Se llamó así en el siglo XVIII a una suerte de despotismo “bueno” ejercido por monarcas que aplicaron la clásica fórmula de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” e hicieron un lugar a las expresiones de la cultura y el arte en sus cortes. Tal fue el caso de ciertas monarquías europeas que de alguna manera se inspiraron en las ideas de la Ilustración. A pesar de su absolutismo y de sus tendencias teocráticas, algunos soberanos no pudieron mantenerse totalmente impermeables a la influencia que los philosophes ejercieron sobre su entorno social. La Ilustración fue la época que precedió a la Revolución Francesa. Produjo una eclosión intelectual que se expresó contra las tradicionales ideas religiosas, sociales y culturales. Los filósofos de la Ilustración, sin embargo, tenían diversas orientaciones. Los había monárquicos y republicanos. Unos eran deístas, otros ateos o agnósticos, otros católicos no practicantes o protestantes poco estrictos. Pero todos ellos eran anticlericales y hostiles al escolasticismo, al poder terrenal de la Iglesia Católica y a los abusos de la clerecía.
El despotismo ilustrado postulaba la “soberanía de la razón”, a la manera del filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626), quien veía posible la unión de la Europa profana con la cristiana bajo el alero de la ciencia pero no dudaba en situar a la razón del lado de las pretensiones de la monarquía. Por eso, sin renunciar a la centralización del poder, sostenía que uno de los deberes del gobierno era asegurar el progreso científico, la eliminación de las supersticiones, el fomento de las artes, el impulso de la medicina y la ampliación del comercio internacional. Quería una monarquía ilustrada y poderosa, que no estuviera limitada por el dogal eclesiástico. Para comprender este conjunto de contradicciones —filósofos católicos que aborrecían el clericalismo, monarquía ilustrada pero represiva, progreso de la ciencia con recorte de la libertad— hay que tener presente que el despotismo ilustrado, que es conceptual y semánticamente otra gran contradicción, fue parte del período de transición que se extendió desde la muerte de Luis XIV en 1715 hasta la Revolución Francesa de 1789, en que se preparaba trabajosamente el tránsito del <absolutismo hacia la libertad. Entonces puede entenderse la fórmula de una monarquía “ilustrada”, penetrada en algunos de sus elementos —no en todos— por las innovadoras ideas de la Ilustración.
En el despotismo ilustrado —despotisme éclair—, según dice el politólogo e historiador francés Jean Touchard (1918-1971), “los monarcas adulaban a los filósofos y los filósofos adulaban a los monarcas”. Y la nobleza se veía obligada a asistir a las veladas de arte patrocinadas por la casa real.