Derivado del latín tardío disportare, que significa “esparcir”, este término llegó al castellano por intermedio del inglés to disport = “distraerse”, “entretenerse” o “divertirse” y designa la actividad física realizada con fines lúdicos o de competición, cuya práctica demanda entrenamiento, organización y sujeción a reglas. En su acepción más amplia comprende diversas disciplinas: juegos deportivos, gimnasia, natación, lucha, boxeo, yudo, kárate, esquí, patinaje, marcha, navegación, ciclismo, levantamiento de pesas, tiro al blanco, esgrima, pruebas ecuestres y disciplinas atléticas de velocidad, saltos y lanzamientos.
Todas estas actividades deportivas se realizan con sometimiento a códigos y reglamentos de aceptación general y están regidas por autoridades nacionales e internacionales formalmente establecidas y reconocidas.
El deporte nació en las épocas más remotas de la humanidad, como lo prueban los vestigios arqueológicos. Muchos frescos antiguos testimonian las hazañas de los campeones deportivos de aquella época. Es presumible que su origen sea la guerra y la cacería, y que las carreras de los hombres primitivos para escapar de los animales salvajes o para cazarlos, los saltos para franquear obstáculos naturales, las travesías a nado por los cursos de agua, el uso de lanzas en las faenas guerreras y la lucha cuerpo a cuerpo con los enemigos hayan inspirado, por obra del espíritu lúdico del hombre, sus primeras actividades deportivas que lo llevaron a competir con los demás en destreza, fuerza o habilidad.
Ciertas modalidades deportivas —como el boxeo, la lucha, el kárate, el yudo, el taekwondo, el kendo, el tai chi, el kung fu, el jujitsu, el aikido, el tiro con arco o con armas de fuego, la esgrima, el lanzamiento de la jabalina, el lanzamiento de la bola, el remo y la equitación— delatan las remotas vinculaciones del deporte con la guerra.
Desde épocas muy lejanas la actividad deportiva formó parte de la cultura de los pueblos. Los antiguos egipcios fueron apasionados practicantes del tiro con arco y de las justas náuticas, los romanos midieron sus fuerzas en competencias de carruajes y en combates cuerpo a cuerpo y los mayas de la época precolombina practicaron un juego que consistía en pasar una pelota por un aro vertical (el tlachtli), en el que algunos han visto el antecedente del baloncesto. Pero la institucionalización de las actividades deportivas es gloria de los viejos helenos y responde a su principio de mens sana in corpore sano, que fue recogido por los romanos a través de su poeta satírico Juvenal (60-140 a. C.) en el verso 356, sátira X, de su única obra: Satyrae.
La frase pretendía expresar el deseable equilibrio entre el desenvolvimiento del espíritu y el desarrollo físico, puesto que los griegos clásicos consideraban que el ser humano no era completo si no alcanzaba la armonía entre lo corporal y lo espiritual.
La práctica deportiva, además de dar al ser humano vigorosas condiciones físicas, vitalidad, buena salud y tranquilidad de ánimo, contribuye a formar su personalidad y le proporciona grandes enseñanzas para la vida. Le enseña a trabajar en equipo —abandonando los egoísmos y los individualismos—, a saber ganar sin fatuidad y perder sin vencimiento, a soportar con entereza la adversidad y el triunfo con humildad. Le enseña que el éxito es hijo del esfuerzo, la abnegación y la preparación; que no hay éxitos improvisados ni gratuitos. Por eso la práctica deportiva es una asignatura obligatoria en los planteles educativos. Y por eso, además, todo buen deportista es generalmente un buen ciudadano.
El deporte es el más grande espectáculo de masas de nuestros días y tiene una enorme importancia política. Los encuentros deportivos han sustituido a las guerras en la medición de fuerzas y de prestigios entre los Estados. Los héroes modernos ya no son los victoriosos guerreros sino las figuras estelares del deporte. Ellas además han reemplazado en buena medida a los diplomáticos clásicos en la promoción de la imagen, el prestigio y los valores de sus países. La popularidad de Pelé, Cassius Clay, Michael Jordan, Pete Sampras, André Agassi, Roger Federer, Michael Schumacher o Michael Phelps envidiarían los más notables políticos de cualquier tiempo.
En la actualidad el deporte se ha convertido en un suceso de indudable importancia sociológica y política. Con su enorme poder convocatorio, reúne multitudes inmensas en sus escenarios. De modo que la presencia de la masa es una de las características del hecho deportivo. Los estadios, situados muchas veces en las zonas centrales de las ciudades, levantan murallas físicas y psicológicas para aislarse del mundo cotidiano y encerrar una atmósfera diferente, que sustrae a los espectadores de sus preocupaciones diarias, en una suerte de evasión de la realidad. La gente no acude solamente por la fruición de la belleza del deporte ni por el placer estético “libre de interés”, como diría Kant, sino también para desfogar los malos humores represados. Muchas veces las masas, perdedoras en la vida real, se identifican compensatoriamente con los vencedores en el juego.
Juvenal (60-140), el más grande de los poetas satíricos latinos, sostenía en su empecinada crítica de la corrupción y decadencia de Roma que el pan y el circo —panem et circenses— eran los deseos más fervientes de un pueblo criado en el vicio y la molicie. Lo dijo en sus Sátiras. La frase fue reproducida siglos más tarde, en parecidos términos y con igual sentido, por el gobernante, sabio y poeta florentino Lorenzo de Médicis (1449-1492): pane e feste tengono il popolo quieto.
Los fascistas de la primera mitad del siglo XX, maestros en el arte de la coreografía política, organizaron grandes espectáculos deportivos y atléticos para entretener a los pueblos. La masificación deportiva de los tiempos modernos sigue esa misma dirección. Sólo que ya no es un espectáculo nacional sino mundial a través de la televisión. Impecablemente montado por expertos en imágenes y comunicación, el espectáculo deportivo tiene hoy un alcance planetario. Los Juegos Olímpicos, la disputa de la corona mundial de los pesos pesados del boxeo, la copa del mundo de fútbol, los encuentros de baloncesto de la NBA, las competencias de fórmula 1, los partidos de la copa Davis o de un grand slam del tenis mundial, el Tour de Francia, el Giro de Italia o la Vuelta Ciclística a España atraen la atención de millones de espectadores alrededor del Planeta y paralizan ciudades y Estados.
El fútbol es, sin duda, el deporte que congrega las mayores masas en los estadios. Según datos de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), en el campeonato mundial de 1994 en Estados Unidos se registró un promedio de asistencia de 68.991 espectadores por partido en los estadios. Le siguen el Campeonato Mundial de Brasil en el 2014 con 52.760 asistentes de promedio y el Mundial de Alemania del 2006 con 51.491.
A partir de distintos criterios diferenciales se han propuesto tipologías para clasificar las actividades deportivas. Una de ellas las distingue en seis tipos: los deportes atléticos (carreras, saltos, lanzamientos, gimnasia, halterofilia, natación y ciclismo), los de combate (boxeo, lucha libre, esgrima, yudo, karate y otras artes marciales), los de pelota (fútbol, rugby, baloncesto, balonmano, voleibol o balonvolea, golf, tenis, tenis de mesa, waterpolo, squash, racket ball, críquet, hockey, béisbol y pelota vasca), los de motor (automovilismo, motociclismo, motocross, carting), los de deslizamiento (esquí, bobsleigh, trineo, patinaje sobre hielo) y los de navegación (remo, vela, esquí acuático, surf, windsurf, piragüismo). Otras tipologías dividen a los deportes entre individuales y de equipo o entre los de invierno y de verano. Existen también los llamados deportes de riesgo: paracaidismo, hangliding (alas delta), paragliding (parapente), bunji-jumping, montañismo, buceo, rafting, kayaking, motociclismo, motocross, supercross, cross-country, enduro, hare-scramble, escalada de murallas de roca y edificios y una amplia variedad de actividades lúdicas que lindan con la aventura.
1. El atletismo. Es la forma organizada más antigua del deporte. Tiene numerosas modalidades. Sus principales “pruebas de campo” son las carreras de velocidad de 100, 200 y 400 metros llanos, las carreras de velocidad con vallas de 110, 200 y 400 metros, las carreras de medio fondo que van de 600 a 5.000 metros, la carrera de fondo de 10.000 metros, la maratón, las carreras de relevos para equipos de cuatro componentes con distancias de 100 y 400 metros, las carreras de obstáculos (7 fosas de agua y 28 vallas) de 3.000 metros de distancia, las pruebas de marcha que oscilan entre 1.500 metros y 50 kilómetros, el salto de altura (la mayoría de los saltadores de hoy usan el estilo denominado fosbury flop, creado por el atleta estadounidense Dick Fosbury en los Juegos Olímpicos de 1968, que dejó atrás es estilo anterior denominado rodillo ventral), el salto con pértiga (en 1988 Sergei Bubka, considerado el mejor saltador de la historia, superó los 6 metros de altura), el salto de longitud, el salto triple, el lanzamiento de peso (la bola en la categoría masculina es de 7,26 kilogramos y en la femenina de 4 kilos), el lanzamiento de disco (un plato de madera con borde metálico), el lanzamiento de martillo (una bola de 7,26 kilos de peso unida a un cable con asa), el lanzamiento de jabalina (una especie de lanza de metal liviano), el pentatlón masculino (incorporado en los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912) que comprende lanzamientos de disco y de jabalina, salto largo y carreras de 200 y de 1.500 metros lisos; el pentatlón femenino (introducido en 1977 en el Campeonato del Mundo en San Antonio de Tejas), el decatlón masculino (que consiste en diez pruebas que se desarrollan durante dos días, en este orden: 100 metros lisos, salto de longitud, lanzamiento de peso, salto de altura, 400 metros lisos, 110 metros vallas, lanzamiento de disco, salto con pértiga, lanzamiento de jabalina y 1.500 metros lisos); el heptatlón femenino que se realiza en dos días con las pruebas de 100 metros vallas, lanzamiento de peso, salto de altura, salto de longitud, 200 metros lisos, 800 metros lisos y lanzamiento de jabalina; el triatlón que comprende natación, bicicleta y carreras; y la maratón de 42 kilómetros y 195 metros que se corre en las calles de una ciudad.
