Es uno de los deportes con mayor poder de convocación de multitudes, especialmente en los países europeos y latinoamericanos. Me refiero al fútbol que se juega con los pies. El origen de ésta y de las otras modalidades futbolísticas es muy remoto. Procede de un juego practicado por los antiguos griegos, llamado harpaston, que consistía en mover una pelota (confeccionada con vejiga de buey) golpeándola, lanzándola o empujándola con las manos o los pies y corriendo con ella hasta atravesar la línea de meta ubicada en el extremo longitudinal de la pista, para lo cual los jugadores atacantes tenían que romper los duros bloqueos de sus contrarios. También en China, durante la dinastía Han alrededor del año 200 a. C., se practicaba un juego denominado tsu chu, en que los jugadores pateaban una bola de cuero relleno. En el siglo VII los japoneses conocieron una forma de fútbol llamada kemari, consistente en pases entre jugadores con golpes de pie, evitando que la pelota tocara el suelo. En la Edad Media había un fútbol que se practicaba entre grupos rivales sobre una pista enorme que a veces tenía casi un kilómetro de longitud. Era un juego violento y peligroso. En el siglo XIV se practicaba en Florencia el giuoco del calcio (juego de la patada) que se jugaba por equipos de 27 jugadores con seis árbitros, en el que se permitía usar las manos y los pies. El fútbol con los pies —o soccer, como se lo denomina en los países anglófonos— se originó en Inglaterra hacia fines del siglo XV, cuando se formularon las primeras y rudimentarias reglas para su práctica.
En el siglo XVIII el fútbol se practicaba en las escuelas públicas inglesas, pero aún comprendía muchos jugadores por bando. En 1846 se formuló el reglamento por Henry de Winton y John Charles Thring en la Universidad de Cambridge, que se lo aplicó en un torneo entre las escuelas públicas más importantes. Fueron las denominadas “reglas de Cambridge”. En 1855 se fundó el Sheffield Football Club, el más antiguo del mundo, y en 1862 se creó el Notts County. En octubre de 1863 se estableció la Football Association (FA) en la Taberna Freemasons de Londres.
En 1863 se formó la primera Asociación de Fútbol inglesa y al reinaugurarse los Juegos Olímpicos en Atenas en 1896 se efectuó un partido de exhibición de este deporte, que cuatro años más tarde fue incorporado oficialmente al programa olímpico. En 1904 se creó la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), que es la máxima autoridad internacional de este deporte.
De suerte que la versión moderna del fútbol es inglesa y de Inglaterra se extendió a los países de la Europa continental.
El fútbol llegó al Brasil en los botines de los marineros británicos en los años 70 del siglo XIX. Y en Argentina fue introducido por los inmigrantes ingleses y popularizado por los italianos. La influencia futbolística británica en Sudamérica se delata con los nombres de algunos clubes: Corinthians en Brasil, Everton y Rangers en Chile, Liverpool y Wanderers en Uruguay; River Plate, Newell’s Old Boys y Boca Junior en Argentina.
Cada equipo está compuesto por 11 jugadores que se desenvuelven sobre una cancha (palabra que proviene del quichua cancha, que significa “recinto cercado”) de entre 90 y 99 metros de longitud y de 57,60 a 67,50 metros de latitud. En la parte central de cada uno de los dos extremos longitudinales está un arco de 7,32 metros de largo por 2,44 metros de alto, custodiado por un portero, quien es el único autorizado para golpear o asir el balón con las manos. El partido tiene dos etapas de 45 minutos de duración cada una, sin tiempos muertos, con 15 minutos de descanso entre ellas. Lo gana el equipo que marca el mayor número de goles (del inglés goal, que significa “meta”), es decir, de introducciones del balón en el arco rival. El balón es de forma esférica, tiene de 68 a 71 centímetros de circunferencia y pesa entre 396 y 453 gramos.
Durante sus cinco siglos de vida y casi cien años de deporte olímpico, el fútbol fue exclusivamente masculino. Pero a partir de 1970 las mujeres empezaron a practicarlo, especialmente en Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Holanda, Alemania, Italia, Estados Unidos y España, donde se han formado equipos femeninos profesionales. En 1991 se celebró el primer Campeonato del Mundo, en el que participaron doce equipos femeninos y cuyo triunfador fue el equipo estadounidense. El fútbol femenino ingresó a los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, en los cuales el equipo norteamericano ganó la medalla olímpica. Cuatro años después, en los Juegos de Sydney, las noruegas fueron las campeonas mundiales.
