Son sin duda las modalidades más populares de las artes marciales. En ellas se utilizan golpes, puñetazos, derribos, giros corporales, apresamientos, saltos, caídas, esguinces, patadas en el aire y volteretas. Muchos de los golpes de ellas se ejecutan con la mano abierta y pueden resultar mortales porque están dirigidos contra órganos vitales del cuerpo humano.
El karate (palabra que en japonés significa “mano vacía”) es un arte marcial de autodefensa que utiliza golpes con los nudos del puño, las manos cortantes —”manos cuchillo”—, los dedos punzantes, los codos, las rodillas o la parte frontal o lateral de los pies, dirigidos contra zonas vulnerables del cuerpo. Los golpes y patadas van acompañados de exhalaciones y gritos que ayudan al karateca a alcanzar el ritmo, el equilibrio, la sincronización y la fuerza necesarios para darles mayor eficacia. Es proverbial la potencia de un maestro de karate para partir una tabla o un ladrillo con un golpe de sus manos desnudas.
Derivado del antiguo boxeo chino denominado shaolin, el karate se inició en la isla de Okinawa como método de defensa de los nativos desarmados contra los invasores japoneses 1.500 años antes de nuestra era. Sus técnicas, por tanto, son muy antiguas. El karate se parece al judo y al jujitsu pero ha perfeccionado mejor la técnica de los golpes directos contra los puntos más vulnerables del cuerpo humano: la cara, el cuello, el plexo solar, la espina dorsal, las ingles y los riñones, especialmente.
En la segunda década del siglo XX el tang hand —que así se llamaba este método de lucha de rapidez y potencia— fue introducido en el Japón por Funakoshi Gichin, quien le puso el nombre de karate.
En esta disciplina deportiva, como en otras de las artes marciales, el color de los cinturones representa el grado de adiestramiento del karateca. Los colores son, en orden ascendente, blanco, verde, morado, marrón y negro.