2. La gimnasia. Es una forma sistemática de ejercicios físicos con propósitos terapéuticos, educativos o de competencia. La gimnasia terapéutica ayuda a atenuar los dolores o molestias físicas o a rehabilitar funcionalmente a personas discapacitadas. Los programas de gimnasia educativa se proponen conferir fuerza, ritmo, cadencia, coordinación, equilibrio y agilidad. Y la gimnasia competitiva incluye varias pruebas diferentes, cada una de las cuales comprende ejercicios obligatorios y ejercicios libres. Las principales son los movimientos acrobáticos y rítmicos parecidos a la danza, realizados sin aparatos sobre un tapiz de doce metros cuadrados, que en el caso las mujeres se hacen al ritmo de la música y se acompañan con pelotas, mazas, aros y cintas; los ejercicios pendulares y circulares, con las manos como único apoyo, efectuados sobre un caballo gimnástico con dos aros de metal fijos; el salto a lo largo de un potro de madera (de 1,6 metros de largo por 1,35 de alto) seguido de maniobras acrobáticas que terminan con una caída controlada; los ejercicios de giros, balanceos, torsiones del cuerpo y cambio de agarre sobre dos barras paralelas de madera; los movimientos y giros rápidos, con cambios de agarre y de dirección, efectuados sobre el eje de una barra metálica colocada a 2,57 metros de altura sobre una colchoneta protectora extendida en el suelo; los movimientos con dos argollas de madera suspendidas por una correa a 2,57 metros de altura y separadas entre sí por 50 centímetros, agarradas cada una con una mano, que ponen a prueba la fuerza, la coordinación y la precisión del gimnasta; las maniobras realizadas en dos barras de madera paralelas pero colocadas a diversa altura: la superior a 2,3 metros del suelo y la inferior a 1,5 metros, en que el gimnasta pasa de una barra a la otra por medio de giros, saltos y equilibrios realizados por encima o por debajo de ellas; las pruebas de movimientos, giros, saltos y equilibrios sobre una viga de madera de 10 centímetros de ancho y 5 metros de largo, colocada a 1,2 metros sobre el suelo; y los ejercicios gimnásticos sobre la cama elástica de 5,05 metros de longitud por 2,91 metros de latitud colocada sobre el suelo. Esta nueva prueba gimnástica, inaugurada en los Juegos Olímpicos de Sydney en el 2000, tiene 200 años de tradición en los circos y fue utilizada en los programas de entrenamiento de los pilotos de la II Guerra Mundial. La cama elástica fue inventada por el francés Du Trampolin, hace más de dos siglos, para amortiguar las caídas del trapecio.
La gimnasia probablemente se inició en el antiguo Egipto, donde solían realizarse acrobacias circenses. Los hombres de la civilización minoica —que se desarrolló en la isla de Creta entre el año 2600 y el 1200 antes de la era cristiana— practicaron el salto del toro, según se desprende de las pinturas de aquella época: corrían hacia el animal de frente, se impulsaban en sus cuernos y, antes de ser embestidos, ejecutaban una pirueta en el aire para caer sentados en el lomo y apearse rápidamente. En la Grecia clásica se practicó la gimnasia para el mantenimiento de la condición física de las personas, el entrenamiento militar y el adiestramiento de los atletas. Después los romanos aplicaron sistemas gimnásticos como parte de sus programas de preparación física de los militares.
Los alemanes en la segunda mitad del siglo XVIII fueron quienes desarrollaron las modernas técnicas de la gimnasia. El primer profesor de ellas fue Johann Friedrich Simon en 1776 en la escuela de Basedow, en la ciudad de Dessau; pero se considera que el padre de la gimnasia moderna fue el educador Friedrich Ludwig Jahn, quien fundó en 1811 en Berlín un club gimnástico e inventó ejercicios con aparatos estáticos para desarrollar la fuerza física y la autodisciplina. En Suecia el gimnasta Pehr Henrik Ling inventó su propio sistema, que buscaba ante todo el ritmo y la coordinación de movimientos por medio de ejercicio con aros, mazas y pelotas pequeñas. Hacia finales del siglo XVIII en Estados Unidos se aplicó un sistema mixto entre el alemán y el sueco como parte de los programas de educación física para la juventud. Por esa época en Europa se crearon clubes gimnásticos y en 1881 se fundó la Federación Internacional de Gimnasia (IGF). Al reanudarse los Juegos Olímpicos en 1896 se incluyó esta disciplina para gimnastas masculinos; y la participación femenina se produjo por primera vez en 1928.
3. La lucha. Esta competencia es muy antigua, como lo demuestran los dibujos, las leyendas escritas en cuneiforme y los bajorrelieves sumerios, egipcios y babilonios. Se remonta a la época de una de las civilizaciones más antiguas de la prehistoria: la de los sumerios, que habitó entre los años 2300 y 1800 antes de la era cristiana los territorios ubicados entre los ríos Tigris y Éufrates, en el sur de lo que hoy es Irak.
Escribe la Federation Internationale des Luttes Associees, al afrontar el tema de las raíces e historia de la lucha olímpica, que “hay muchos rastros históricos y arqueológicos de la lucha en el antiguo Egipto. Entre ellos, cabe mencionar, en particular, los dibujos descubiertos en las tumbas de Beni-Hassan que representan 400 parejas de luchadores. Estos dibujos, así como muchos otros vestigios, son testigos de la existencia de corporaciones de luchadores en el Antiguo Egipto, reglas de lucha y códigos de arbitraje. Para los griegos, la lucha era una ciencia y un arte divino, y representaba la más importante formación para los jóvenes”.
En los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia se practicaba el pancracio, que era una combinación de boxeo y de lucha. Los romanos hicieron ciertas modificaciones a esta actividad de los griegos y crearon la lucha grecorromana. La tradición de la lucha libre en el Japón se remonta a más de 2.000 años. Las civilizaciones de Oriente dejaron constancia documental de este tipo de combates. Siglos después, durante la monarquía absoluta europea la lucha fue acogida como espectáculo por algunas casas reales, entre ellas las de Inglaterra y Francia. Los pueblos indígenas de América practicaban también la lucha libre. Mongolia tiene una larga tradición en ella, lo mismo que la India y Pakistán. En los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna celebrados en 1896 la lucha grecorromana formó parte de las competencias y el estilo libre se introdujo por primera vez en los Juegos Olímpicos de 1904.
Hay dos clases de lucha: la grecorromana y la de estilo libre. Ambas tienen la misma duración: dos períodos de tres minutos con un descanso intermedio de 30 segundos. La lucha grecorromana, muy popular en Europa, se practica en todo el mundo. La diferencia básica entre ambos estilos es que, en la lucha libre, está permitido a los contendientes usar todo su cuerpo en el combate —con agarres por debajo de la cintura y el uso de sus piernas— por lo que ella tiene mayor variedad de llaves y recursos, mientras que en la grecorromana sólo se pueden aplicar las llaves por encima de la cintura y está prohibido usar las piernas para atacar o defenderse.
Tanto en la lucha grecorromana como en la lucha libre (denominada también “catch as catch can”) los combatientes, usando varias presas y técnicas, tratan de someter a sus oponentes de modo que toquen el suelo con sus omóplatos, con lo cual ganan la pelea. Pero si ninguno de ellos lo consigue dentro del tiempo asignado, el ganador se determina por la cantidad de puntos acumulados a lo largo de la prueba, de acuerdo con el criterio de los árbitros y en conformidad con las reglas. En caso de empate el ganador se determina en un período suplementario de tres minutos de combate.
Según la normativa de la Federación Internacional de Lucha Amateur (FILA), fundada en 1921, los combates olímpicos tienen un asalto único de cinco minutos que finaliza cuando un luchador consigue el derribo de su contendor o cuando se cumple el tiempo reglamentario, en cuyo caso triunfa el luchador que ha conseguido más puntos por las diferentes maniobras: agarres, reversos, escapes, inmovilizaciones, etc. Si ninguno de los dos ha alcanzado al menos tres puntos en los cinco minutos del asalto, deben luchar un período de tres minutos adicionales para definir el ganador.
Existe también una pintoresca forma de lucha libre de exhibición profesional con fines de entretenimiento. La puesta en escena de los combates se prepara con antelación en un ring acolchonado y rodeado de cuerdas de 5,50 metros por lado. Los luchadores suelen presentarse estrafalariamente vestidos. Uno de ellos asume el papel de villano, amenaza y agrede deslealmente a su contendor, usa técnicas antirreglamentarias y con eso irrita a los espectadores, mientras que el otro aparece como víctima y se gana su simpatía. Al final, después de una sucesión de simulacros de golpes, llaves y tumbos, triunfa el “bueno” y la “vindicta pública” queda satisfecha.
4. El boxeo. Llamado también pugilismo (del latín pugil, que era en los tiempos viejos el gladiador que contendía a puñetazos), el boxeo tiene una antigua historia. En la Grecia clásica era un deporte popular que formó parte de los Juegos Olímpicos a partir del año 688 antes de la era cristiana. En lugar de guantes los boxeadores envolvían sus manos con cintas de cuero, dejando libres los dedos. En Roma —conquistadora de Grecia militarmente en el año 146 a. C. pero conquistada culturalmente por ésta— se practicaba también el boxeo y los púgiles solían llevar en sus puños el cestus, que era un aparato tachonado de clavos con el que mutilaban e incluso mataban a sus rivales, generalmente como parte del espectáculo de los gladiadores.
La popularidad de este deporte declinó con la caída del Imperio Romano de Occidente.
El primer registro de un combate de boxeo en los tiempos modernos apareció en Inglaterra en 1681, cuando el Duque de Albermarle organizó un combate entre su mayordomo y su carnicero. El boxeo resurgió en Londres en el siglo XVIII, en que los contendientes luchaban sin guantes. El primer boxeador reconocido como campeón de los pesos pesados fue el inglés James Figg en 1719. En 1743 John Broughton, campeón de su tiempo, elaboró un conjunto de reglas para atenuar la dureza del boxeo, entre ellas la que prohibió golpear al oponente caído. Las reglas de Broughton estuvieron en vigor hasta 1838, en que empezaron a regir las del London Prize Ring. Con algunas modificaciones introducidas en 1853, estas reglas rigieron hasta que comenzaron a aplicarse las formuladas en 1865 por el Marqués de Queensberry, que contribuyeron a racionalizar el boxeo y a superponer la habilidad sobre la fuerza. Ellas limitaron el tiempo de la pelea, proscribieron el combate con los puños desnudos, prohibieron las técnicas de la lucha libre y vedaron la agresión al rival en el suelo. El contendiente que permaneciera tumbado o sostenido sobre una rodilla durante 10 segundos perdía la pelea. Los combates se dividieron en asaltos de tres minutos, con un minuto de descanso entre ellos, y se desarrollaron en un espacio cuadrado y rodeado de cuerdas de 7,2 metros por lado, llamado ring. Los boxeadores fueron clasificados en diferentes categorías en función de su peso.
