Expresión de origen militar frecuentemente usada en la vida política para significar la acometida de amenazas o el ejercicio de presiones psicológicas contra una persona o un grupo de personas con el propósito de compelerlos a que hagan algo o de disuadirlos de que lo hagan. Normalmente esas amenazas no llegan a cumplirse pero logran su objetivo intimidador. La “guerra de nervios” es una forma de >guerra psicológica y responde a una planificación técnica y rigurosamente hecha para lograr su objetivo de condicionar, por medio de presiones intimidatorias, la conducta de las personas contra quienes va dirigida. Los regímenes totalitarios desarrollaron científicamente la técnica de la guerra psicológica para someter a la obediencia absoluta a los pueblos. El ministro Joseph Goebbels (1897-1945), durante el >nazismo, desplegó un papel de siniestra eficacia en esta materia.
Las operaciones de la guerra de nervios se ejecutan por medio de la propaganda, la <desinformación, los rumores falsos o alarmistas y otros medios que buscan ejercer presión sobre el ánimo de las personas, aunque sin llegar a la agresión física, para generar en ellas temores invencibles y reflejos condicionados de naturaleza política.
Recuerdo que, como candidato a la presidencia y durante mis campañas electorales en Ecuador, con frecuencia me venían informaciones acerca de acciones hostiles que mis opositores iban a desencadenar contra mí durante el ingreso a determinada ciudad. Me llegaban incluso los detalles de las agresiones armadas que se preparaban. Y, por supuesto, no faltaba alguien que sugería suprimir el acto político para evitar problemas. En una oportunidad recibí la información, “con pelos y señales”, de la forma como iba a ser asesinado por un comando de ultraizquierda en la tribuna de una gigantesca concentración de masas con la que cerraba mi campaña en Guayaquil, para culpar de mi muerte a mi contendor de la derecha y convulsionar el país. Nada de eso ocurrió. Fueron las informaciones y los rumores típicos de la guerra de nervios.
La guerra de nervios se da también en el campo internacional. Antes de que se rompan las hostilidades militares entre los Estados, sus gobiernos suelen atacarse verbalmente, formular amenazas inconcretas, anunciar represalias, invocar reales o supuestas alianzas estratégicas con otros Estados, propagar noticias alarmantes y amagar de diferentes maneras para desmoralizar a las tropas enemigas, debilitar su ánimo de lucha y ablandar la resistencia de la población civil.