Esta palabra tiene dos acepciones: la una se refiere al proceso económico interno de un país y designa las múltiples relaciones que se establecen entre los distintos componentes de la economía. Este fue el sentido que a ella dieron el economista fisiocrático francés Francisco Quesnay (1694-1774) en su célebre Tableau Économique (1758) y más tarde el economista francés León M. Walras (1834-1910) y el economista ruso-norteamericano Wassily W. Leontief (1906-1999) al enfocar las características estructurales de los sistemas económicos.
La otra acepción tiene que ver con el mundo internacional. Se refiere a la interacción de los Estados en el campo económico. En este sentido la palabra no es tan nueva como se supone. El presidente Franklin D. Roosevelt de Estados Unidos, en un discurso pronunciado en la década de los años 30 en Argentina, expresó que “cada uno de nosotros ha aprendido las glorias de la independencia; pero hoy tenemos que aprender las glorias de la interdependencia”.
Han transcurrido más de sesenta años desde entonces y los hechos han dado la razón a Roosevelt. Vivimos un mundo globalizado en que nadie puede pretender estar al margen de los efectos de los acontecimientos planetarios. El concepto clásico de >soberanía ha entrado en revisión. La <autarquía es una quimera. Los condicionamientos internacionales se extienden no solamente sobre los países chicos sino también sobre los grandes. Todos ellos están sometidos a la interdependencia del mundo contemporáneo, que es un fenómeno no solamente económico sino también científico, político y militar. Las decisiones y acciones que en estos campos se toman en un lugar repercuten en otro con gran fuerza. El asesinado primer ministro de Israel, Isaac Rabín, afirmó a fines de 1994 en Seúl que “los misiles Scud-C de tecnología soviética que fabrica Corea del Norte y vende a Irán y Siria representan un peligro para su país y para la paz de la región”. Este es un ejemplo demostrativo de la interdependencia que impera en el mundo. Es tal la conexión actual entre los países, en un planeta empequeñecido por los avances científicos y tecnológicos, que la fabricación en uno de ellos de armas de tecnología de otro, para venderlas a un tercero, amenaza la seguridad de varios otros países.
En el mundo moderno las relaciones entre los países se han multiplicado y diversificado. Las transacciones y los flujos monetarios internacionales establecen ajustadas imbricaciones entre las economías. Las redes de comunicaciones y transportes cubren el planeta. La tendencia hacia la <globalización de la economía, el <desarrollo económico considerado como operación global, las demandas de la defensa ambiental, el crecimiento demográfico, el agotamiento de los recursos naturales, la consolidación de la paz como empresa multinacional, la vigencia de los nuevos derechos humanos, el combate contra la violencia y el narcotráfico, las comunicaciones satelitales de alcance planetario y otros factores han determinado una ineludible condición de interdependencia de los Estados. Probablemente la manifestación actual más dramática de esa interdependencia gira en torno al medio ambiente, de cuya integridad dependemos vitalmente todos.
Esto demuestra que los Estados se han vuelto “vulnerables” por las decisiones tomadas en otros lugares del mundo. Que la noción de la soberanía ha perdido buena parte de su significación práctica. Cada vez resulta más difícil para los países aíslar sus procesos económicos del contexto mundial. Esto no lo pueden hacer ni siquiera los países grandes. La dinámica de la interdependencia se asemeja más a un mapa meteorológico que político, puesto que se emplaza por encima de las fronteras nacionales.
Las modificaciones de las tasas de interés o de las de cambio en un país producen movimientos financieros en otros, los problemas de la producción de unos lugares efectan los precios en puntos distantes, la sobreoferta de productos, las tormentas que aniquilan los terrenos sembradíos, las fluctuaciones del precio del petróleo, los efectos de la crisis económica de un país importante y una serie de otros factores nuevos y viejos influye sobre el curso de los acontecimientos económicos en lugares geográficamente distantes. Esta es la interdependencia, que hoy está en el centro del análisis económico.
Ella tiene una explicación: el Estado tradicional se demuestra insuficientemente dotado para hacer frente individualmente a los nuevos y grandes desafíos de escala planetaria. El mundo demanda crecientemente soluciones concertadas transnacionalmente para afrontar problemas de magnitud antes desconocida, como el desarme, el afianzamiento de la paz, la defensa del medio ambiente, la protección de los derechos humanos, la explosión demográfica, el desarrollo sustentable.
Esta es la explicación de la interdependencia.
Pero no hay duda de que se trata de una interdependencia asimétrica porque para los pueblos del sur la relación es más de <dependencia que de interdependencia, por su condición política, económica y cultural subordinada respecto del norte.
Los países del sur no son interlocutores igualitarios y están excluidos de toda participación en la toma de las decisiones mundiales. Y mi percepción es que esa subordinación, lejos de atenuarse, se incrementa constantemente al ritmo de los avances científicos y tecnológicos del primer mundo.