En su más amplio sentido, es una actitud ante la vida caracterizada por la convicción de que el ser humano individual y la sociedad en su conjunto deben vivir en paz y conducirse fraternalmente. En su acepción política, es el rechazo a toda clase de violencia en la lucha por el poder. Y en su significación internacional es la creencia en que toda guerra es inmoral e injustificada y, por tanto, debe ser repudiada. Los conflictos entre los Estados han de arreglarse por los medios pacíficos contemplados en el Derecho Internacional.
Las ideas pacifistas son tan antiguas como la guerra porque aun en las sociedades primitivas, en que todo se arreglaba por la fuerza, hubo espíritus superiores que postularon la paz. Su actitud, sin embargo, fue tan romántica como ineficaz. Debió pasar mucha agua bajo los puentes para que el hombre lograra encontrar los medios para preservar la paz.
Con las ideas judeo-cristianas el pacifismo hizo un gran avance. En el decálogo que recibió Moisés en el monte Sinaí, según lo refiere el Antiguo Testamento, hay un mandamiento de hondo contenido pacifista: no matarás. Vino luego la prédica del amor y la fraternidad de los primeros cristianos que lamentablemente no fue observada por sus sucesores, que trataron de imponer sus creencias por la fuerza. La Santa Inquisición es una prueba. Aliados a déspotas sanguinarios y a reinas disolutas, muchos cristianos compartieron la lujuria del poder durante todo el ciclo del <absolutismo.
El <islamismo —religión de guerra y violencia— no fue menos cruel y despiadado. Inculcó el fanatismo entre sus adeptos, propugnó la “guerra santa” contra los infieles, prometió las mejores recompensas ultraterrenas a quienes en ellas murieran en defensa de su fe, sometió el poder político al credo religioso y estableció la intolerancia más absoluta en materia de religión y de política.
Es doloroso reconocer que, en el curso de la historia, no han sido las religiones las que han contribuido al mantenimiento de la paz.
Durante los siglos XVI al XIX la guerra fue la solución a todo: a la formación de los Estados, a su delimitación territorial, a los ingresos fiscales, al comercio internacional, a la anexión de territorios coloniales. Todo se dirimía por la fuerza de las armas. El pacifismo fue un fracaso. No pasó de ser una romántica declamación de algunos nobles ilusos. Emmanuel Kant (1724-1804), en su ensayo “Proyecto para una paz perpetua”, y Charles Fourier (1772-1837), en su obra “Teoría de los cuatro movimientos”, soñaron en una paz definitiva. Y Ernesto de Hesse, William Penn, Fichte, Schelling, Fallati, Thierry y muchos otros plantearon, desde la soledad de su idealismo, el entendimiento entre los Estados para vivir en paz. Pero la guerra seguía adelante con su secuela de muerte y exterminio.
Después de la segunda conflagración mundial, la comunidad internacional, dispuesta “a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra” que ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles, constituyó el 26 de junio de 1945 la Organización de las Naciones Unidas para luchar por la consolidación de la paz en el mundo.
Pero a pesar de sus buenos propósitos y de su consagración a la causa de la paz, la Organización Mundial no pudo evitar que los Estados se alinearan en dos grandes bloques filosófico-políticos antagónicos y que desataran la llamada <guerra fría que mantuvo a la humanidad por casi medio siglo sometida al equilibrio del terror.
Esto terminó a fines de la década de los 80. Pero la guerra entre los Estados fue sustituida por la guerra dentro de los Estados. Bajo la invocación de anacrónicas razones de orden étnico, cultural o religioso algunos de ellos se desgarraron internamente en conflictos armados crudelísimos.
La paz está todavía muy lejana en el horizonte de la historia no obstantes los esfuerzos de los hombres y entidades comprometidos con ella.
El pacifismo no es realmente una doctrina política sino una creencia y una actitud ante la vida. Es la búsqueda de la >paz y la condenación de la >violencia en todas sus formas y direcciones. Los pacifistas impugnan la existencia misma de los ejércitos, el <armamentismo, la conscripción militar y las guerras. Para ellos no hay la noción de “guerra justa” o de “guerra santa”. Toda guerra es repudiable en sí misma y carece de justificación ética. Por eso, en períodos de conflicto armado han sido calificados de “traidores” o “entreguistas” por oponerse a servir en los ejércitos, como ocurrió en Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. El propio presidente Bill Clinton fue acusado por los políticos republicanos durante la campaña electoral de haberse negado a alistar en las fuerzas armadas norteamericanas y a combatir por su país en Vietnam.