En el siglo XX se produjo la profesionalización del boxeo y el sometimiento a reglas más precisas y al control por organismos nacionales e internacionales. Cambiaron las dimensiones del cuadrilátero (6,10 metros por lado), se dispuso el uso de guantes acolchados de 224 gramos para la categoría de peso ligero y de 280 gramos para la de peso pesado, se limitó el número de asaltos a 12, se establecieron árbitro y jueces, se definieron las faltas, las penalizaciones y los sistemas de puntuación para decidir el vencedor en las peleas que no acaben por knock-out y se señalaron los motivos por los que el árbitro debe detener una pelea para evitar lesiones graves a un boxeador que esté en imposibilidad de defenderse.
En el argot boxístico se denomina knock-out (K. O.) al golpe que derriba a un boxeador y lo pone fuera de combate o a la decisión arbitral de dar por terminada la pelea en caso de que uno de los boxeadores esté en imposibilidad física de continuarla sin peligro para su integridad; y se denomina K. O. técnico a la terminación del combate cuando un boxeador no acude a la llamada de la campana para el siguiente asalto.
El objetivo del púgil es producir la caída de su rival a fuerza de golpes de puño —el knock-down— e incapacitarlo para ponerse de pies antes de diez segundos. Si no alcanza este objetivo el combate se decide por puntos, a criterio de un jurado compuesto por tres jueces en el boxeo profesional y cinco en el amateur. Existen distintos sistemas de puntuación. Durante muchos años el boxeo profesional inglés utilizó la escala de cinco puntos pero en 1973 adoptó la de diez, que hoy es la usual en el mundo. En cada round se asignan puntos a los boxeadores, de acuerdo con la escala de 1 a 10, dependiendo de su desempeño en conectar golpes limpios contra la parte frontal o lateral de la cabeza del rival o en su cuerpo por encima del cinturón y la eficiencia de su trabajo defensivo. Los jueces marcan los puntos mediante un dispositivo electrónico que tiene dos botones: uno rojo y uno azul, cada uno de los cuales corresponde a un boxeador. Si las acciones de ambos púgiles son equivalentes, se toman en cuenta otros factores: valentía, agresividad, estilo y técnica empleados, según el criterio mayoritario de los jueces.
El boxeo tiene dos variantes: boxeo aficionado y boxeo profesional. Sus normas son diferentes. El primero tiene menor duración y en él los boxeadores cubren sus cabezas con protectores y utilizan guantes más pesados que los de los boxeadores profesionales para que los golpes sean menos contundentes. Tanto los boxeadores aficionados como los profesionales usan protectores bucales y protectores inguinales para su seguridad. En el boxeo aficionado el combate dura cuatro rounds de dos minutos cada uno por uno de descanso, y en el profesional, hasta 12 rounds de tres minutos por uno de descanso.
El boxeo aficionado —boxeo amateur— se incorporó a los Juegos Olímpicos en 1904, aunque fue suprimido más tarde por su dureza. Pero en 1920 volvió a formar parte de la agenda olímpica.
5. Las artes marciales. Son métodos de combate y defensa personal sin armas, originarias de los antiguos pueblos orientales, en las que se usa una gran variedad de sofisticados golpes, llaves y movimientos para poner fuera de combate al rival. Las modalidades más conocidas son: el karate, el kung fu, el jujitsu, el judo, el aikido, el tai chi chuan y el taekwondo. La característica común a todas ellas es, en lo físico, que utilizan técnicas para revertir contra sí mismo la fuerza del adversario puesto que han sido creadas para la defensa de las personas débiles frente las fuertes; y, en lo espiritual, que van acompañadas de ciertos conceptos filosóficos inspirados especialmente en el budismo Zen, o sea en la escuela budista que introdujo en China el monje hindú Bodhidharma en el año 520 de nuestra era, que sostiene que los caminos de la salvación son la meditación y la disciplina mental. Bodhidharma llevó el budismo Zen a China junto con un sistema de 18 ejercicios de autodefensa que pronto devinieron en una forma de boxeo chino que se extendió hacia el Japón en el siglo XII.
Las artes marciales (wu shu) suelen practicarse con propósitos de defensa personal, competición deportiva o preparación física. Sus movimientos básicos son los golpes con las manos, los brazos, los pies y las rodillas, los derribos y zancadillas, las llaves e inmovilizaciones y los bloqueos con las muñecas, los antebrazos y los codos.
El color de los cinturones que llevan quienes las practican indica su rango. El cinturón blanco corresponde a los principiantes mientras que el cinturón negro denota altos niveles de preparación y habilidad. Dan en japonés significa “grado”. El grado más alto posible es el 12º dan, conseguido sólo por Jigoro Kano, creador del yudo, quien es el único shihan (doctor). Fuera de él, el cinturón rojo es el más alto, conseguido por sólo trece hombres. Los colores del cinturón para los grados del dan son: del 1º al 5º dan, cinturón negro; del 6º al 8º dan, cinturón rojo y blanco; del 9º al 11º dan, cinturón rojo; y el 12º dan, cinturón blanco.
6. El judo y el aikido. Estas modalidades de las artes marciales se derivan del jujitsu (que en japonés significa “suave”) y utilizan retenciones, estrangulamientos, derribos, zancadillas, presas y golpes a partes vitales del cuerpo (atemi). El aikido tiene técnicas para desviar un ataque con hábiles y rápidos movimientos circulares y usa llaves de inmovilización muy dolorosas. Pero —lo mismo que el tai chi chuan— no se practica como deporte competitivo. El judo (que en japonés significa “camino de la suavidad” o “camino apacible”) fue inventado y desarrollado por el educador japonés Jigoro Kano con base en la combinación del estilo y recursos del jujitsu para perfeccionar una técnica que aprovechara en beneficio del atacado la propia fuerza del atacante. Sus técnicas son “suaves” sólo en el sentido de que no están dirigidas a agredir sino a defenderse de un ataque, pero pueden matar al adversario porque tienen golpes de efecto letal. Kano fundó la primera escuela de yudo (kodokan) en Shitaya en 1882, en la que enseñó que la práctica de esta disciplina demanda un entrenamiento mental y físico para conseguir que la mente y el cuerpo alcancen un estado de armonía y equilibrio.
Hacia el final de la década de los años 80 del siglo XIX la práctica del yudo, después de haberse afincado en el Japón, empezó a extenderse por el mundo. En varios países asiáticos se lo adoptó como deporte oficial. La Policía de París lo incorporó en sus programas de entrenamiento en 1905. El primer club de yudo —el Budokway— se estableció en Londres en 1918. En los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964 se añadió el yudo al programa oficial y en las competencias olímpicas de 1992 en Barcelona, tras las pruebas de demostración femeninas de Seúl en 1988, el judo de mujeres se convirtió en uno de los deportes olimpíacos.
Las técnicas del yudo son muy sofisticadas. Está prohibido golpear al oponente en el rostro, doblar sus dedos para librarse de una llave o hacer advertencias o gestos amenazadores. Se practica sobre una colchoneta o tapiz cuadrado de 14 metros por lado, denominado tatami, hecho de espuma prensada cubierta de plástico, dentro del cual hay una zona cuadrada de seis metros por lado en la que se realiza el combate. Los contendientes, llamados yudocas, llevan los pies descalzos y visten una camisa ligera color blanco o crema, sujeta al pantalón con un cinturón que da dos vueltas al cuerpo y se ata con un nudo. El color del cinturón indica el nivel técnico del competidor. Al comenzar el combate los competidores se sitúan frente a frente a una distancia de cuatro metros y hacen una venia. Es una cortesía tradicional y una formalidad antes y después de cada combate. La lucha dura un mínimo de tres minutos y un máximo de veinte. No hay asaltos, como en boxeo, pero un punto decisivo puede finalizar el combate. Si no hay un vencedor claro los jueces indican el ganador con sus bastones y el árbitro tiene el voto decisivo.
Los yudocas son juzgados por su técnica de empuje y derribo (nage-waza) así como por la de apresamiento (katame-waza). Las violaciones y faltas también son factores determinantes. El yudoca aprovecha el más mínimo error de su oponente para hacerle perder el equilibrio y derribarlo, según el principio básico del tskuri-komi. Su objetivo principal es alcanzar un ippon (punto vencedor) que vale diez puntos. Lo puede conseguir por medio de un derribo del contrario con una fuerza considerable, de una alzada sobre el tapiz hasta la altura de los hombros, de una llave o estrangulamiento, o de la inmovilización durante 30 segundos. Si un luchador no alcanza un ippon puede conseguir un wazari, que vale medio ippon. Dos wazari equivalen a un ippon y le dan la victoria final.
El yudo masculino fue admitido en los Juegos Olímpicos en 1964, con cuatro categorías en funcion del peso de los yudocas, y el femenino en 1992. Después se establecieron siete categorías en ambas ramas.
El color del cinturón señala la jerarquía técnica. En la categoría dan (dan es “grado” en japonés) el grado más alto posible es el 12º dan —conseguido sólo por Jigoro Kano, considerado como el único doctor (shihan)— y los demás, en orden descendente, son: cinturón rojo (11º al 9º dan), cinturón rojo y blanco (8º al 6º dan) y cinturón negro (5º al 1º dan).
7. El kárate y el kung fu. Son sin duda las modalidades más populares de las artes marciales. En ellas se utilizan golpes, puñetazos, derribos, giros corporales, apresamientos, saltos, caídas, esguinces, patadas en el aire y volteretas. Muchos de los golpes de ellas se ejecutan con la mano abierta y pueden resultar mortales porque están dirigidos contra órganos vitales del cuerpo humano.
