Del griego despotés, que significó originalmente “amo”, “patrón” o “señor de esclavos”, despotismo fue el nombre que, en la antigua Grecia, se dio a la monarquía autoritaria ejercida sobre pueblos esclavos que, por su servilismo, la soportaban resignadamente. En aquellos tiempos, según el criterio de los pensadores griegos, la característica específica del despotismo fue el trato “como a esclavos” que el gobernante daba a los súbditos, o sea el tipo de relación que el despotés mantenía con los que le estaban sometidos.
Aristóteles (384-322 a. C.), en las primeras páginas de su “Política”, distinguió tres tipos de relación de dominio: la del marido sobre su mujer, la del padre sobre sus hijos y la del amo o patrón sobre sus esclavos. Por las similitudes que creyó encontrar el filósofo de Estagira entre la relación esclavista y la de los gobernantes con los gobernados en los “pueblos bárbaros” de Asia, llamó despótica a esta última. Ese fue el sentido original de la palabra. Después su significación se amplió para comprender toda forma aguda de autoritarismo y represión políticos.
Maquiavelo (1469-1527) distingue dos formas de gobierno: la monarquía (el principado, llama él) y la república. Y dos son, en su criterio, las clases de monarquía: la que se gobierna por un príncipe sobre todos los demás, que son siervos —que es propiamente el despotismo— y la que se ejerce “por un príncipe y por barones que, no por gracia del señor sino por antigüedad de sangre, tengan dicho grado”.
Jean Bodín (1529-1596), después de distinguir tres tipos de monarquía: la “despótica”, la “regia” y la “tiránica”, definió a la primera como “aquella en la que el príncipe se ha hecho señor de los bienes y de las personas de los súbditos por derecho de armas y de guerra justa, y gobierna a los súbditos como un jefe de familia a sus esclavos”. Para Bodín el despotismo es una forma de gobierno propia de pueblos esclavos. Y de ello desprende su diferencia con la tiranía. Sostiene que el déspota reina como patrón sobre esclavos sumisos y resignados a su poder, mientras que el tirano reina como patrón sobre hombres libres, que por lo mismo rechazan la >tiranía. De modo que ésta es el intento de tratar a los hombres libres como esclavos.
Tomás Hobbes (1588-1679) y considera que el origen del despotismo, como forma de ejercicio del poder, es la conquista. En virtud de ella un pueblo queda sometido al conquistador como esclavo. John Locke (1632-1704) comparte este criterio. Sostiene que el vencedor de una guerra justa tiene el derecho de tratar como esclavos a los vencidos.
Charles-Louis de Secondat, mejor conocido como Montesquieu (1689-1755), definió el despotismo como aquella forma de gobierno en que uno solo rige y gobierna, sin otra ley que su voluntad y capricho. Para el filósofo francés la causa del despotismo fue siempre la concentración del poder. Por eso, para prevenirlo, propuso su conocida teoría de la >división de poderes, a fin de que la autoridad pública fragmentada no pudiese convertirse en instrumento de <cesarismo.
La historia está llena de regímenes despóticos. Déspotas fueron los monarcas teocráticos de la antigua China lo mismo que los brahmanes de la India y los faraones egipcios. Pero el despotismo no fue una aberración exclusiva de los pueblos orientales, como creían los pensadores clásicos cuando hablaban del “despotismo oriental”. Déspotas fueron también los emperadores romanos, en su mayoría. Fueron déspotas muchos monarcas de Occidente después del Renacimiento, como Iván el Terrible, Enrique VIII, Luis XIV, Pedro el Grande y Catalina de Rusia. En épocas recientes lo fueron Hitler, Mussolini y Franco en Europa, y Trujillo, Batista, Somoza, Stroessner, Pérez Jiménez y otros tantos en América Latina.
Apartándose de su origen etimológico y de la vieja tradición que considera que el despotismo es el poder opresivo ejercido sobre los esclavos en los pueblos orientales, se entiende hoy por despotismo, en general, un sistema de gobierno personalista, arbitrario y represivo.
En el despotismo no hay garantía alguna de respeto de los derechos de las personas, ya porque la ley otorga poderes abusivos a los gobernantes, ya porque la voluntad de ellos es la suprema ley. Desaparece toda garantía de >seguridad jurídica. Los límites de la autoridad no están definidos. No existen las certezas propias del gobierno de Derecho. Y los ciudadanos viven en un ambiente de temor e inseguridad.
El despotismo extremo es la >tiranía, en que los derechos humanos naufragan en un mar de sangre y de ignominia.
En los tiempos actuales, con ocasión de las modernas investigaciones tecnológico-militares en el campo de las denominadas armas no letales que se realizan especialmente en laboratorios norteamericanos, ha surgido la preocupación de que esas armas, cuyo propósito no es matar sino inhabilitar a las personas, puedan utilizarse como instrumentos de control político y social dentro de los Estados, o sea que ellas se pongan al servicio de gobiernos autoritarios para reprimir a los opositores y someter políticamente a la población. Las organizaciones que defienden los derechos humanos tienen la legítima preocupación de que tales armas puedan eventualmente emplearse para regimentar políticamente a los pueblos y someterlos a la obediencia absoluta.