No hay deporte que encienda más intensas pasiones que el fútbol. Le rodean grandes alegrías, entusiasmos y eventualmente violencias. En su torno hay una eclosión de banderas, música y comparsas en los estadios y en las calles. Los hinchas daneses introdujeron la moda de pintarse la cara con los colores de sus equipos y ella se ha extendido por el mundo. Son pintorescas las danzas de los aficionados brasileños al son de los tambores en el “fútbol zamba” y la “ola” mexicana ha sido imitada en muchos lugares. Negocios limpios y sucios se han montado en su torno. Todo lo cual es parte de la creciente “futbolización” del planeta y de la subcultura del fútbol.
En su ámbito ocurrió un episodio sorprendente. Estados Unidos y Cuba se enfrentaron en un partido amistoso el 7 de octubre del 2016 en el estadio Pedro Marrero de La Habana como parte del proceso de acercamiento político entre los dos países que en ese momento estaba en marcha.
El encuentro intensamente disputado entre las selecciones nacionales —en el que triunfó Estados Unidos por 2 goles contra 0— marcó un importante hito en el proceso de reconciliación entre los dos países, que en ese momento estaba en marcha, aunque el fútbol no era un deporte que gozaba de mucha popularidad en la isla caribeña.
La Fédération Internationale de Football Association (FIFA) fue fundada en París el 21 de mayo de 1904. Hasta 1909, en que se incorporó Sudáfrica, sus miembros fueron exclusivamente europeos. Argentina y Chile se asociaron en 1912, Estados Unidos en 1913 y después otros países. En 1921 fue elegido como tercer presidente de la FIFA Jules Rimet, quien a la sazón presidía la Asociación de Fútbol Francesa. Permaneció en el cargo hasta 1954 y fue quien materializó el sueño del Campeonato Mundial de Fútbol cada cuatro años. Por eso la copa mundial lleva su nombre.
El primer campeonato del mundo se realizó en el estadio Centenario de Montevideo en 1930 y fue ganado por Uruguay. Cuatro años después triunfó Italia en su propia cancha y volvió a triunfar en 1938 en Francia. Pero las actividades internacionales de la FIFA tuvieron que ser suspendidas desde 1939 —en que se inició la Segunda Guerra Mundial con la invasión de las tropas del Tercer Reich a Polonia y la <declaración de guerra de Inglaterra y Francia contra Alemania— hasta 1950, en que se reinició la disputa por la copa del mundo —the world cup— en Brasil, que culminó con el dramático triunfo del equipo uruguayo en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.
Después vinieron: Suiza en 1954: campeona Alemania Federal; Suecia 1958: campeón Brasil; Chile 1962: nuevamente Brasil; Inglaterra 1966: Inglaterra; México 1970: Brasil; Alemania Federal 1974: Alemania Federal;
Argentina 1978: Argentina; España 1982: Italia; México 1986: Argentina; Italia 1990: Alemania Federal; Estados Unidos 1994: Brasil; Francia 1998: Francia; Corea/Japón 2002: Brasil; Alemania 2006: Italia; Sudáfrica 2010: España.
El fútbol representa, además, un hecho económico de gran significación. Moviliza gigantescas cantidades de dinero. Los partidos de fútbol, que llenan estadios y se transmiten al mundo por las ondas de la televisión satelital y de la radio, producen sumas inconmensurables de dinero por taquillas, derechos de transmisión de los partidos, publicidad comercial, compra de jugadores y otros conceptos. Sin duda, a escala mundial, la FIFA compite con la Iglesia Católica en materia de ingresos monetarios.
Durante el campeonato mundial realizado en Estados Unidos en 1994 asistieron a los estadios 3,59 millones de personas y en el campeonato mundial de Sudáfrica en junio y julio del 2010 la concurrencia fue de 3,18 millones de espectadores, cuyo encuentro final entre España y Holanda fue visto por 909,6 millones de televidentes alrededor del planeta.
Pero en medio de todos estos avances económicos y tecnológicos del siglo XXI, con frecuencia los estadios albergan las conductas humanas más primitivas. Brotan allí el odio, la rabia, el encono y la enemistad más rudimentarios. Los hinchas de los equipos, en una expresión de psicología de masas, entonan cánticos, lanzan consignas, gritan insultos contra sus contendores en los graderíos y, eventualmente, los agreden físicamente. Se produce una baja de nivel intelectual, ético y cultural entre los espectadores comprometidos y un contagio de pasiones negativas. Es un fenómeno de >psicología de multitudes desconcertante. Ese ha sido y es el caso de los denominados hooligans en Europa y barras bravas en América Latina —con expresión acuñada en Argentina en los años 60 del siglo pasado y extendida después a otros países de la región—. En su fanatismo, los hinchas violentos y agresivos de los equipos rivales llegan a los peores excesos dentro y fuera de los estadios e incurren, con frecuencia, en repudiables conductas delictivas.