El karate (palabra que en japonés significa “mano vacía”) es un arte marcial de autodefensa que utiliza golpes con los nudos del puño, las manos cortantes —”manos cuchillo”—, los dedos punzantes, los codos, las rodillas o la parte frontal o lateral de los pies, dirigidos contra zonas vulnerables del cuerpo. Los golpes y patadas van acompañados de exhalaciones y gritos que ayudan al karateca a alcanzar el ritmo, el equilibrio, la sincronización y la fuerza necesarios para darle mayor eficacia. Es proverbial la potencia de un maestro de karate para partir una tabla o un ladrillo con un golpe de sus manos desnudas.
Derivado del antiguo boxeo chino denominado shaolin, el karate se inició en la isla de Okinawa como método de defensa de los nativos desarmados contra los invasores japoneses 1.500 años antes de nuestra era. Sus técnicas, por tanto, son muy antiguas. El karate se parece al judo y al jujitsu pero ha perfeccionado mejor la técnica de los golpes directos contra los puntos más vulnerables del cuerpo humano: la cara, el cuello, el plexo solar, la espina dorsal, las ingles y los riñones, especialmente.
En la segunda década del siglo XX el tang hand —que así se llamaba este método de lucha de rapidez y potencia— fue introducido en el Japón por Funakoshi Gichin, quien le puso el nombre de karate.
En esta disciplina deportiva, como en otras de las artes marciales, el color de los cinturones representa el grado de adiestramiento del karateca. Los colores son, en orden ascendente: blanco, verde, morado, marrón y negro.
8. El tai chi chuan. Mejor conocido como tai chi, es un viejo sistema de defensa personal chino que hoy practican personas de toda edad en China y otros países asiáticos principalmente como ejercicio gimnástico. Tiene movimientos lentos y rítmicos con brazos y piernas que son las versiones atenuadas actuales de los golpes del viejo método de defensa personal.
9. El taekwondo. Originario de Corea hace 2.000 años, el taekwondo es otra de las artes marciales, en la cual además de utilizar golpes, puñetazos y técnicas evasivas, incorpora saltos con maniobras características llamadas “golpes voladores”. En la década de los años 60 del siglo anterior se extendió por muchos países y el primer campeonato del mundo tuvo lugar en 1973 en la capital de Corea del Sur.
Después de sus demostraciones en Seúl en 1988 y en Barcelona en 1992, fue incorporado al programa de los Juegos Olímpicos de Sydney en el 2000 con la modalidad de tres asaltos de tres minutos cada uno con un minuto de descanso entre ellos. El combate se puede ganar por knock-out, por puntos según decisión de los jueces y por descalificación del contrario en razón de faltas cometidas. La competencia se realiza sobre una lona elástica cuadrangular de 64 metros cuadrados colocada sobre una plataforma más amplia que se levanta a un metro sobre el suelo.
10. El fútbol. Es uno de los deportes con mayor poder de convocación de multitudes, especialmente en los países europeos y latinoamericanos. Me refiero al fútbol que se juega con los pies. El origen de ésta y de las otras modalidades futbolísticas es muy remoto. Procede de un juego practicado por los antiguos griegos, llamado harpaston, que consistía en mover una pelota (confeccionada con vejiga de buey) golpeándola, lanzándola o empujándola con las manos o los pies y corriendo con ella hasta atravesar la línea de meta ubicada en el extremo longitudinal de la pista, para lo cual los jugadores atacantes tenían que romper los duros bloqueos de sus contrarios. También en China, durante la dinastía Han alrededor del año 200 a. C., se practicaba un juego denominado tsu chu, en que los jugadores pateaban una bola de cuero relleno. En el siglo VII los japoneses conocieron una forma de fútbol llamada kemari, consistente en pases entre jugadores con golpes de pie, evitando que la pelota tocara el suelo. En la Edad Media había un fútbol que se practicaba entre grupos rivales sobre una pista enorme que a veces tenía casi un kilómetro de longitud. Era un juego violento y peligroso. En el siglo XIV se practicaba en Florencia el giuoco del calcio (juego de la patada) que se jugaba por equipos de 27 jugadores con seis árbitros, en el que se permitía usar las manos y los pies. El fútbol con los pies —o soccer, como se lo denomina en los países anglófonos— se originó en Inglaterra hacia fines del siglo XV, cuando se formularon las primeras y rudimentarias reglas para su práctica.
En el siglo XVIII el fútbol se practicaba en las escuelas públicas inglesas, pero aún comprendía muchos jugadores por bando. En 1846 se formuló el reglamento por Henry de Winton y John Charles Thring en la Universidad de Cambridge, que se lo aplicó en un torneo entre las escuelas públicas más importantes. Fueron las denominadas “reglas de Cambridge”. En 1855 se fundó el Sheffield Football Club, el más antiguo del mundo, y en 1862 se creó el Notts County. En octubre de 1863 se estableció la Football Association (FA) en la Taberna Freemasons de Londres.
En 1863 se formó la primera Asociación de Fútbol inglesa y al reinaugurarse los Juegos Olímpicos en Atenas en 1896 se efectuó un partido de exhibición de este deporte, que cuatro años más tarde fue incorporado oficialmente al programa olímpico. En 1904 se creó la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), que es la máxima autoridad internacional de este deporte.
De suerte que la versión moderna del fútbol es inglesa y de Inglaterra se extendió a los países de la Europa continental.
El fútbol llegó al Brasil en los botines de los marineros británicos en los años 70 del siglo XIX. Y en Argentina fue introducido por los inmigrantes ingleses y popularizado por los italianos. La influencia futbolística británica en Sudamérica se delata con los nombres de algunos clubes: Corinthians en Brasil, Everton y Rangers en Chile, Liverpool y Wanderers en Uruguay; River Plate, Newell’s Old Boys y Boca Junior en Argentina.
Cada equipo está compuesto por 11 jugadores que se desenvuelven sobre una cancha (palabra que proviene del quichua cancha, que significa “recinto cercado”) de entre 90 y 99 metros de longitud y de 57,60 a 67,50 metros de latitud. En la parte central de cada uno de los dos extremos longitudinales está un arco de 7,32 metros de largo por 2,44 metros de alto, custodiado por un portero, quien es el único autorizado para golpear o asir el balón con las manos. El partido tiene dos etapas de 45 minutos de duración cada una, sin tiempos muertos, con 15 minutos de descanso entre ellas. Lo gana el equipo que marca el mayor número de goles (del inglés goal, que significa “meta”), es decir, de introducciones del balón en el arco rival.
El balón es de forma esférica, tiene de 68 a 71 centímetros de circunferencia y pesa entre 396 y 453 gramos.
Durante sus cinco siglos de vida y casi cien años de deporte olímpico, el fútbol fue exclusivamente masculino. Pero a partir de 1970 las mujeres empezaron a practicarlo, especialmente en Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Holanda, Alemania, Italia, Estados Unidos y España, donde se han formado equipos femeninos profesionales. En 1991 se celebró el primer Campeonato del Mundo, en el que participaron doce equipos femeninos y cuyo triunfador fue el equipo estadounidense. El fútbol femenino ingresó a los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, en los cuales el equipo norteamericano ganó la medalla olímpica. Cuatro años después, en los Juegos de Sydney, las noruegas fueron las campeonas mundiales.
No hay deporte que encienda más intensas pasiones que el fútbol.
Le rodean grandes alegrías, entusiasmos y eventualmente violencias. En su torno hay una eclosión de banderas, música y comparsas en los estadios y en las calles. Los hinchas daneses introdujeron la moda de pintarse la cara con los colores de sus equipos y ella se ha extendido por el mundo. Son pintorescas las danzas de los aficionados brasileños al son de los tambores en el “fútbol zamba” y la “ola” mexicana ha sido imitada en muchos lugares. Negocios limpios y sucios se han montado en su torno. Todo lo cual es parte de la creciente “futbolización” del planeta y de la subcultura del fútbol.
En su ámbito ocurrió un episodio sorprendente. Estados Unidos y Cuba se enfrentaron en un partido amistoso el 7 de octubre del 2016 en el Estadio Pedro Marrero de La Habana, como parte del proceso de acercamiento político entre los dos países que en ese momento estaba en marcha.
El encuentro intensamente disputado entre las selecciones nacionales —en el que triunfó Estados Unidos por 2 goles contra 0— marcó un importante hito en el proceso de reconciliación entre los dos países, que en ese momento estaba en marcha, aunque el fútbol no era un deporte que gozaba de mucha popularidad en la isla caribeña.
La Fédération Internationale de Football Association (FIFA) fue fundada en París el 21 de mayo de 1904. Hasta 1909, en que se incorporó Sudáfrica, sus miembros fueron exclusivamente europeos. Argentina y Chile se asociaron en 1912, Estados Unidos en 1913 y después otros países. En 1921 fue elegido como tercer presidente de la FIFA Jules Rimet, quien a la sazón presidía la Asociación de Fútbol Francesa. Permaneció en el cargo hasta 1954 y fue quien materializó el sueño del Campeonato Mundial de Fútbol cada cuatro años. Por eso la copa mundial lleva su nombre.
El primer campeonato del mundo se realizó en el Estadio Centenario de Montevideo en 1930 y fue ganado por Uruguay. Cuatro años después triunfó Italia en su propia cancha y volvió a triunfar en 1938 en Francia. Pero las actividades internacionales de la FIFA tuvieron que ser suspendidas desde 1939 —en que se inició la Segunda Guerra Mundial con la invasión de las tropas del Tercer Reich a Polonia y la <declaración de guerra de Inglaterra y Francia contra Alemania— hasta 1950, en que se reinició la disputa por la copa del mundo —the World Cup— en Brasil, que culminó con el dramático triunfo del equipo uruguayo en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro.
Después vinieron: Suiza en 1954: campeona Alemania Federal; Suecia 1958: campeón Brasil; Chile 1962: nuevamente Brasil; Inglaterra 1966: Inglaterra; México 1970: Brasil; Alemania Federal 1974: Alemania Federal; Argentina 1978: Argentina; España 1982: Italia; México 1986: Argentina; Italia 1990: Alemania Federal; Estados Unidos 1994: Brasil; Francia 1998: Francia; Corea/Japón 2002: Brasil; Alemania 2006: Italia; Sudáfrica 2010: España.
