Es el nombre de la canción patriótica norteamericana compuesta en 1918 por el inmigrante siberiano Irving Berlín (1888-1989) en Camp Upton, Yaphank (Long Island), cuya versión original fue modificada por su autor veinte años más tarde para darle un tono de paz más adecuado a las circunstancias prebélicas que entonces vivía el mundo.
La versión modificada la cantó Kate Smith por primera vez el 11 de noviembre de 1938 durante un programa de radio conmemorativo del Día del Armisticio y causó un impacto sensacional en la sociedad norteamericana. Desde entonces la canción alcanzó casi tanta importancia como el himno nacional y su título —God bless America— sirvió como consigna patriótica que se ha repetido en los momentos de orgullo, rabia, alegría o tristeza del pueblo norteamericano.
Esta consigna patriótica ha resonado en los días fastos y también en los nefastos de la historia estadounidense. Ha estado presente en las conmemoraciones históricas, en el tributo a los héroes, en la celebración de las fiestas patrias y en las victorias militares, pero también en las horas tristes, como la del ataque japonés contra Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, que determinó el ingreso de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial; o el atentado terrorista del 11 del septiembre del 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, que estremeció de horror e indignación al pueblo norteamericano; o la explosión en el aire de la nave espacial Columbia con siete tripulantes a bordo en la mañana del 1 de febrero del 2003, que sobrecogió de pena a los estadounidenses. En estos y otros episodios de tragedia nacional el pueblo norteamericano repitió el lema “god bless America” en homenaje a sus héroes o a sus víctimas.
Con frecuencia los presidentes de Estados Unidos suelen concluir sus discursos con la frase “god bless America” (dios bendiga a América). Esta ha sido una vieja costumbre. Aunque no en los mismos términos, expresiones parecidas se encuentran en las declaraciones de George Washington, John Adams, James Madison o Thomas Jefferson en los días de la lucha por la emancipación y en los primeros años de la vida independiente de Estados Unidos.
Las invocaciones a la divinidad se han producido a pesar de la formal separación entre la iglesia y el Estado que se consagra en los textos fundacionales de la Unión norteamericana, probablemente porque en este país, profundamente conservador y tradicionalista en lo político-religioso, existe uno de los índices más bajos de <agnosticismo y de <ateísmo. Los Estados Unidos nunca tuvieron un presidente agnóstico ni ateo. En las propias campañas electorales se suele expresar un alto grado de compromiso de los candidatos con su dios y con su fe protestante. Son conocidas las dificultades por las que tuvo que atravesar John F. Kennedy —hasta ese momento el único presidente católico de un pueblo mayoritariamente protestante— para poder llegar a la <Casa Blanca.
Este conservadorismo se agudizó a partir del <fundamentalismo de principios del siglo XX, en que los textos de la Biblia se convirtieron en la principal referencia ética, cultural y política de la gran masa de los norteamericanos para protegerse de las teorías darwinistas y marxistas. El origen del fundamentalismo norteamericano está en los 10 volúmenes de "The Fundamentals" publicados entre 1910 y 1915 en Estados Unidos, que contenían los textos de los teólogos evangélicos conservadores de finales del siglo XIX. Desde esa época se empezó a hablar de fundamentalismo y se formaron diversas organizaciones cristianas integristas para defender sus creencias en la inspiración divina y la infalibilidad de la Biblia, el castigo supraterrenal por los pecados, la salvación personal por medio de Cristo y el regreso de éste a la Tierra antes de que termine el segundo milenio para redimir a los hombres. Con el paso de los años algunos de los grupos fundamentalistas llegaron a tener un gran poder e influencia política. Ese fundamentalismo representó y sigue representando el centro del pensamiento político conservador que ha puesto mucho énfasis en los actos de fe, en la práctica religiosa, en la integridad de la familia patriarcal, en la santidad del matrimonio, en la proscripción del divorcio, el adulterio y el aborto, en la persecución del <feminismo, en la completa autoridad de los hombres sobre las mujeres como manda la Biblia y en la educación de los hijos bajo el temor a dios y la obediencia a los padres. Todo esto alentado por los predicadores y los telepredicadores melodramáticos y truculentos que manejan las artimañas de una oratoria que apunta más al corazón que a la cabeza de los feligreses.
En Estados Unidos son muy pocos y minoritarios los grupos y las personas que nadan contracorriente. Un caso aislado que recuerdo fue el de la organización American Civil Liberties Union (ACLU) que demandó a las escuelas públicas retirar los carteles con el lema “God bless America”, que habían colocado profusamente con ocasión de los atentados terroristas islámicos del 11 de septiembre.