A la una y cinco minutos de la tarde del 9 de abril de 1948 tres disparos de un revólver Smith & Wesson torcieron los destinos de Colombia. Fue en la esquina céntrica de la carrera séptima y la calle 14 de Bogotá, donde cayó asesinado el más grande de los caudillos populares colombianos del siglo XX: Jorge Eliécer Gaitán. Inmediatamente la gente salió a las calles para vengar su muerte, en medio de una orgía de sangre y destrucción que se denominó el <bogotazo.
Jorge Eliécer Gaitán (1898-1948) tuvo una larga e intensa trayectoria pública. Fue un notable abogado penalista, profesor universitario, alcalde mayor de Bogotá, ministro del trabajo, candidato a la presidencia de Colombia, parlamentario, jefe del Partido Liberal y, sobre todo, un formidable orador de masas. Al conjunto de sus ideas políticas se llamó gaitanismo y a sus seguidores, gaitanistas.
Después de haber obtenido el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Colombia, cursó estudios de Criminología y Derecho Penal en Italia, coronados con extraordinario éxito puesto que su tesis de grado fue calificada por el jurado como magna cum laude. Fue alumno del célebre penalista italiano Enrique Ferri (1856-1929), uno de los fundadores —junto con César Lombroso (1835-1909) y Rafael Garófalo (1851-1934)— de la antropología criminal y de la escuela positiva en el derecho penal, de quien recibió no solamente enseñanzas jurídicas sino también políticas porque el penalista italiano era un socialista militante de profundas convicciones. El positivismo representó una gran revolución en el derecho penal tradicional. Sus seguidores se lanzaron duramente contra los pensadores de la escuela clásica —Beccaria, Carrara, Howard, Marat, Romagnosi, Feuerbach, Bentham, Carmignani, Binding, Beling— y, profundizando en el estudio del delincuente y del delito, sostuvieron que hay un cierto determinismo social en los actos delictivos y que las penas, antes que sanciones, deben ser un medio de defensa social.
No es fácil entender por qué Gaitán se afilió al Partido Liberal de Colombia en lugar de fundar un partido socialista, en concordancia con sus profundas convicciones ideológicas, y por qué militó en las filas liberales si decía que “en Colombia no hay partidos” y que “el pueblo es uno solo y la oligarquía lo ha dividido en dos bandos irreconciliables para sacar provecho y beneficio” y si además estaba convencido, como lo dijo tantas veces, de que en su país había una oligarquía conservadora y una oligarquía liberal. Gaitán fue, en realidad, un socialista. Un socialista democrático. Su tesis de grado en 1924 se tituló “La ideas socialistas en Colombia”. Sus más hondas convicciones le llevaron tempranamente a luchar por la justicia social y la equitativa distribución del ingreso. La polarización socioeconómica fue su preocupación más importante. Su solidaridad con los trabajadores fue permanente.
Decepcionado del gobierno liberal, Gaitán formó en 1933 un movimiento político denominado Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR) para impulsar las reformas sociales en Colombia. Pero este movimiento tuvo corta duración.
Fue probablemente por motivos tácticos que entonces Gaitán ingresó a las filas liberales, ya que Colombia —regimentada por el bipartidismo liberal-conservador desde el siglo XIX— no estaba preparada aún para la fundación de un partido socialista. Y no había un espacio político para el socialismo democrático puesto que el flanco de la izquierda había sido ocupado por el socialismo marxista y el comunismo. Por eso Gaitán trató de socializar el liberalismo y su intento le condujo a la disensión política y electoral con el “oficialismo liberal” encarnado en Gabriel Turbay. Esta disensión hizo posible, después de 16 años de gobiernos liberales, el triunfo de las fuerzas conservadoras con Mariano Ospina Pérez a la cabeza en las elecciones presidenciales de 1946. El Partido Liberal se dividió en dos alas: el “oficialismo” postuló a Turbay y el sector disidente a Gaitán. Los resultados fueron lógicos: la escisión liberal permitió el triunfo del candidato conservador.
