En la sociedad estamental francesa de los tiempos monárquicos se llamaba “estado llano” o “tercer estado” al conjunto del pueblo desposeído de bienes económicos y de distinciones sociales —a la gente de a pie, como dicen los españoles— en contraste con la nobleza y el clero, que eran los >estamentos privilegiados política, económica y socialmente en el régimen monárquico.
El abate Emmanuel Joseph Sieyés (1748-1836), en las vísperas de la Revolución Francesa, escribió un folleto titulado“¿Qué es el Tercer Estado?”, que alcanzó una gran resonancia. En las primeras líneas, al explicar su contenido, expresó: “El plan de este escrito es bastante simple. Tenemos que hacernos tres preguntas: 1º) ¿Qué es el tercer estado? Todo. 2º) Qué ha sido hasta ahora en el orden político? Nada. 3º) ¿Qué pide? Llegar a ser algo”.
Estado llano era el nombre que tenía, en la estratificación social de la Francia prerrevolucionaria, el estamento más bajo de los tres reconocidos oficialmente: la nobleza, el clero y el estado llano o tercer estado. Por debajo de éste sólo estaba el cuarto estado —del que empezó a hablarse a raíz de la revolución— compuesto por los menesterosos de las ciudades, los campesinos pobres y toda la gente desafortunada que estaba en las peores condiciones socioeconómicas. El estado llano, si bien carecía de todo privilegio, al menos tenía el derecho de concurrir con sus diputados a los llamados Estados Generales.
Durante el proceso revolucionario de Francia en el siglo XVIII, vistas las dificultades políticas y financieras de la monarquía, el rey Luis XVI resolvió convocar a los Estados Generales, que eran una suerte parlamento que no se había reunido desde 1614 y al que debían concurrir los tres estamentos de la sociedad monárquica: la nobleza, el clero y el tercer estado. Tuvieron que desempolvar los viejos reglamentos y usanzas que regían la operación de esta asamblea. Cada uno de los estamentos, según dictaba la tradición, debía ocupar un lugar determinado de la sala. Las votaciones no eran por personas sino por estamentos, de modo que la unión de las voluntades de la nobleza y el clero hacían una mayoría incontrastable. Los Estados Generales se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789. Concurrieron 270 miembros de la nobleza, 291 del clero y 578 representantes del tercer estado. Seis semanas después, en el curso de sus accidentadas deliberaciones, ocurrió un hecho que tuvo influencia decisoria en la orientación de los acontecimientos posteriores: los diputados del llamado estado llano —tercer estado—, conscientes de que representaban al 96% de la nación, como alguno de ellos expresó, resolvieron constituirse en Asamblea Nacional para “fijar la Constitución del reino, realizar la regeneración del orden público y mantener los verdaderos principios de la monarquía”. Este hecho, no obstante que no implicó una ruptura total con la institución monárquica sino el intento de poner limitaciones jurídicas a su poder absoluto, fue sin duda el comienzo del movimiento revolucionario.
A partir de este hecho se desencadenó la revolución y se institucionalizaron sus conquistas.
El tercer estado fue el germen histórico de la <burguesía. Lo compusieron los comerciantes, artesanos, negociantes, hombres de leyes, profesionales liberales, profesores, intelectuales y artistas, nacientes industriales, que acogieron y difundieron las nuevas concepciones ideológicas —racionalistas y críticas— y mentalizaron el alzamiento revolucionario de 1789 para derrocar a la monarquía absoluta y suprimir los privilegios de la nobleza y del clero.
A partir de esos acontecimientos, el tercer estado se conformó progresivamente como una clase social emergente y acumuló el capital comercial y financiero. Postuló la transformación política y social en beneficio propio. Su anhelo fue suplantar a la aristocracia. Le sobraba espíritu emprendedor y visión innovadora para ello. Odiaba el autoritarismo de la monarquía y las reglamentaciones del mercantilismo. Era profundamente individualista y quería eliminar las instituciones corporativas que regimentaban el ejercicio de las profesiones, las artes y los oficios en el ancien régime y que, en su concepto, afectaban la “libertad de trabajo”. Anhelaba suprimir los privilegios de la aristocracia y las discriminaciones que le vedaban el acceso a los cargos públicos y al ejército. Debido a la segregación social que sufría, las palabras libertad e igualdad le impactaban profundamente.
Después del triunfo de la Revolución, el tercer estado se convirtió en la clase dominante. El sustento de su poder fue su ilustración y su riqueza. Pronto sus aspiraciones —libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión— se plasmaron en la letra y el espíritu de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional el 26 de agosto de 1789.