Se usa esta expresión para describir la situación que vivió la humanidad, durante los 44 años de la última postguerra, por la confrontación entre las dos superpotencias. Ambas se vieron limitadas en sus ambiciones imperialistas por el temor a las armas nucleares de la otra. Esto produjo una paz precaria y angustiosa a lo largo de la llamada >guerra fría. Y fue el descalabro de la Unión Soviética el que puso fin a la situación en 1989.
La expresión “equilibrio del terror”, que tuvo una siniestra precisión, se debió probablemente al ministro de relaciones exteriores de Canadá, Lester Pearson (1857-1972), quien en 1955, en el décimo aniversario de la suscripción de la Carta de las Naciones Unidas, expresó: “the balance of terror has replaced the balance of power”.
Después de que cayó la <cortina de hierro y las dos superpotencias empezaron su siniestro ajedrez sobre el tablero de la Tierra, la humanidad vivió más de cuatro décadas de terror, apuntada por los preshing-2 y los SS-20, con sus múltiples cabezas nucleares. Todos sabíamos, consciente o inconscientemente, que el furor de alguien, el complejo de inferioridad de alguien, la locura de alguien, la imprudencia de alguien, el error de cálculo de alguien o la simple inadvertencia de alguien era el holocausto nuclear. Estos fueron los 44 años de la >guerra fría.
No puede ser más dramática la narración que hace el exgobernante soviético Mijail Gorbachov, en su libro “Carta a la Tierra” (2003), del aprendizaje a que tuvo que someterse, al iniciar el ejercicio del poder en 1988, para usar el “botón nuclear”, que era el dispositivo electrónico capaz de desencadenar la guerra global. Dice: “Recuerdo cuando me enseñaban a usar el botón nuclear, tras convertirme en el máximo dirigente de la URSS. En una ocasión, la lección versaba sobre cuál debía ser mi comportamiento en la siguiente situación: se me informaba de un ataque atómico por un flanco, y mientras yo estaba tomando una decisión acerca de cómo responder a éste me llegaba una nueva información sobre un golpe similar por otro flanco. ¡Tenía que tomar una decisión inmediata! Confieso que incluso durante esas sesiones no llegué a tocar jamás el botón nuclear, si bien el maletín que lo contenía me acompañaba siempre”.
Esta era la realidad de la guerra fría. El destino de miles de millones de seres humanos dependía de los maletines portadores del “botón atómico” de los presidentes de Estados Unidos y de la Unión Soviética. Cualquier error o problema nervioso de uno de ellos era el holocausto nuclear y el fin de los días de la aventura humana en la Tierra. Este fue el equilibrio del terror en que vivió la humanidad durante las cuatro décadas de la confrontación Este-Oeste.