Es la acción de dar muerte violenta a una persona por varias otras o por una multitud. La palabra viene del verbo inglés “to lynch”, cuyo origen presumiblemente está en el apellido de un hacendado de Virginia, Charles Lynch, de quien se dice que durante la revolución independentista norteamericana del siglo XVIII solía aplicar su propia ley —a la que la gente pronto llamó Lynch law— y hacerse justicia por su cuenta. Del apellido de este terrateniente se formó en el inglés, como ha ocurrido en otros casos, el verbo “to lynch” para designar la acción de hacer justicia por mano propia y de ejecutar, sin proceso previo y tumultuariamente, a una persona sospechosa de la comisión de una falta o un delito.
Sin embargo, otros señalan un origen un tanto diferente de esta palabra. Dicen que proviene del apellido Lynch de un magistrado de Carolina del Sur a mediados del siglo XVIII —en lo que hoy son los Estados Unidos de América—, quien solía ejecutar a ciertos delincuentes sin proceso previo y en forma tumultuaria.
De cualquier manera, lo que hoy caracteriza al linchamiento es, de un lado, la ausencia de un procedimiento judicial previo de acuerdo con la ley, y, de otro, que es la gente la que, por su cuenta y riesgo, y tumultuariamente, castiga con la muerte al sospechoso de una infracción u ofensa.
Por extensión, en el ámbito político se habla de linchamiento cuando, sin previo juicio y sin suficientes pruebas, la sociedad condena injustamente a una persona o la somete a persecución moral.
En algunas oportunidades ha sido la acción de los medios de comunicación, con su enorme poder testimonial y estigmatizante, la que ha contribuido a producir deplorables casos de linchamiento político al acusar sin fundamento a personas. Después, aunque la justicia formal las haya absuelto o aunque la propia prensa se haya rectificado en sus juicios, ellas ya habían sufrido la sentencia y condenación irremisibles de la opinión pública.