El fútbol representa, además, un hecho económico de gran significación. Moviliza gigantescas cantidades de dinero. Los partidos de fútbol, que llenan estadios y se transmiten al mundo por las ondas de la televisión satelital y de la radio, producen sumas inconmensurables de dinero por taquillas, derechos de transmisión de los partidos, publicidad comercial, compra de jugadores y otros conceptos. Sin duda, a escala mundial, la FIFA compite con la Iglesia Católica en materia de ingresos monetarios.
Durante el Campeonato Mundial realizado en Estados Unidos en 1994 asistieron a los estadios 3,59 millones de personas y en el Campeonato Mundial de Sudáfrica en junio y julio del 2010 la concurrencia fue de 3,18 millones de espectadores, cuyo encuentro final entre España y Holanda fue visto por 909,6 millones de televidentes alrededor del planeta.
Pero en medio de todos estos avances económicos y tecnológicos del siglo XXI, con frecuencia los estadios albergan las conductas humanas más primitivas. Brotan allí el odio, la rabia, el encono y la enemistad más rudimentarios. Los hinchas de los equipos, en una expresión de psicología de masas, entonan cánticos, lanzan consignas, gritan insultos contra sus contendores en los graderíos y, eventualmente, los agreden físicamente. Se produce una baja de nivel intelectual, ético y cultural entre los espectadores comprometidos y un contagio de pasiones negativas. Es un fenómeno de >psicología de multitudes desconcertante. Ese ha sido y es el caso de los denominados hooligans en Europa y barras bravas en América Latina —con expresión acuñada en Argentina en los años 60 del siglo pasado y extendida después a otros países de la región—.
En su fanatismo, los hinchas violentos y agresivos de los equipos rivales llegan a los peores excesos dentro y fuera de los estadios e incurren, con frecuencia, en repudiables conductas delictivas.
No han sido pocas las tragedias ocurridas en los encuentros de fútbol. Es conocida la que ocurrió en el Estadio de Heysel en Bruselas el 29 de mayo de 1985, minutos antes de que se iniciara el encuentro entre los equipos Liverpool de Inglaterra y Juventus de Italia por la Copa de Europa. Una masiva gresca en los graderíos del estadio entre los hinchas de los equipos causó la muerte de 34 aficionados italianos, dos belgas, dos franceses, un británico y 600 heridos. Tres años antes aconteció algo parecido en el estadio Lenin de Moscú durante el partido entre el equipo soviético Spartak y el Haarlem holandés, con el resultado de 66 aficionados muertos. En 1989 fallecieron 96 hinchas del Liverpool en el estadio Hillsborough de Sheffield, Inglaterra, por una avalancha de gente durante el partido contra el Nottingham Forest. El 1 de febrero del 2002, en el estadio de Puerto Saíd en Egipto, al finalizar el encuentro por el campeonato nacional entre el equipo local Al-Masry y el visitante Al-Ahly, con el triunfo del primero por 3 a 1, ingresaron sus seguidores a la cancha y atacaron con piedras, palos y botellas a los jugadores contrarios y a sus hinchas y dieron muerte a 74 de ellos e hirieron a cerca de mil.
Y hay otras tantas tragedias causadas por la pasión futbolera, que degrada la racionalidad de los aficionados en los estadios y en las calles.
Del fútbol nació el rugby. Esto ocurrió, de acuerdo con la tradición, en el transcurso de un partido de fútbol que se jugaba en el Rugby School de Londres en 1823, cuando William Webb Ellis tomó el balón con las manos y corrió con él, en clara violación de las reglas. Pero este acto inspiró el nuevo juego, distinto del fútbol, en el que el jugador puede adelantar la pelota corriendo con ella en las manos o lanzándola a un compañero más adelantado hasta cruzar la línea de gol. Del rugby se derivó en los Estados Unidos de América en el siglo XIX el “fútbol americano” (que en realidad es fútbol norteamericano), como una combinación de los elementos del fútbol y del rugby. Éste se juega con una pelota de goma inflada y recubierta de cuero que tiene forma ovoide y pesa entre 397 y 425 gramos, sobre una pista rectangular de 110 metros de largo por 48,90 metros de ancho, en cuyos extremos longitudinales está ubicado el goal de nueve metros. Para atenuar la brusquedad del juego los jugadores usan cascos de amparo de la cabeza y la cara y protectores de los hombros, los codos, las rodillas y otras partes del cuerpo.
Refiero como anécdota que a mediados de los años 90 el Ministerio de la Promoción de la Virtud y de la Lucha contra el Vicio prohibió en Afganistán la práctica del fútbol en recuerdo de que, en la Guerra de Karbala durante el siglo VII, los soldados cristianos cortaron las cabezas de Hassan y Husayn, hijos de Alí (que fue uno de los discípulos predilectos de Mahoma) y jugaron una especie de fútbol con ellas.
Niños de entre diez y quince años de edad fueron castigados en Somalia el 26 de octubre del 2009 con 38 latigazos por haber jugado fútbol. La condena provino de una corte islámica de Jowhar —noventa kilómetros al norte de Mogadiscio—, bajo la consideración de que el fútbol no es un deporte islámico.
Durante el desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol en Sudáfrica, en junio del 2010, dos jóvenes fueron sorprendidos en Somalia mirando por televisión el partido entre Argentina y Nigeria y fueron asesinados en el acto por miembros del grupo fundamentalista Hezbolá, en nombre del islamismo, puesto que en ese país era un acto satánico jugar o mirar el fútbol. El líder islámico Sheik Mohamed Abu Abdalla advirtió en aquella ocasión que “el fútbol desciende de las viejas culturas cristianas y nuestra administración islámica nunca permitirá ver lo que ellos llaman la Copa Mundial de la FIFA. ¡Este es nuestro último aviso!”.
Por las mismas invocaciones teológicas, comandos de la Milicia Islámica Somalí al Shabaab, vinculada con al Qaeda, asesinaron con bombas explosivas en Kampala, capital de Uganda, a 74 aficionados al fútbol que el domingo 11 de julio del 2010 presenciaban por televisión en el restaurante Ethiopian Village el partido final que se jugaba en Johannesburgo entre los equipos de España y Holanda.
Y la banda terrorista nigeriana Boko Haram, invocando a Alá, lanzó una bomba explosiva contra quienes veían por televisión un partido de fútbol el domingo 1 de junio del 2014 en un concurrido bar de la ciudad nigeriana de Mubi —al noreste del país— y dio muerte a varias decenas de personas.
11. El tenis. Hay varias teorías y leyendas sobre el origen de este deporte. Una de ellas sostiene que se lo comenzó a practicar en el siglo XI como un juego de pelota que se golpeaba con la mano desnuda. Lo habrían jugado los monjes en los claustros de los monasterios en Francia y en Italia, bajo reglas que variaron en el tiempo. Y se dice que ellos lo disfrutaban tanto que el Papa lo prohibió para impedir la disipación de los monjes en su consagración a Dios.
Después de lo cual se extendió hacia los castillos y en el siglo XIV se convirtió en una distracción de la nobleza.
En los siglos XVI y XVII el tenis fue practicado por la nobleza en Inglaterra y Francia. En 1625 el Rey inglés Carlos I mandó construir una cancha y en 1686 se construyó otra en Versalles. Los Tudor y los Estuardos en Inglaterra disfrutaron mucho del tenis.
Enrique VII y su sucesor Enrique VIII eran asiduos jugadores en el Hampton Court Palace.
Sin embargo, hay otras teorías sobre el origen del tenis.
El exfutbolista inglés Roger Morgan —quien lo jugó— afirma que el tenis se originó en un juego de pelota que se practicaba en las calles de las villas medievales. Se lo jugaba con la mano desnuda hasta que a alguien se le ocurrió cubrírsela con unas tiras o tendones de cuero, que después inspiraron la construcción de las primeras raquetas rudimentarias.
Otra teoría sostiene que, en la versión más o menos actual, el tenis fue inventado en 1873 por el comandante británico Walter Clopton Wingfield, quien se habría inspirado en el antiguo juego de pelota griego llamado sphairistiké o en el romano ludus pilae cum palma de hace 2000 años —y por eso lo denominó con la misma palabra griega: sphairistiké— aunque hay quienes piensan que en realidad Wingfield lo tomó —al igual que otros juegos de pelota a mano desnuda, con guantes, con cesta curva o con raqueta— del jeu de paume, que fue el juego nacional de Francia en el siglo XVI.
Se discute el origen etimológico de la palabra tenis. Hay quienes sostienen que proviene del francés tenez, que era la advertencia que el jugador hacía a su rival de que iba a lanzar la pelota para iniciar el juego, mientras que otros afirman que se origina en el inglés antiguo tenise y éste en el latín tenisca o toenia, que designaba la cinta tendida a través del campo para dividirlo en dos mitades.
La palabra llegó al castellano por la intermediación del inglés lawn-tennis, que designa el tenis jugado sobre césped.
Los primeros campeonatos amateur se celebraron en el All-England Lawn Tennis and Croquet Club de Wimbledon, Inglaterra, en 1877. De allí la práctica de este deporte se extendió hacia las colonias británicas y otros lugares del mundo, hasta convertirse en uno de los deportes más populares.
Las primeras reglas se publicaron en 1888 por H. S. Schrivener —exfutbolista y arquero británico— y George W. Hilliard, campeón olímpico de tenis en Londres 1908.
La Federación Internacional de Tenis fue fundada en 1912, con sede en Londres, para normar y dirigir la práctica de este deporte en todo el mundo.
En 1900 se inició el campeonato internacional por la Copa Davis, que desde entonces se celebra anualmente y es la competencia tenística por equipos nacionales más importante del mundo. Después vinieron los torneos de Wimbledon en Inglaterra, Roland Garros en Francia y los campeonatos abiertos de Estados Unidos y de Australia, que se conocen como Grand Slam.
Un jugador, para ganar el Grand Slam, debe triunfar en los cuatro torneos en forma consecutiva. Al comienzo los torneos de la Copa Davis y del Grand Slam estaban reservados para jugadores amateur, pero después se abrieron también hacia la participación de jugadores profesionales.