El pacifismo, en su más extrema concepción, se opone por motivos de conciencia a la existencia misma de armas y de fuerzas armadas y, por ende, de todas las formas de servicio militar obligatorio. Para los pacifistas, el origen principal de todos los conflictos es el primitivo sentimiento territorial del ser humano y el “fetichismo” de las fronteras. Por eso sostienen la necesidad de abolir las fronteras nacionales y el tradicional concepto de “territorio”, a causa de los cuales la humanidad ha derramado tanta sangre, para congregar a todos los pueblos bajo una sola jurisdicción mundial. La paz retornará a los espíritus de los hombres y de los pueblos —afirman— cuando los nacionalismos y las fronteras sean eliminados.
Sin embargo, el pacifismo tiene gradaciones que van desde el repudio indiscriminado y absoluto a toda forma de guerra hasta la admisión de ella como un acto excepcional y dentro de determinadas circunstancias. Hay tendencias pacifistas que aceptan la teoría de la “guerra justa”, respecto de la cual opinaron en su momento Tertuliano, san Agustín, santo Tomás, el padre Francisco de Vitoria y tantos otros pensadores antiguos, medievales y modernos. Para los pacifistas “moderados” la única guerra justa es la defensiva que se realiza dentro del territorio nacional. Todas las demás guerras son injustas e ilegítimas.
Grandes pacifistas han pasado por la historia. Uno de ellos, entre muchos otros, fue Abraham Lincoln (1809-1865), Presidente de Estados Unidos, a quien las circunstancias históricas colocaron en el centro de la guerra civil que enfrentó a los estados industriales y desarrollados del norte contra los estados agrícolas del sur, separados irremisiblemente por la tesis de la liberación de los esclavos. Elegido el 6 de noviembre de 1860, se vio en el caso de organizar las fuerzas militares del norte para salvar la unidad nacional y asegurar la manumisión de los esclavos. Y engonces ocurrió que, ante la decisión abolicionista de Lincoln, Carolina del Sur inició en diciembre de 1860 su separación de la Unión norteamericana, dado que la mano de obra esclavizada era para ella y los estados sureños el principal factor de la producción en las grandes fincas algodoneras, azucareras y arroceras. El gobernador Hammond de Carolina del Sur había declarado en 1835 que la esclavitud de los negros era “la piedra angular de nuestro edificio republicano”. Los líderes del sur preferían separarse de la Unión norteamericana antes que aceptar la liberación de los esclavos. Los estados de Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana, Texas, Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte plegaron a la >secesión.
En febrero de 1861 siete de ellos instauraron el gobierno de los denominados Estados Confederados de América. El presidente electo Abraham Lincoln estuvo abierto a hacer concesiones pero no a ceder en la supresión de la esclavitud. Fracasaron todos sus intentos de un arreglo pacífico y la confrontación se tornó inevitable. En la madrugada del 12 de abril de 1861 los cañones del sur abrieron fuego contra el Fort Sumter, en el puerto de Charleston, y este fue el detonante de la conflagración que ensangrentó el territorio norteamericano hasta el 9 de abril de 1865, en que las tropas confederales se rindieron. Cuando Lincoln asumió su segundo período presidencial invocó en su discurso inaugural un tratamiento compasivo para los estados rebeldes derrotados. Pero fue asesinado a tiros por un fanático en la tarde del 14 de abril de ese año mientras asistía a una función en el Ford’s Theatre de Washington.
Nacido en Porbandar, India, Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948) fue otro de los grandes pacifistas y de los más respetados líderes espirituales y políticos del siglo XX. Luchó por liberar al pueblo hindú del dominio colonial inglés, para lo cual desarrolló un método de acción social directa —llamado satyagraha— basado en la no-violencia, la desobediencia civil y la verdad para alcanzar sus objetivos políticos y sociales. Pasó siete años en prisión debido a sus actividades contestatarias. Alcanzada su independencia en 1947, la India se dividió en dos Estados: India y Pakistán, que mantuvieron muchos conflictos armados entre sí. Gandhi bregó por una India unida, donde los hindúes y los musulmanes pudieran vivir en paz. A la edad de 78 años comenzó un ayuno en Nueva Delhi con el propósito de detener el derramamiento de sangre. Los líderes de ambas facciones detuvieron la lucha. Doce días más tarde —el 30 de enero de 1948— fue asesinado por Vinayak Nathura Godse, un fanático hindú opuesto a sus principios de tolerancia hacia todos los credos y religiones.
El <gandhismo, que es el conjunto de las ideas del líder y pensador hindú mahatma Gandhi, fue una forma admirable de pacifismo —fue la teoría y la práctica de la no violencia— y repudió toda forma de sectarismo. Afirmó que las verdades humanas son provisionales, abiertas y experimentales. Y dijo que no había que matar por ellas.
