La historia de la economía monetaria recoge las diversas formas de dinero adoptadas a lo largo del tiempo, después de que los grupos primitivos abandonaron la economía de >trueque.
Los primeros objetos que, sin ser moneda, hacían sus veces en el primitivo proceso del intercambio consistían en bienes o productos que, dadas sus características, fueron generalmente aceptados como referencia del valor de las cosas. El ganado fue uno de ellos. De ahí nacieron las expresiones pecunia y pecuniario (del latín pecus, “rebaño”), que se utilizaron para designar el dinero o lo relativo al dinero. El intercambio se hacia con referencia al ganado. Las cosas valían tantas veces menos o más que una cabeza de ganado. El trigo cumplió también estas funciones. En menor medida, lo mismo ocurrió con la sal, bien escaso y caro que se utilizó en la antigua Roma para retribuir parte del trabajo de los soldados y de los servidores domésticos. De allí proviene la palabra >salario. Todavía en Italia se elaboran ciertos tipos de pan sin sal, que se los sirve en las trattorias, como un rezago de los tiempos en que la gente se acostumbró a comerlo así debido a la escasez de sal.
Posteriormente surgieron los metales como referencia del valor. Por sus características de escasez, durabilidad, maleabilidad, homogeneidad, estabilidad de su valor, reducido volumen, facilidad de transportación, ellos se extendieron rápidamente por las sociedades como medios de pago.
Primero fue la moneda metálica de valor intrínseco, cuyo poder liberatorio estuvo dado por el volumen, peso y calidad de los metales preciosos que la contenían, y luego, para vencer las inflexibilidades del sistema, se inventó el dinero representativo, fabricado de metal barato o de papel —billetes de banco—, cuyo valor era fijado, en términos de metales preciosos con los que era convertible y bajo el sistema del >patrón monetario, por acto de la autoridad pública.
Las crecientes demandas de dinero en el sistema económico determinaron más tarde la aparición de una moneda cuyas relaciones de valor no se establecieron con los metales finos —oro y plata— sino con parámetros de producción y de solvencia económica de un país. Fue la moneda fiduciaria cuya acuñación se liberó de la limitación impuesta por los depósitos metálicos. Para lo cual se tuvo que abandonar el patrón monetario a partir de los años 30 del siglo pasado. Fue el nuevo tipo de moneda inconvertible y de curso forzoso.
La sofisticación y las demandas de medios de pago de la economía contemporánea generaron el llamado dinero documentario, que se origina en los depósitos bancarios y en el empleo del cheque como instrumento de pago, así como en las múltiples formas dinerarias creadas por los modernos sistemas de crédito, que han dado lugar a las más variadas e ingeniosas formas instrumentales de pago nacionales e internacionales —las tarjetas de crédito, creadoras del llamado “dinero plástico”, entre ellas— que ampliaron el volumen de medios de pago dentro de la economía.
El desarrollo de los nuevos sistemas ha contribuido a disipar las fronteras entre el dinero convencional y el cuasidinero proveniente de los depósitos bancarios a plazo, depósitos de ahorro, bonos del Tesoro y otros documentos fiduciarios y operaciones crediticias, cuya disponibilidad soporta ciertas restricciones funcionales y temporales.
En todo caso, el <cuasidinero se incorpora al cúmulo de dinero en circulación en la economía y aumenta su volumen.
La capacidad de hacer uso de dinero para la satisfacción inmediata de obligaciones o la de transformar rápidamente bienes y documentos en dinero se llama >liquidez.