Probablemente por consideraciones tácticas se explica el ingreso de Gaitán al Partido Liberal. Su pensamiento estaba muy lejos del >liberalismo. En su tesis de grado sostuvo que ”el capitalismo es la concentración de los capitales, socialmente producidos, para el provecho individual de quienes controlan el trabajo de los demás” y, frente a la evidencia de las injusticias sociales, él se declaró revolucionario antes que reformista.
De personalidad huraña, amante de la soledad y el silencio en el ámbito privado, nada amó más Gaitán que el gran espectáculo de las multitudes, en las que se electrizaba y a las que electrizaba con su palabra turbulenta y reivindicadora y con sus gestos de domador. Dominaba todos los secretos de la oratoria de masas. Conmovía, irritaba, halagaba, enternecía. No se complicaba con disquisiciones académicas sino que esparcía su mensaje con palabras simples pero cargadas de emoción que golpeaban de manera directa el sentimiento y la pasión de las masas. Proclamaba: ”¡yo no soy un hombre, yo soy un pueblo!” y acudía con frecuencia a arengas conmovedoras: “contra la oligarquía liberal y la oligarquía conservadora: ¡a la carga!”.
Imitando al joven y noble contrarrevolucionario francés Enrique de Larochejacquelein —quien en marzo de 1793 en protesta contra la condena a muerte del rey Luis XVI se presentó ante los realistas comandados por Catalineau y les gritó: “¡soy un muchacho, pero con mi valor me mostraré digno de mandaros; si marcho adelante, seguidme; si retrocedo, matadme; si muero, vengadme!”—, Gaitán solía repetir casi en los mismos términos la encendida arenga: ”¡si avanzo, seguidme; si retrocedo, empujadme; si os traiciono, matadme; si muero, vengadme!”
No fue realmente un ideólogo, en el sentido de creador de una ideología. Sentía el socialismo románticamente pero las demandas de la lucha le restaron tiempo para penetrar en sus honduras económicas y sociales. Más fecundo en consignas y proclamas de guerra que en postulados doctrinales, conocedor a fondo de la realidad colombiana, Gaitán tuvo el mérito de haber contribuido a la toma de conciencia del pueblo colombiano sobre su propio quebranto económico y social. Suscitó una profunda insatisfacción en las masas desposeídas y las impulsó a luchar por sus derechos ancestralmente conculcados por los pequeños círculos plutocráticos. La democracia para Gaitán era un todo englobante de elementos políticos, económicos y sociales. Repitió siempre que la inequitativa distribución de la riqueza falseaba la democracia y que la concentración de la tierra en pocas manos era una de las más duras expresiones de la injusticia social de Colombia. “Somos un país de tierras sin hombres y hombres sin tierra”, afirmaba. Denunció la postración de los obreros y de las capas medias bajo el dominio de las castas opresoras. Lo cual le valió el odio de los sectores burgueses que lo tildaron de “acomplejado”, “inadaptado social”, “ambicioso”, “resentido”, “soberbio”, “vanidoso” y los demás adjetivos del conocido repertorio del señoritismo prepotente. Con sus prédicas populistas Gaitán contribuyó a dividir horizontalmente a la sociedad colombiana en dos bandos contendientes: el pueblo y las oligarquías. Estimuló el odio de clases. Definió a la oligarquía como “la concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para su propio interés, a espaldas del resto de la comunidad”. Y declaró la guerra popular contra ella.
Gaitán solía hablar de la “oligarquía interna” y de la “oligarquía externa” para referirse a las fuerzas endógenas y exógenas que operaban articuladamente sobre los destinos políticos y económicos de Colombia en el marco de la dependencia exterior a la que estaban —y están— sometidos los pueblos latinoamericanos. Por eso combatía duramente contra los monopolios y el poder imperial y alentaba la solidaridad entre todas las fuerzas políticas de izquierda en América Latina.
Gloria Gaitán —la única hija del líder— hablaba de “memoricidio” para referirse al deliberado olvido que los gobiernos y partidos políticos colombianos hicieron de la memoria de su padre. “Su legado científico en lo político —afirmó— está sepultado en el olvido, cuando es una herencia que permitiría sacar a este país del abismo donde ha caído”D