El filósofo y matemático inglés Bertrand Russell (1872-1970) fue otro de los notables luchadores por la paz. Sufrió prisiones en varias oportunidades por defender a los objetores de conciencia contra la guerra y por sus duros ataques contra el <armamentismo. Condenó a los gobiernos que habían conducido a la Primera Guerra Mundial y, como represalia, fue privado de su función académica en Cambridge y encarcelado en 1916. Durante los seis meses que permaneció en prisión escribió su libro "Introducción a la filosofía matemática" (1919). En 1950 recibió el Premio Nobel de Literatura y en 1953 organizó con Einstein el Movimiento Pugwash ante las amenazas inminentes de una guerra nuclear. Más tarde contribuyó a crear el Comité de los 100, en favor de la resistencia no-violenta al armamentismo, iniciativa que lo llevó a la cárcel por segunda vez.
Durante la primera posguerra visitó la Unión Soviética y, en su libro "Teoría y práctica del Bolchevismo" (1920), criticó la aplicación del socialismo marxista en ese país. Fue profesor de la Universidad de Pekín de 1921 a 1922 y luego dirigió en Londres el Beacon Hill School (1928-1932), que era un instituto de educación fundado por él para aplicar sus innovadores y progresistas métodos de enseñanza. Desde 1938 hasta 1944 fue profesor en varias instituciones estadounidenses, pero la Corte de Justicia de Nueva York le prohibió impartir clases en esta ciudad por su actitud iconoclasta, sus ideas radicales, sus críticas a las religiones y su defensa de la libertad sexual.
De regreso a Londres en 1944, fue un ardiente detractor de las armas nucleares. En 1949 el rey Jorge VI le otorgó la condecoración de la Orden al Mérito. Incansable luchador por el pacifismo, a finales de la década de los 50 encabezó un movimiento que demandaba el desarme nuclear unilateral del Reino Unido y fue encarcelado a los 89 años tras haber participado en una manifestación antinuclear. Falleció el 2 de febrero de 1970 en Penrhyndeudraeth, a los 98 años de edad.
El pacifismo y el >sionismo fueron, después de sus investigaciones científicas, dos de las grandes pasiones de Albert Einstein, quien fue uno de los pocos académicos alemanes que condenó públicamente la participación de su país en la Primera Guerra Mundial. Trabajó en la Universidad de Zurich en 1909 y después en la Universidad Alemana de Praga, en 1912 en el Politécnico Nacional de Suiza y finalmente fue nombrado en 1913 director del Instituto Kaiser Wilhelm para la Física en Berlín.
La buena fama científica de Einstein se expandió por el mundo con su descubrimiento de la curvatura de la luz estelar en las cercanías de un cuerpo masivo —como el Sol—, hipótesis que pareció confirmarse durante un eclipse solar en 1919, y con su tesis de la teoría de la relatividad, según la cual las nociones de espacio y tiempo son categorías relativas e inseparables entre sí. El tiempo es la cuarta dimensión del espacio. Y, en la visión de Einstein, espacio y tiempo fundidos en una sola realidad son coordenadas que señalan la posición cósmica y planetaria de la vida del hombre. Con su ecuación E = mc2 revolucionó las ideas tradicionales acerca del tiempo, el espacio y el movimiento.
Ganó el Premio Nobel de Física en 1921. Sin embargo, por sus actividades pacifistas y sionistas fue víctima de los ataques de los grupos antijudíos y por las derechas alemanas. Cuando Hitler llegó al poder en 1933, Einstein emigró a Estados Unidos para trabajar en el Instituto de Estudios Superiores en Princeton, Nueva Jersey.
En 1939 suscribió una carta dirigida al presidente Franklin D. Roosevelt en la que pedía, en nombre de varios expertos en Física, la creación de un programa de investigación sobre las reacciones en cadena. En 1945, cuando se habían fabricado las primeras bombas atómicas, Einstein volvió a escribir al Presidente para intentar disuadirlo de utilizar la nueva arma nuclear. Después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en un activista del desarme internacional y de la libertad política de los intelectuales y científicos del mundo. Murió el 18 de abril de 1955 en Princeton. Fue autor de varios libros: "La relatividad: la teoría especial y restringida" (1916); "Sobre el sionismo" (1931); "Los constructores del Universo" (1932); "¿Por qué la guerra?" (1933); "El mundo como yo lo veo" (1934); "La evolución de la Física" (1938); "En mis últimos años" (1950).
