divide un Estado. Cuando se habla de “parroquiano” o de “parroquianismo” se quiere decir persona o comportamiento cursi y limitado de miras. Parroquianismo es la mentalidad estrecha y atrasada para percibir las cosas. Es la concepción limitada y anacrónica del mundo, que por tener a la parroquia como el único universo de sus preocupaciones, raya en lo ridículo.
Su significación es muy parecida a la de provincianismo, es decir, a la condición de provinciano que tiene la persona afectada por estrechez de miras y apego excesivo a la mentalidad y costumbres lugareñas de su provincia, con exclusión de las demás.