Es lo que sólo existe en la imaginación, es decir, lo que no tiene vida real. Esta es la significación tradicional y clásica de este adjetivo castellano. Pero algunos sociólogos y antropólogos modernos hablan del “imaginario” como uno de los elementos de la cultura de un pueblo. Ligándola más al concepto de “imagen” que al de “imaginación”, dan a la palabra una acepción diferente de la aceptada por el diccionario castellano. Usan la palabra “imaginario”, como sustantivo masculino —el imaginario—, para designar el conjunto de las imágenes, mitos, emblemas, símbolos, héroes, relatos históricos, consejas, ficciones y alegorías que forjan los pueblos, con mayor o menor precisión, con mayor o menor arbitrariedad, en su búsqueda de identidad.
El “Diccionario Esencial de la Lengua Española” publicado en el 2006 por la Real Academia Española —que adelantaba los contenidos de la próxima edición del Diccionario de la Lengua Española—, aceptando el uso que al término han dado modernos pensadores, incluyó una tercera y nueva acepción de la palabra imaginario: “imagen que un grupo social, un país o una época tienen de sí mismos o de alguno de sus rasgos esenciales”.
La nueva significación de la palabra entraña la conversión de un adjetivo en sustantivo para con él designar el conjunto de los elementos simbólicos y conceptuales de un grupo social.
Esta palabra ha seguido un itinerario histórico semejante a la de “colectivo”, que tradicionalmente ha sido un adjetivo que significaba “perteneciente o relativo a cualquier agrupación de individuos” —como en “nombre colectivo”, “iniciativa colectiva”—; pero que después, por la sustantivación que de la palabra hicieron los sociólogos, la Real Academia Española de la lengua terminó por incorporar a comienzos de los años 90 una tercera acepción de ella: “grupo unido por lazos profesionales, laborales, etc.”, como en “colectivo partidista” o “colectivo nacional”. En este caso, la palabra es un sustantivo de signo masculino.
En el seminario sobre Imaginario, Civilización y Cultura del Siglo XXI realizado en Guadalajara, México, a comienzos de diciembre del 2005, escuché decir al profesor y escritor chileno Miguel Rojas Mix que “el imaginario nacional se desarrolla en el marco de un relato autorizado de la historia y está compuesto por héroes, fundadores, ideas y valores patrios que tienen un efecto vinculante en la vida política y social”. Y en su libro “El Imaginario” (2006), con un extraordinario despliegue de cultura y conocimientos, afronta profunda y extensamente el tema.
Sin duda, esa representación de la realidad nacional que forjan en su cabeza los pueblos para alcanzar la identificación del “nosotros” —que es el “imaginario”— resulta un elemento coadyuvante al que acuden los estudiosos para analizar la realidad cultural y social de un país.
En algunas universidades europeas y latinoamericanas se han creado centros de estudios para investigar el “imaginario” de los diversos pueblos y explicar su cultura, sus realidades y su historia.
Y los políticos harían bien en entender e interpretar los imaginarios de sus pueblos para desenvolverse mejor en el escenario público.
La concepción del “imaginario” pertenece a la cultura audiovisual de nuestros días —tan influida por la televisión y la informática—, que se funda en la imagen antes que en la palabra escrita.