El elocuente pastor bautista y líder del movimiento por los derechos civiles de Estados Unidos, Martin Luther King Jr. (1929-1968), impulsó con pasión los medios no-violentos para alcanzar el ejercicio de los derechos civiles para todos los norteamericanos. Por sus esfuerzos ganó el Premio Nobel de la Paz 1968. Muy influido por los métodos pacíficos del <gandismo, sostuvo que la resistencia pacífica era el arma más potente en manos de los oprimidos para conquistar su libertad e igualdad. Pero las tácticas de no-violencia activa le valieron la oposición de los activistas negros impacientes y el odio de los racistas blancos. Su liderazgo alcanzó la cima en 1963, cuando convocó la marcha sobre Washington y pronunció un inolvidable discurso que electrizó a la masa negra. King murió asesinado a los 39 años de edad.
La madre Teresa de Calcuta (1910-1997), cuyo verdadero nombre era Agnes Gonxha Bojaxhiu, nació en Skopje, Yugoeslavia (hoy Macedonia), de padres albaneses. En 1928 se ordenó de monja católica y viajó a Dublín para unirse a las Hermanas de Loreto, una vieja orden religiosa fundada en el siglo XVII. Después de terminar sus estudios fue a la ciudad de Darjeeling, en el noroeste de la India. En mayo de 1931 tomó su nuevo nombre en homenaje a Santa Teresa de Ávila, la monja española del siglo XVI. En 1929 fue comisionada para enseñar geografía en el colegio secundario de niñas Santa María en Calcuta, al sur de Darjeeling, cuyas calles estaban llenas de mendigos, leprosos y desamparados. En 1946 la Madre Teresa sintió la necesidad de abandonar su posición en el colegio para ocuparse de los necesitados en los villorrios de Calcuta. En 1948 en papa Pío XII le dio su permiso para vivir como monja independiente, año en que obtuvo la ciudadanía hindú. Estudió enfermería en las Misioneras Médicas Americanas de la ciudad de Patna y volvió a Calcuta para fundar las Misioneras de la Caridad. Como hábito usó un sari blanco con un borde azul. Dirigió sus esfuerzos preferentes a los niños de las calles, a quienes enseñó a leer y a cuidarse por sí mismos. Y formó en torno suyo en 1949 un grupo de voluntarias para servir a los pobres sin aceptar recompensa material.
Muchos consideran al Dalai Lama —el líder espiritual y temporal de varios millones de tibetanos— uno de los admirables pacifistas del mundo por su lucha en defensa de la libertad y la paz de su pueblo ante el largo acosamiento del gobierno maoísta de China. Tenzin Gyatso, el décimo cuarto Dalai Lama de la dinastía, nació el 6 de Julio de 1935 en un pequeño caserío campesino y a los dos años fue reconocido como la reencarnación de Avalokitesvara, el Buda de la Compasión, de acuerdo con la tradición religiosa del lamaísmo, que es una variante del <budismo. En 1950, cuando tenía 15 años de edad, se convirtió en jefe de Estado del Tíbet —con 1' 221.600 km2, el Tíbet es la región más alta del planeta, rodeada del Himalaya al sur, la cordillera Karakoram al oeste y las montañas Kunlun al norte—; pero nueve años más tarde, a causa de la invasión de tropas chinas para anexarse su territorio y convertirlo más tarde en la llamada Región Autónoma del Tíbet, tuvo que exiliarse en la India acompañado de 80.000 refugiados, donde estableció el gobierno tibetano en el exilio. Fundó asentamientos agrícolas para que sus seguidores tuviesen donde trabajar, levantó alrededor de 200 monasterios budistas y se empeñó en preservar la cultura tibetana. Durante la >revolución cultural, los guardias rojos maoístas destruyeron centenares de monasterios y monumentos budistas en el Tíbet y promovieron una sangrienta persecución religiosa, que provocó dos resoluciones condenatorias de la Asamblea General de las Naciones Unidas: una el 21 de octubre de 1959 y otra el 9 de marzo de 1961.
Ardiente defensor de la concordia y del pluralismo ideológico, el Dalai Lama recibió el Premio Nobel de la Paz en 1989 por “su enorme respeto por todos los seres vivos” y por su propuesta de “soluciones constructivas para resolver los conflictos internacionales, los temas de derechos humanos y los problemas ambientales del planeta”, según expresó el comité del parlamento noruego encargado de discernirlo.
En octubre de 1987 y mayo de 1993 hubo en el Tíbet violentas manifestaciones de protesta contra el gobierno chino, que respondió con la represión a los líderes de la disidencia, el severo control de la actividad religiosa y la inmigración masiva de colonos chinos. Sin embargo, en agosto de 1993 por primera vez se mantuvieron conversaciones entre el gobierno de Pekín y los representantes del Dalai Lama, aunque ellas no condujeron a cambios sustanciales en la política china sobre el Tíbet.