Es el proceso histórico que marca el tránsito entre el >poder político arbitrario, sujeto enteramente al influjo personal de quienes lo ostentaban, sin límites conocidos, y el poder reglado por normas jurídicas, sometido a competencias, cuyos titulares no pueden hacer algo que previamente no esté autorizado por la ley. Proceso que marchó paralelamente al del constitucionalismo. Uno de los índices para medir el desarrollo político de los pueblos es el grado de conversión del poder personal en el poder impersonal de la ley.
El poder institucionalizado es el que ha sido despojado de lo personal, caprichoso, incierto y accidental que tuvo desde los albores de la sociedad humana. Uno de los grandes valores del desarrollo político de los pueblos es la previsibilidad del poder, es decir, la posibilidad de saber hasta dónde pueden llegar sus efectos y cuáles son las limitaciones de la autoridad pública. Aquí descansa la >seguridad jurídica de los gobernados, o sea su certeza de ánimo de que no serán molestados si no cometen actos contrarios a la ley.
En las sociedades primitivas no existía la institucionalización del poder. El caudillo político era, a la vez, legislador, juez, jefe militar, hechicero y sacerdote. Ejercía un mando total y arbitrario hasta que alguien, imponiéndose por la fuerza o por la astucia, lo sustituía en el poder. Nada había que se pareciera a delimitación de competencias. Todos los elementos del poder estaban concentrados en una sola persona, que invocaba una serie de supersticiones para gobernar. Generalmente decía descender de los dioses o personificarlos, en medio de la magia de las sociedades rudimentarias. El factor de cohesión del grupo era el parentesco, que después fue sustituido por el territorio. Esto correspondió aproximadamente a lo que los modernos antropólogos políticos denominan “sociedades sin Estado” y “sociedades estatales”, como lo hacen los antropólogos británicos Meyer Fortes (1906-1983) y Edward E. Evans-Pritchard (1902-1973) después de sus investigaciones en los grupos primitivos africanos.
En todo caso, lo que interesa saber es que la institucionalización del poder es una categoría relativamente reciente, que adviene cuando maduran y se consolidan en la sociedad ciertas instituciones políticas, o sea modelos de comportamiento y reglas de conducta considerados como correctos y convenientes, de aceptación general, que con el correr del tiempo se protegen por normas jurídicas.
El poder institucionalizado es, en definitiva, el que se apoya sobre instituciones permanentes que superan las veleidades personales en la vida de una sociedad política.