No han sido pocas las tragedias ocurridas en los encuentros de fútbol. Es conocida la que ocurrió en el estadio de Heysel en Bruselas el 29 de mayo de 1985, minutos antes de que se iniciara el encuentro entre los equipos Liverpool de Inglaterra y Juventus de Italia por la Copa de Europa. Una masiva gresca en los graderíos del estadio entre los hinchas de los equipos causó la muerte de 34 aficionados italianos, dos belgas, dos franceses, un británico y 600 heridos. Tres años antes aconteció algo parecido en el estadio Lenin de Moscú durante el partido entre el equipo soviético Spartak y el Haarlem holandés, con el resultado de 66 aficionados muertos. En 1989 fallecieron 96 hinchas del Liverpool en el estadio Hillsborough de Sheffield, Inglaterra, por una avalancha de gente durante el partido contra el Nottingham Forest. El 1 de febrero del 2002, en el estadio de Puerto Saíd en Egipto, al finalizar el encuentro por el campeonato nacional entre el equipo local Al-Masry y el visitante Al-Ahly, con el triunfo del primero por 3 a 1, ingresaron sus seguidores a la cancha y atacaron con piedras, palos y botellas a los jugadores contrarios y a sus hinchas y dieron muerte a 74 de ellos e hirieron a cerca de mil. Y hay otras tantas tragedias causadas por la pasión futbolera, que degrada la racionalidad de los aficionados en los estadios y en las calles.
Del fútbol nació el rugby. Esto ocurrió, de acuerdo con la tradición, en el transcurso de un partido de fútbol que se jugaba en el Rugby School de Londres en 1823, cuando William Webb Ellis tomó el balón con las manos y corrió con él, en clara violación de las reglas. Pero este acto inspiró el nuevo juego, distinto del fútbol, en el que el jugador puede adelantar la pelota corriendo con ella en las manos o lanzándola a un compañero más adelantado hasta cruzar la línea de gol. Del rugby se derivó en los Estados Unidos de América en el siglo XIX el “fútbol americano” (que en realidad es fútbol norteamericano), como una combinación de los elementos del fútbol y del rugby. Éste se juega con una pelota de goma inflada y recubierta de cuero que tiene forma ovoide y pesa entre 397 y 425 gramos, sobre una pista rectangular de 110 metros de largo por 48,90 metros de ancho, en cuyos extremos longitudinales está ubicado el goal de nueve metros. Para atenuar la brusquedad del juego los jugadores usan cascos de amparo de la cabeza y la cara y protectores de los hombros, los codos, las rodillas y otras partes del cuerpo.
Refiero como anécdota que a mediados de los años 90 el Ministerio de la Promoción de la Virtud y de la Lucha contra el Vicio prohibió en Afganistán la práctica del fútbol en recuerdo de que, en la guerra de Karbala durante el siglo VII, los soldados cristianos cortaron las cabezas de Hassan y Husayn, hijos de Alí (que fue uno de los discípulos predilectos de Mahoma) y jugaron una especie de fútbol con ellas.
Niños de entre diez y quince años de edad fueron castigados en Somalia el 26 de octubre del 2009 con 38 latigazos por haber jugado fútbol. La condena provino de una corte islámica de Jowhar —noventa kilómetros al norte de Mogadiscio—, bajo la consideración de que el fútbol no es un deporte islámico.
Durante el desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol en Sudáfrica, en junio del 2010, dos jóvenes fueron sorprendidos en Somalia mirando por televisión el partido entre Argentina y Nigeria y fueron asesinados en el acto por miembros del grupo fundamentalista Hezbolá, en nombre del islamismo, puesto que en ese país era un acto satánico jugar o mirar el fútbol. El líder islámico Sheik Mohamed Abu Abdalla dijo en aquella ocasión que “el fútbol desciende de las viejas culturas cristianas y nuestra administración islámica nunca permitirá ver lo que ellos llaman la Copa Mundial de la FIFA. Este es nuestro último aviso”.
Por las mismas invocaciones teológicas, comandos de la milicia islámica somalí al Shabaab, vinculada con al Qaeda, asesinaron con bombas explosivas en Kampala, capital de Uganda, a 74 aficionados al fútbol que el domingo 11 de julio del 2010 presenciaban por televisión en el restaurante Ethiopian Village el partido final que se jugaba en Johannesburgo entre los equipos de España y Holanda.
La banda terrorista nigeriana Boko Haram, invocando a Alá, lanzó una bomba explosiva contra quienes veían por televisión un partido de fútbol el domingo 1 de junio del 2014 en un concurrido bar de la ciudad nigeriana de Mubi —al noreste del país— y dio muerte a varias decenas de personas.