El tenis profesional se inició en Estados Unidos en 1926 cuando el promotor de deportes Charles C. Pyle organizó un torneo profesional en el que participaron jugadores norteamericanos y franceses y al año siguiente se constituyó la Asociación Americana de Tenis Profesional.
En 1988 este deporte fue incorporado al programa oficial de los Juegos Olímpicos.
El tenis puede jugarse por dos o cuatro jugadores —dependiendo de si es un partido de individuales o de dobles— con una pelota de goma inflada, recubierta de un material compuesto de algodón y fibra plástica, de 6 a 7 centímetros de diámetro, que pesa entre 57 y 58 gramos, la misma que se golpea con una raqueta de madera, aluminio, grafito, fibra de vidrio, cerámica u otro material, de entre 11 y 14 onzas de peso, cuya cabeza ovalada está formada por una malla de cuerdas de nylon, tripa de vaca u oveja o material sintético. La cabeza de la raqueta puede tener diversas dimensiones, que van de 66 a 130 pulgadas cuadradas de superficie. El campeón mundial Pete Sampras, a finales del siglo XX y principios del XXI, solía jugar con una raqueta de 14 onzas de peso pero de cabeza extremadamente pequeña: 85 pulgadas cuadradas.
El tenis se lo practica sobre una pista de tierra batida, polvo de ladrillo, césped natural o artificial, cemento, tennis quick, parqué, tenisolite, tartán o capa plástica, dividida simétricamente por una red de 42 pulgadas (1,067 metros) de altura sobre el suelo. La pista tiene, para el juego de individuales, 78 pies de largo (23,77 metros) por 27 de ancho (8,23 metros) y, para el juego de dobles, el mismo largo por 36 pies (10,97 metros) de ancho. La bola debe pasar por encima de la red y se puede devolver después de que haya dado un bote sobre la pista o directamente en el aire. El juego continúa hasta que uno de los jugadores no alcance a devolver la bola, o la deje dar dos botes, o la devuelva fuera de la cancha, o la estrelle contra la red. Cada game se inicia con el saque o servicio, en el que alternan los jugadores de los dos lados, y termina por la falla en la devolución de la bola. Si el servidor yerra en su primer intento tiene la posibilidad de un segundo, pero si falla en éste comete doble falta y pierde un punto. El servicio se ejecuta desde fuera de la línea de fondo de la cancha. Se lanza la bola hacia arriba y se la golpea en el aire con dirección al campo del contendor en forma diagonal, de modo que el bote dé en el pequeño rectángulo adyacente a la red en la otra mitad de la cancha. Se debe servir con tanta fuerza y colocación que se cause la mayor dificultad al contendor para devolver la bola.
El partido de tenis se compone de sets y éstos de games o juegos. Para ganar un game tienen que sumarse cuatro puntos, designados como 15, 30, 40 y game. En caso de empate a 40 —deuce— seguirá el juego hasta que uno de los jugadores obtenga dos puntos consecutivos. Gana el set el jugador o pareja de jugadores que suma a su favor seis juegos, siempre que mantenga dos de diferencia sobre el rival. Si hay un empate a seis games por bando, continuará el partido hasta que uno de los contendores obtenga la diferencia de dos games. No obstante, según una regulación establecida desde los torneos abiertos de Forest Hill en 1970, cuando se produce un empate a seis juegos se utiliza un sistema de desempate llamado tie-break, en inglés, o “muerte súbita”, en español, cuyo trámite y contabilidad son diferentes: los jugadores alternan en el servicio dos veces consecutivas por cada lado y la puntuación sigue una secuencia numérica ordinal. Gana el set el jugador o la pareja que alcance siete puntos, siempre que tenga una ventaja de al menos dos sobre el oponente; de lo contrario, el tie-break prosigue hasta que alguien alcance esa diferencia. Se pueden pactar partidos de tres sets o de cinco y triunfa el que gana dos de tres sets o tres de cinco, respectivamente.
Los partidos de campeonatos o torneos importantes tienen quince jueces: un juez de silla central (ayudado por un asistente o ayudante de pista), un juez de red, dos jueces para las faltas de pie en el servicio —pisar la línea al servir— y diez jueces de línea que controlan si el bote de la bola es dentro de la pista o fuera de ella.
12. El baloncesto. Es un juego entre dos equipos de cinco jugadores cada uno, que consiste en introducir el balón con la mano en el cesto o canasta del equipo contrario. Se practica en un espacio rectangular que mide entre 22 y 29 metros de largo por 13 y hasta 15 metros de ancho. En cada extremo de la pista hay un aro metálico de 46 centímetros de diámetro del que pende una red tubular sin fondo —denominado cesto o canasta—, sujeto horizontalmente a un tablero vertical a 3 metros de altura sobre el piso, de modo que el balón redondo de caucho —de 567 a 624 gramos de peso, con una circunferencia aproximada de 76 centímetros— ha de embocarse en él, sea directamente o después de un rebote en el tablero. El equipo que está en dominio de la pelota trata de avanzar hacia la canasta defendida por sus adversarios para encestar. Existe una serie de jugadas preconcebidas y planificadas para hacerlo. Cuando lo logra, se anota dos o tres puntos a su favor, dependiendo del lugar del lanzamiento. Después de cada cesta el equipo contrario pone la pelota en juego desde su línea de fondo y trata de adelantarla, pasándola de un jugador a otro, para burlar la defensa adversaria y encestar. Tiene un límite de tiempo para hacerlo. Si lo excede comete una falta y la pelota pasa a poder del otro equipo.
Los dos equipos luchan ardorosamente por la posesión del balón. Tratan de interceptar tiros, obstaculizar pases, adueñarse de los rebotes y robar el balón. La misión de la defensa es impedir el movimiento de la pelota y el lanzamiento al aro. Sin embargo, dada la gran talla de los jugadores modernos —que son verdaderos gigantes— está prohibido interceptar la pelota o desviarla en su trayectoria descendente hacia el aro. El jugador más alto de todos los tiempos fue el sudanés Manute Bol que jugó en el equipo de los Washington Bulles en los años 80: medía 2,30 metros, aunque el “Libro de los Records Guinnes” afirma que “se decía que Suleiman Ali Nashnush medía 2,45 metros cuando jugaba para el equipo de Libia en 1962”. La más alta puntuación se alcanzó el 13 de diciembre de 1983 en la ciudad de Denver durante el partido jugado entre los Pistons de Detroit y los Nuggets de Denver, que terminó 186 contra 184 puntos a favor de los primeros, después de un tiempo suplementario de desempate. En 1982, durante los juegos asiáticos, Irak venció a Yemen por 251 a 3. El jugador negro norteamericano Wilt Chamberlain anotó para su equipo Philadelphia Warriors 100 puntos en un partido jugado en la liga de la NBA en 1982.
Hay dos sistemás defensivos básicos: el individual —defensa “hombre a hombre”—, en que cada jugador persigue como su sombra a un determinado jugador adversario; y el de “zona”, en que los jugadores defensivos cubren el espacio siguiendo la posición del balón y no tienen jugadores predeterminados que controlar.
El partido dura dos tiempos de 20 minutos cada uno. Sin perjuicio de lo cual los directores técnicos de los equipos pueden pedir en cualquier momento la suspensión del juego por un minuto —time out— para dar instrucciones a sus jugadores.
Durante el juego, el jugador que haya sufrido una acción violenta del adversario —golpeado, empujado, agarrado, cargado, puesto una zancadilla— tiene derecho a lanzar uno o dos tiros libres desde una línea situada a 4 metros de la canasta. Si la falta hubiere ocurrido cuando el jugador estaba en posición de lanzamiento, cobrará dos tiros libres; de lo contrario, uno. Cada uno de los cuales, si encesta, valdrá un punto. Sin embargo, si el jugador que sufre la falta logra encestar a pesar de ella, tiene derecho a cobrar un tiro libre adicional sin perjuicio de contabilizar los dos puntos correspondientes a su enceste. El jugador que cometa cinco o seis faltas en el curso de un partido (según las diferentes normativas de las asociaciones correspondientes) debe se sustituido.
El origen remoto del baloncesto podría ser el juego de pelota practicado por los mayas en sus centros ceremoniales —el tlachtli, en lengua náhuatl—, que tenía mucho de ritual religioso. Se lo practicaba sobre un patio central flanqueado por gruesos muros pétreos ligeramente inclinados y decorados con motivos religiosos, que tenían adosados unos anillos verticales de piedra por los cuales los jugadores debían pasar una pelota maciza de caucho, de alrededor de 12 centímetros de diámetro. Ellos llevaban protectores en los brazos, la cintura, los muslos y las rodillas a fin de no sufrir daños por la dureza de la pelota, a la que golpeaban principalmente con los muslos y las caderas.
El tlachtli tuvo al comienzo un profundo sentido religioso y ritual. Se lo jugaba junto a los templos. Los perdedores eran decapitados como homenaje a los dioses. Pero con el paso del tiempo se convirtió gradualmente en una actividad lúdica y deportiva. Algunos grabados indican que los equipos estaban integrados por dos, cuatro, cinco o seis jugadores.
Las canchas se construían en las grandes edificaciones del imperio maya, que se inició en el sur de México, Guatemala, Belice y parte de Honduras y de El Salvador 200 años a. C. y que periclitó en el año 1450 de nuestra era y cuyo esplendor duró desde el siglo IV al X. Uno de los más importantes lugares del juego estuvo en Chichén Itzá, que fue una de las grandes ciudades de la cultura maya, en el norte de la península de Yucatán.
También los aztecas lo practicaban. Denominaban ullaliztli al juego y tlaxco a la pista, en la que había aros de piedra verticales pendientes de las paredes, en los que embocaban la bola de hule sólo con el antebrazo o la cadera. Al igual que los mayas, en sus orígenes el ullaliztli era un ritual religioso antes que un deporte: el capitán del equipo ganador era decapitado en homenaje a los dioses. La contienda era entre dos equipos compuestos de siete jugadores cada uno.
La versión moderna del baloncesto fue inventada en 1891 por el clérigo y educador canadiense James Naismith, quien la introdujo, cuando era instructor de la Young Men’s Christian Association (YMCA) en Springfield, Massachusetts, como pasatiempo de invierno para los jóvenes. En sus orígenes cada equipo tenía 9 jugadores y el juego incluía ciertos elementos del soccer norteamericano y del fútbol inglés. De hecho se lo jugaba con una pelota de fútbol, aunque estaba prohibido tocarla con los pies o con las piernas. Las canastas eran de madera y estaban fijadas sobre los muros de fondo de la cancha cerrada.
