islamización de Europa Hay quienes sostienen que Europa y muchos países del mundo desarrollado viven un proceso de islamización impulsado por la aluvional migración musulmana a su territorio, que empezó en la segunda mitad del siglo XX y continuó en el siglo XXI, estimulada por las necesidades de mano de obra barata para sus procesos de producción, de un lado, y de otro, atraída por los beneficios que la seguridad social de los países europeos ofrece a todos sus habitantes.
Y es que, en realidad, como lo afirmó el investigador egipcio Ali Abd al-Aal, el 80% de los musulmanes en los países de la Unión Europea vive de la seguridad social estatal, que es uno de los principales atractivos para la inmigración musulmana.
Lo cierto es que millones de árabes, huyendo de la pobreza, el caos político y las sanguinarias dictaduras en sus países de origen, se embarcan hacia Europa —hacia la “Europa infiel”, que dicen los musulmanes—, donde son recibidos con xenofobia y racismo en el marco de un agudo choque cultural puesto que —en términos científicos, religiosos e idiosincrásicos— las distancias son enormes. Y han conducido a que se formen barrios musulmanes —que son verdaderos guetos— en las zonas periféricas y pobres de las urbes europeas en las que se difunden religión, prácticas y costumbres islámicas.
Por esos lugares no puede pasar una mujer sin cubrirse la cabeza. Los matrimonios son endogámicos. Existen sus propias escuelas coránicas. Las mezquitas convocan grandes congregaciones —probablemente mayores que las de otras iglesias—, desde donde se emiten mensajes antioccidentales. Y al interior de tales barrios impera de facto la “sharia”, o sea la ley islámica, y a ellos no ingresan los mandatos legales del Estado anfitrión ni sus autoridades nacionales, puesto que sus pobladores consideran que su lealtad con el Islam es mucho más importante que la fidelidad hacia el país que los recibe.
Actualmente viven en Europa occidental 54 millones de musulmanes. Y muchos políticos europeos consideran que la masiva inmigración musulmana constituye una amenaza para la seguridad continental. Sostienen que el islamismo, antes que una religión, es una ideología política con designios de dominio universal, que pretende la islamización de Europa —islamización desde abajo: desde la base social— y les preocupan las altas tasas de natalidad de la comunidad musulmana, que contrastan con las muy bajas de las sociedades europeas.
Sostienen que, en términos comparativos, la población europea disminuye mientras que la islámica crece.
Al respecto, el investigador egipcio Ali Abd al-Aal afirmó en octubre del 2012, en una entrevista televisual en Líbano, que el 80% de los musulmanes en la Unión Europea vive de la seguridad social estatal —que es uno de los principales atractivos para la inmigración musulmana— y se niega a trabajar.
Y hay quienes sostienen que muchos de los países del mundo desarrollado soportan procesos de “islamización” impulsados por la aluvional migración de musulmanes a su territorio, que se agudizó en la segunda mitad del siglo XX y continuó en el siglo XXI, estimulada por las necesidades de mano de obra barata para los procesos de producción, de un lado, y de otro, atraída por los beneficios que la seguridad social de los países desarrollados ofrece a todos sus habitantes. Al respecto, el investigador egipcio Ali Abd al-Aal afirmó en octubre del 2012 que el 80% de los musulmanes en la Unión Europea vive de la seguridad social estatal, que es uno de los principales atractivos para la inmigración musulmana.
Lo cierto es que millones de árabes —huyendo de la pobreza, el caos político y las sanguinarias dictaduras de sus países de origen— se embarcan hacia la “Europa infiel” —que dicen los musulmanes— no obstantes las muchas expresiones de xenofobia y racismo con que son admitidos en el marco del agudo choque cultural, religioso e idiosincrásico.
Y son recibidos con cierta hostilidad no solamente por los xenófobos y racistas tradicionales —con xenofobia agudizada por los atentados terrorislas del 11 de septiembre 2001 en Nueva York y el 11 de marzo 2004 en Madrid— sino también por otros sectores de la opinión pública opuestos a la complicada apertura migratoria en términos culturales, religiosos e idiosincrásicos.
Tales distancias han conducido a que esos inmigrantes formen en las zonas periféricas y pobres de las ciudades europeas barrios enteros —que son verdaderos guetos— en los que se difunden sus religiones, costumbres y prácticas sociales. Y en los que los matrimonios tienden a ser endogámicos.
Las numerosas iglesias convocan grandes congregaciones musulmanas —probablemente mayores que las de otras iglesias— desde donde suelen emitirse mensajes antioccidentales, puesto que al interior de esos barrios impera de facto la “sharia”, o sea la ley islámica, y a ellos poco ingresan los mandatos legales del Estado anfitrión ni sus autoridades nacionales. Y es que sus integrantes consideran que su lealtad con el Islam o con otros credos religosos es mucho más importante que su fidelidad con el país que los recibe.
El islamismo —que a más de religión es una ideología política de tendencia teocrática y fundamentalista— señala reglas de comportamiento social.
Por ejemplo, actualmente viven en Europa occidental más de 54 millones de musulmanes. Y muchos de los políticos europeos consideran que esa masiva inmigración constituye una amenaza para la seguridad europea. Sostienen que toda religión lleva envuelta una ideología política con sus propios designios de dominio universal, y que los islámicos pretenden la islamización de Europa —islamización desde abajo: desde la base social—. Y les preocupa el crecimiento de este credo religioso puesto que son altos los índices de natalidad de la comunidad musulmana, que contrastan con los muy bajos de las sociedades europeas. Por lo que, según sostienen, en términos comparativos la población europea disminuye mientras que las otras crecen y arraigan sus convicciones religiosas, sociales y económicas.
Fenómeno que se agudizó en la segunda mitad del siglo XX y continuó en el siglo XXI, estimulado por las necesidades de mano de obra barata para los procesos de producción norteamericano y europeos, de un lado; y, de otro, atraído por los beneficios que el empleo y la seguridad social de los paísesindustrializados ofrecen indistintamente a todos sus habitantes.