Del latín ordo —que significa “orden”, “colocación”, “distribución”—, esta palabra designa a los liberales “de orden”, esto es, a quienes quieren que el Estado se limite a realizar tenues funciones policiales en el marco del libre ordenamiento y operación de la sociedad.
Y todos los conocimientos del hombre deben ser sometidos a su libre examen y reflexión.
El <liberalismo nunca se planteó la cuestión de la riqueza como sustento de la libertad individual ni la distribución del ingreso como infraestructura de la democracia. Incurrió en la ingenuidad de suponer que la igualdad ante la ley, la libertad de contratación, el derecho de propiedad sin limitaciones, la libre empresa y la inhibición del Estado ante la actividad económica particular contribuían, por sí solos, a precautelar la libertad de los individuos, cuando la realidad se encargó de probar todo lo contrario: que la abstención de la autoridad pública en la vigilancia del proceso económico conduce a un estado de cosas en que el pez grande se come al chico, frente a un Estado cruzado de brazos.
Esa ingenuidad se puede explicar porque los pensadores liberales insurgieron contra el mercantilismo. Como reacción a ellos, en el movimiento pendular de la historia, postularon la condición libre del individuo frente a la autoridad política y la teoría del
Esta es la razón principal de la inadecuación del sistema liberal —y, hoy, del neoliberal— a los fenómenos sociales de nuestro tiempo. La responsabilidad de salvaguardar las libertades en los días actuales difiere notablemente de cómo debió acometerse esa tarea en el pasado. Dado que sin seguridad económica no puede haber libre albedrío, para defender las libertades del hombre de nuestro tiempo hace falta algo más que las indiscriminadas limitaciones jurídicas al poder: es necesaria una dinámica acción estatal reguladora de las relaciones de producción, que contribuya a la equitativa distribución del ingreso y de la riqueza.
Con esta misma palabra con que se designa en Alemania a los miembros y seguidores de la llamada “escuela de Friburgo”, que sustenta la teoría de la economía social de mercado.
La palabra ordo es latina. Significa “orden”, “colocación”, “distribución”. Para el poeta latino Horacio (65-8 a.C.) ordo significaba “establecer policía”. Este podría ser el origen de la expresión ordoliberal que usan los alemanes para referirse a los liberales “de orden”, esto es, a los que quieren que el Estado se limite a cumplir funciones de policía en la sociedad.
Los principales exponentes de esta escuela de pensamiento económico fueron los alemanes Walter Eucken (1891-1950) y Franz Böhm (1895-1977). Su preocupación central fue asegurar el orden de competencia en la economía para que el mercado pueda funcionar. Desde Alemania estas ideas se irradiaron hacia el mundo. Fueron acogidas por los partidos de la vertiente democristiana y luego se convirtieron en la teoría económica del >neoliberalismo.
Ellos se propusieron encontrar una “tercera vía” entre la economía dirigida de corte marxista y la economía de libre mercado de corte liberal. Consideraron ineficiente a la primera y obsoleta a la segunda.
El sociólogo y economista alemán Alfred Müller-Armack, en uno de sus libros publicado en 1946, definió los elementos que a su juicio caracterizan a la llamada “economía social de mercado”. Su pensamiento respondió fundamentalmente a las circunstancias postbélicas de Alemania, caracterizada por los fuertes controles económicos que quedaron como rezago de la economía de guerra, frente a los cuales el autor propuso el retorno hacia la asignación de recursos por el mercado y la libre formación de los precios, aunque sin desechar del todo los controles en los sectores de la economía que consideraba poco competitivos, como el de la agricultura, la energía y algunos otros. Le preocupaba además el problema de la equidad en la distribución de la renta y la instrumentación de ciertas políticas económicas encaminadas a la consecución del pleno empleo.
En este planteamiento se alinearon von Böhm, von Dietze, Eucken, Hensel, Lutz, Maier, Meyer, Schmitt, Schmölders, von Breckerath, Jenssen, Lampe, Preiser, von Stackelberg, Wessels, Röpke, Rütow en Alemania y también otros economistas alemanes que habían emigrado a Estados Unidos en razón de la guerra, como von Haberler, Kronstein, Machlup y Mering.
Las ideas de este importante grupo de economistas fueron recogidas y aplicadas en la Alemania de la segunda postguerra por el ministro de economía del gobierno demócrata-cristiano, Ludwig Erhard.
El estaba convencido de que el dirigismo económico sólo producía escasez. Eliminó todos los controles propios de la economía de guerra que regía la Alemania de su tiempo. Devolvió al mercado la función reguladora de los precios y la asignación de recursos. Descentralizó la toma de decisiones económicas en favor de las unidades de producción y de consumo, llamadas confrontar sus intereses en el mercado. El Estado asumió la obligación de asegurar y fomentar la competencia. Propició la formación de un empresariado moderno, menos egoísta que el de antaño, que tendiera a asumir sus responsabilidades en las tareas del desarrollo.
Aunque sus propugnadores dicen que la economía social de mercado no es una repetición del <laissez faire, la verdad es que, de todas maneras y en última instancia, ella no deja de ser una economía de mercado, es decir, un orden económico en el cual los agentes privados planifican y deciden sus acciones en forma descentralizada. Y, como tal, no está desprovisto de todas las características del sistema libreconcurrente. Entre ellas, de la presencia de la llamada <mano invisible que según Adam Smith (1723-1790) guía el comportamiento económico de los individuos y confiere al mercado la “inteligencia” suficiente para resolver, por la vía de la confrontación de los intereses individuales y de la formación de los precios, los intrincados problemas de la producción y distribución de bienes. Según el criterio de Smith y de sus seguidores de la escuela clásica y neoclásica, ella es capaz de determinar eficientemente el qué, el cómo y el para quién de la producción económica de un país. De modo que las funciones económicas del Estado deben ser muy pocas: la promoción de la educación, la vigilancia del orden y de la paz social, la administración de justicia y la construcción de la infraestructura económica.
el gobierno, el poder o la influencia de los partidos políticos en la conducción del Estado.