Este deporte se extendió rápidamente por Estados Unidos y Canadá. Alrededor del año 1897 se redujo a cinco el número de jugadores de cada equipo y se reglamentó su práctica. Los colegios y las universidades estadounidenses adoptaron el juego entre 1893 y 1895. En 1934 se celebraron los primeros juegos intercolegiales en el Madison Square Garden de Nueva York y el baloncesto comenzó a despertar un gran interés. Los soldados norteamericanos acantonados en diversos países durante la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a popularizarlo por el mundo. En la década de los años 50 se lo practicó intensamente en los colleges estadounidenses.
La National Basketball League de Estados Unidos —que fue la primera en constituirse— se formó en 1898 para promover los encuentros, torneos y campeonatos amateur de este deporte. Cuando ella desapareció cinco años más tarde, se formaron nuevas asociaciones de baloncesto en el noreste de Estados Unidos. En las primeras décadas del siglo XX dos equipos legendarios fueron el Original Celtics, que se organizó en 1915 en Nueva York, y el famoso Harlem Globetrotters fundado en 1927 en el barrio negro de Manhattan, que hizo reír al mundo con sus ocurrencias, su imaginación, sus jugadas ingeniosas y el malabarismo en el manejo de la pelota.
El baloncesto formó parte de la agenda de los Juegos Olímpicos a partir de 1936. En la actualidad ha alcanzado un alto grado de profesionalismo y los jugadores que lo practican ganan impresionantes cantidades de dinero, especialmente en Estados Unidos. Casi todos los jugadores profesionales norteamericanos provienen de las ligas universitarias, donde han sido seleccionados para jugar en los equipos profesionales. De ellas han surgido a partir de finales de los años 50 grandes exponentes del baloncesto norteamericano, entre otros, Bill Russell de los Boston Celtics; Wilt Chamberlain, el pívot de los Ángeles Lakers; Larry Bird de los Boston Celtics; Earvin Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar de los Angeles Lakers, Michael Jordan de los Chicago Bulls, Shaquille O’Neal de los Orlando Magic, Larry Johnson de los Charlotte Hornets y muchas otras estrellas que han impuesto la absoluta primacia del baloncesto profesional de Estados Unidos.
La entidad profesional más importante de Estados Unidos es la National Basketball Association (NBA), fundada en 1949, que tiene numerosos equipos divididos en dos ligas: la Eastern Division y la Western Division.
13. La halterofilia o levantamiento de pesas. Es otro de los deportes olímpicos en sus dos modalidades: la de dos tiempos y la arrancada. En la modalidad de dos tiempos hay dos fases diferentes: el competidor levanta la barra hasta la altura de los hombros y luego, en un segundo movimiento, la coloca por encima de su cabeza con los brazos extendidos y los pies en el mismo plano, aunque hay una variante en la que está permitido colocar los pies en diferente plano y mantener las piernas flexionadas. En la modalidad de arrancada el alzador levanta la barra en un solo movimiento hasta ponerla por encima de su cabeza. Puede flexionar o mover las piernas mientras dura la levantada pero debe volverlas al mismo plano para finalizar el ejercicio. Dependiendo de su peso corporal hay diez categorías para los hombres y nueve para las mujeres. Si dos competidores de la misma categoría levantan igual peso, se declara vencedor al de menor peso corporal.
14. Los juegos olímpicos. Los Juegos Olímpicos se iniciaron en el año 776 antes de Cristo como parte del festival religioso en honor de Zeus, el mayor de los dioses griegos. Se celebraban en Olimpia durante el verano de cada cuatro años. Olimpia no era una ciudad sino un santuario en el que había varios templos, el principal de los cuales era el consagrado a Zeus, seguido en importancia por el Heraion, que era el templo en honor de Hera, la esposa de Zeus. La escultura del padre de los dioses era una figura de 12 metros de altura labrada en oro y marfil por el célebre escultor griego Fidias a mediados del siglo V a. C., que fue considerada por los historiadores romanos una de las siete maravillas del mundo. Hacia su lado oriental estaban emplazados el estadio y el hipódromo, donde tenían lugar las competiciones; y en el oeste se encontraban la palestra —o escuela de lucha— y el gimnasio, donde los competidores tenían que entrenar por lo menos un mes antes de las competencias.
En el año de los juegos se enviaban mensajeros para invitar a las ciudades griegas a rendir homenaje a Zeus. Ellas enviaban sus delegaciones para competir con las otras en los eventos atléticos. En las competiciones sólo podían participar hombres honorables de ascendencia griega. Los juegos comenzaban con una ceremonia y un sacrificio ofrecido a los dioses en el estadio donde estaba la exedra, o sea la zona de asientos para los espectadores.
En ellos se dilucidaban no sólo las emulaciones deportivas sino también las rivalidades políticas entre las ciudades griegas. Durante su celebración se cumplía la denominada “tregua olímpica”, o sea la suspensión de los conflictos bélicos. Entre los años 472 y 350 a. C. los Juegos alcanzaron su máxima popularidad y adquirieron las características que les hicieron célebres en la posteridad.
La palestra en que corrían los atletas tenía la forma de un óvalo con una longitud de 192 metros. Los corredores daban una o más vueltas a la pista, cada una de las cuales era un estadio. Los ganadores eran coronados con una rama de olivo y recibían además honores y privilegios. Al comienzo los juegos duraban sólo un día. Después se incorporaron los combates, el lanzamiento de disco y de jabalina, saltos y otras actividades atléticas e hípicas. A lo largo de toda la historia de los Juegos Olímpicos no cesaron de añadirse nuevos deportes y nuevas modalidades deportivas.
En Olimpia había cuatro clases de carreras: stadion (que era una vuelta a la palestra de 192 metros); dos stadion, larga distancia (de 7 a 24 vueltas) y una carrera con armadura, casco y escudo metálicos que pesaban entre 50 y 60 libras. Luego las competencias olímpicas se extendieron a cinco días en que se realizaban las diferentes pruebas: carreras pedestres y ecuestres, luchas, boxeo y pancracio (que era un combate gímnico que combinaba la lucha, el pugilato, la zancadilla y los puntapiés, hasta que alguno de los contendientes reconocía su derrota). El boxeo se hizo cada vez más duro; al principio los pugilistas se envolvían los dedos con tiras de cuero para amortiguar los golpes, pero más tarde se añadió metal para aumentar su efecto contundente.
Las carreras de caballos fueron una de las atracciones más populares. Al comienzo había una sola competencia, que era la carrera ecuestre de velocidad. Los jinetes corrían sin estribos alrededor de 4 millas de distancia. Después vinieron las competencias de carretas tiradas por dos caballos (bigas) o por cuatro caballos (cuadrigas), que corrían 12 vueltas alrededor del hipódromo, o sea una distancia de 9 millas aproximadamente. A la carrera de caballos le seguía el pentatlón, que comprendía una serie de cinco pruebas: carrera de velocidad, salto de longitud, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco y lucha. El disco era un plato de bronce y la jabalina una suerte de lanza que se arrojaba con la ayuda de una cinta enrollada en el asta, que producía un movimiento de rotación para darle mayor distancia y precisión. La prueba de salto era de longitud, no de altura. Las competencias se clausuraban con una carrera en la que los atletas corrían con la armadura puesta. Los ganadores de las pruebas recibían como premio guirnaldas de olivo, honores y privilegios.
La maratón es, en estricto sentido, la carrera pedestre de resistencia cuyo recorrido es de 42 kilómetros y 195 metros, aunque por extensión se suele denominar con esta palabra a otras pruebas atléticas de resistencia. La palabra se originó en el nombre de un antiguo poblado de Grecia —Maratón— situado a 42 kilómetros de Atenas, en cuyas inmediaciones Milcíades obtuvo una gran victoria militar sobre los persas el 13 de septiembre del año 490 a. C. Dice la leyenda que un mensajero llamado Filípides corrió esa distancia para llevar a Atenas la buena noticia de que el ejército persa de Darío I había sido derrotado y luego de comunicarla cayó muerto por la fatiga. En recuerdo de esta legendaria proeza se denomina maratón a la mayor carrera de resistencia que se realiza en los Juegos Olímpicos.
Los romanos, después de conquistar Grecia en el año 146 a. C., prosiguieron con los juegos. Y a partir de la tradición greco-romana ellos se han celebrado desde hace siglos cada cuatro años en alguna ciudad del planeta, con la concurrencia de miles de deportistas y atletas de numerosos países.
Sin embargo, el desarrollo de los Juegos Olímpicos —cuyo nombre deriva del lugar donde se celebraban: Olimpia, que era el más antiguo centro religioso del mundo helénico— ha tenido dos grandes etapas históricas: la antigua, que se extendió desde el año 776 antes de la era cristiana hasta el 394 después de ella, año en que el emperador Teodosio I el Grande (346-395) —el último gobernante del Imperio Romano indiviso— abolió las competencias por su simbología pagana; y la etapa moderna, a partir de 1896, en que ellas se reanudaron para “promover el buen entendimiento y la amistad entre las naciones”.
Entre la una etapa y la otra hubo una interrupción de 1.502 años, después de la cual los Juegos Olímpicos se reanudaron en Atenas en 1896 por iniciativa del educador francés barón Pierre de Coubertin. Desde ese momento ellos se han realizado cada cuatro años con excepción de 1916, 1940 y 1944, en que fueron suprimidos por causa de la primera y segunda guerras mundiales. Durante la etapa clásica se efectuaron 320 juegos olímpicos.
En 1894 se fundó el Comité Olímpico Internacional (COI) —que lo presidió Coubertin desde 1896 hasta 1925—, organismo encargado de establecer la política olímpica a escala mundial, organizar los juegos, escoger su sede, calificar a los países participantes, incorporar o suprimir disciplinas deportivas y negociar los derechos de emisión televisual de las competencias.
En los primeros Juegos de la era moderna que tuvieron lugar en Atenas en 1896 participaron 295 deportistas de 13 países para competir en 42 pruebas y 9 deportes. 104 años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Sydney, Australia, celebrados del 15 de septiembre al 1 de octubre del 2000, se registró la participación de 10.200 deportistas en representación de 199 países para competir en 300 pruebas y 34 deportes.
