Es la capacidad para producir bienes económicos que el trabajador vende al empresario. La expresión fue acuñada por el >marxismo y después fue acogida por otras corrientes del pensamiento político y social. Según los marxistas, la fuerza de trabajo constituye el elemento fundamental del proceso de la producción en el sistema capitalista. Es la energía creadora que vende el trabajador al empresario como si fuera una mercancía y cuyo “precio” es el >salario. Consiste en el ingenio de su cerebro, el poder de sus brazos, la resistencia de sus piernas, la habilidad de sus manos, en una palabra: en la energía de su organismo, que el trabajador entrega a su patrono a cambio de un salario, y que es la que genera la plusvalía que enriquece al propietario de los medios de producción.
Como el trabajador no puede vender mercancías en que se plasme su trabajo, se ve obligado a vender como mercancía su propia fuerza de trabajo.
Después de sus largas investigaciones, Carlos Marx (1818-1883) llegó a la conclusión de que lo que el capitalista compra al obrero no es su trabajo sino su fuerza de trabajo, esto es, su dinámica productiva y creadora. Si comprara el trabajo tendría que pagarle todo lo que éste es capaz de producir y entonces no quedaría lugar para la plusvalía. Por ejemplo: si el trabajador, en su jornada de 8 horas produce mercancías por valor de 10 dólares y recibe 5 dólares de salario, la plusvalía con que se queda el empresario es de 5 dólares. Esto significa que el capitalista no le paga el valor de su “trabajo”, que sería 10 dólares, sin el valor de su “fuerza de trabajo”, estipulada en la mitad. Vistas así las cosas, la fuerza de trabajo es una mercancía, como cualquier otra, que el trabajador vende al dueño de la empresa.
Marx explica su punto de vista a partir de la afirmación de que sólo el trabajo es fuente del valor. Los bienes económicos valen por la cantidad de trabajo que contienen. El capital, en cualquiera de sus formas, y la naturaleza carecen de valor si no tienen incorporado trabajo humano. “Quítese a un pan —decía Marx— el trabajo que en él se ha puesto, el trabajo del panadero, del molinero, del labrador, etc., y ¿qué queda? Algunos granos de hierbas salvajes impropios para cualquier uso humano”.
Es la plusvalía, entendida como “el trabajo no pagado”, la que da origen el origen a los beneficios o ganancias de los dueños del capital. El trabajador, en el sistema capitalista, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo y, a cambio de ella, recibe una determinada remuneración. Durante su jornada de labor crea un cúmulo de riqueza que entrega al dueño del instrumento de producción. Pero como lo que recibe por salario es notablemente menor a lo que crea con su fuerza de trabajo, el empresario se beneficia con la diferencia. Se puede explicar de otra manera este asunto: digamos que un trabajador, que está obligado a laborar una jornada de ocho horas, genera durante las cinco primeras un valor equivalente a lo que recibe como salario. El tiempo restante hasta completar la jornada —tres horas de labor— trabaja gratuitamente en beneficio del empresario. Esta es la plusvalía, o sea trabajo no pagado, que es, según el marxismo, la fuente de los excedentes del capitalista y, al propio tiempo, de la explotación al trabajador.
Esta plusvalía —que el empresario siempre trata de optimarla, sea disminuyendo el salario, sea aumentando la jornada suplementaria— se reparte entre el dueño del instrumento productor de los bienes, el comerciante que los pone en circulación, el proveedor de la materia prima, el banquero que presta el dinero para las operaciones industriales y mercantiles, el dueño de la tierra y otros capitalistas que participan en las distintas fases del proceso.
La plusvalía, así distribuida, concurre a engrosar el capital de sus receptores. Los capitalistas transforman la plusvalía que perciben en capital. Este es el proceso al que los marxistas llaman acumulación de capital, cuya ley señala que a mayor plusvalía mayor acumulación y, recíprocamente, a mayor acumulación, mayor plusvalía. Este es el círculo virtuoso de la acumulación, concentración y centralización de la riqueza en cada vez menor número de manos, desde el punto de vista marxista.