En la era moderna los Juegos Olímpicos se realizaron en Atenas en 1896, París 1900, San Luis (Estados Unidos) 1904, Londres 1908, Estocolmo 1912, Antuerpia (Bélgica) 1920, París 1924, Amsterdam 1928, Los Angeles 1932, Berlín 1936, Londres 1948, Helsinki, 1952, Melbourne 1956, Roma 1960, Tokio 1964, Ciudad de México 1968, Munich 1972, Montreal 1976, Moscú 1980, Los Angeles 1984, Seúl 1988, Barcelona 1992, Atlanta 1996, Sydney 2000, Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012, Río de Janeiro 2016.
A lo largo de todos estos años se han incorporado incesantemente nuevas y numerosas disciplinas atléticas y deportivas.
Hay también las Olimpiadas Gays, que se realizan cada dos años, y en las que participan miles de deportistas homosexuales y lesbianas. Los sextos Juegos Olímpicos Gays se celebraron en noviembre del 2002 en Sydney, los séptimos en Montreal en julio y agosto del 2006 y los octavos en Barcelona en el 2008. En ellos, además de las disciplinas deportivas y atléticas clásicas, se practica el aerobic, la petanca y los bailes de salón.
Es interesante señalar que la originaria significación de las palabras “estadio” y “olimpiada” difiere de su sentido actual. Para los griegos antiguos olimpiada era el período de cuatro años que se extendía entre dos celebraciones sucesivas de los juegos olímpicos. Se usaba la palabra con un sentido cronológico. Así aparece en la literatura de aquel tiempo. Éste fue el sentido que le dio, por ejemplo, el historiador griego Timeo (356-260 a. C.) en sus escritos. De modo que olimpiada era originalmente una medida del tiempo: el intervalo de cuatro años entre dos juegos olímpicos. Por eso los griegos acostumbraban contar el tiempo por olimpiadas a partir del solsticio de verano del año 776 antes de Cristo, en que se realizaron los primeros Juegos Olímpicos. Y la palabra estadio fue para los helenos una medida de la distancia: eran los 192 metros lineales que solían cubrir los corredores en sus competencias al cumplir una vuelta a la pista ovalada, aunque algunos historiadores afirman que esa distancia era de 185 metros. Había competencias de uno o más estadios. Hoy la significación de estas palabras ha cambiado: se llaman olimpiadas a los juegos mismos y estadios, a los escenarios donde éstos se realizan.
Organizados por el Comité Olímpico Internacional, los Juegos Olímpicos se realizan cada cuatro años en diversos países. Entonces la atención del mundo se fija en ellos. La televisión los transmite para miles de millones de espectadores. La ceremonia de apertura comienza con la izada de la bandera olímpica —cinco aros de diversos colores engarzados sobre fondo blanco, que simbolizan la unidad de los cinco continentes— mientras se tocan las notas del himno olímpico, y sigue con el desfile de los deportistas del mundo precedidos por el equipo griego —como un homenaje a los fundadores de las competencias olímpicas— y con la entrada de la antorcha olímpica, encendida en las ruinas de Olimpia y llevada a la sede por tierra, mar y aire en brazos de relevos de atletas célebres, con la cual se enciende la tea olímpica en la parte más prominente del estadio. El Jefe del Estado anfitrión declara inaugurados los juegos y el presidente del Comité Olímpico toma el juramento solemne a los deportistas.
En los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996 se incorporaron oficialmente el voleibol de playa y el softball femenino. En los de Barcelona en 1992 —a cuya ceremonia inaugural me fue grato asistir en compañía del rey Juan Carlos I, del jefe del gobierno español Felipe González y de varios gobernantes iberoamericanos— se dio la exhibición de nuevas disciplinas deportivas que aspiraban a incorporarse a las competencias olímpicas: el hockey sobre patines, el taekwondo y la pelota vasca. En los Juegos de Sydney en el año 2000 aumentaron en número los deportes olímpicos. Fueron los siguientes: bádminton (individual y dobles), baloncesto, balonmano, béisbol, boxeo, clavados, carreras de velocidad de 100, 200 y 400 metros llanos, carreras de medio fondo de 800, 1.500, 3.000 y 5.000 metros lisos, carreras de fondo de 10.000 y de 40.195 metros, carreras de obstáculos, carreras de relevos, carreras de vallas, ciclismo (ruta, pista y montaña), decatlón, equitación (salto de obstáculos, adiestramiento y campo traviesa), esgrima (sable, florete y espada), fútbol, gimnasia (rítmica, artística y de cama elástica), golf, heptatlón, hockey de campo, yudo, lanzamiento de bala, lanzamiento de disco, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de martillo, levantamiento de pesas, lucha (libre y grecorromana), maratón, marcha (entre 1.500 metros y 50 kilómetros), natación (cuatro diferentes estilos: libre, pecho, espalda y mariposa, en distancias de 50, 100, 200, 400, 800 y 1.500 metros, y relevos 4 x 100 y 4 x 200 estilo libre y 4 x 100 combinados), pentatlón (tiro de pistola neumática, esgrima, natación, salto de obstáculos a caballo y carrera a campo traviesa), polo acuático (waterpolo), remo (canoa canadiense y kayak), salto de altura, salto de longitud, salto con pértiga, salto triple, softball, tenis (individual y dobles), tenis de mesa (individual y dobles), taekwondo, tiro (pistolas de aire y de fuego, escopeta, rifle neumático y rifle de fuego), tiro con arco, triatlón (ciclismo de ruta de 40 kilómetros, natación 1.500 metros y carrera de 10 kilómetros), voleibol, voleibol de playa y vela (europe, finn, laser, mistral, 49er, 470, soling, star, tornado).
En medio de grandes medidas de seguridad ante la amenaza del terrorismo islámico, del 13 al 29 de agosto del 2004 se efectuaron en Atenas los XXVIII Juegos Olímpicos mundiales, que fueron ganados por Estados Unidos (35 medallas de oro, 39 de plata y 29 de bronce) seguidos por China (32 de oro, 17 de plata y 14 de bronce), Rusia, Australia, Japón, Alemania y Francia. Cuba fue el país latinoamericano mejor ubicado, con 9 medallas de oro, 7 de plata y 11 de bronce. En ellos se dio la sorprendente ganancia del equipo de baloncesto de Puerto Rico sobre el “dream team” norteamericano con la amplia diferencia de 19 puntos, triunfo boricua que rompió el invicto que por doce años había mantenido el elenco estadounidense.
A lo largo de todos estos años se han incorporado incesantemente nuevas y numerosas disciplinas atléticas y deportivas. Nueve de ellas se incluyeron en los Juegos Olímpicos de Pekín en agosto del 2008: 10 kilómetros masculino y femenino en natación, ciclismo BMX femenino y masculino, 3.000 metros con obstáculos en atletismo femenino, pruebas masculina y femenina en tenis de mesa, sable femenino por equipos y florete femenino por equipos en esgrima. Pero, en cambio, se eliminaron: el kilómetro contrarreloj masculino y los 500 metros contrarreloj femenino en ciclismo de pista, el blanco móvil masculino y doble foso femenino en tiro olímpico y espada femenina por equipos y florete masculino por equipos en esgrima. Además fue esa la última ocasión en que se jugaron el béisbol y el softball como deportes olímpicos, que fueron eliminados del programa de la olimpiada de Londres en el 2012.
En la olimpiada de Pekín participaron 10.500 deportistas de ambos sexos procedentes de 204 países. Los que mayor representación acreditaron fueron Estados Unidos con 670 deportistas, China 639, Alemania 439, Australia 433, Italia 344, Canadá 332, Francia 323, Brasil 277 y Ucrania 254.
Las 28 disciplinas deportivas practicadas fueron: atletismo (que incluyó 24 diferentes pruebas masculinas y 23 femeninas), bádminton (individuales, dobles y mixtos), baloncesto (masculino y femenino), balonmano (masculino y femenino), béisbol (masculino), boxeo (11 categorías masculinas), ciclismo (BMX, montaña, pista y ruta: 11 pruebas), equitación (6 pruebas), esgrima (5 pruebas masculinas y 5 femeninas), fútbol (masculino y femenino), gimnasia (artística, rítmica y acrobática: 9 pruebas masculinas y 9 femeninas), halterofilia (8 pruebas masculinas y 7 femeninas), hockey (masculino y femenino), lucha (estilo libre y grecorromana: 14 pruebas masculinas y 4 femeninas), natación (incluidos nado sincronizado, natación, saltos y waterpolo: 22 pruebas masculinas y 24 femeninas), pentatlón moderno (masculino y femenino), piragüismo (12 pruebas masculinas y 4 femeninas), remo (8 pruebas para hombres y 6 para mujeres), softball (femenino), taekwondo (4 pruebas masculinas y 4 femeninas), tenis (masculino y femenino, juegos individuales y dobles), tenis de mesa (masculino y femenino, juegos individuales y dobles), tiro (rifle, pistola y escopeta: 9 pruebas masculinas y 6 femeninas), tiro con arco (2 pruebas masculinas y 2 femeninas), triatlón (masculino y femenino), vela (4 pruebas masculinas y 4 femeninas), voleibol (masculino y femenino, indoor y de playa) y yudo (7 pruebas masculinas y 7 femeninas).
China y Estados Unidos fueron los grandes triunfadores de la olimpiada de Pekín. China obtuvo el mayor número de medallas de oro —51 medallas de oro, 21 de plata y 28 de bronce— en tanto que Estados Unidos —con 36 medallas de oro, 38 de plata y 36 de bronce— alcanzó el primer lugar en la suma total de trofeos. Los dos países supieron proyectar ante el mundo, por los medios de comunicación de alcance planetario, sus imágenes de superioridad deportiva y, con ello, capitalizaron los mayores beneficios de prestigio y buena imagen internacional.
Les siguieron Rusia con 23 medallas de oro, Inglaterra 19, Alemania 16, Australia 14, Corea del Sur 13, Japón 9, Italia 8, Francia 6. Los países de América Latina y el Caribe mejor situados en la tabla de posiciones fueron Jamaica con seis medallas de oro (13º lugar), Brasil con tres medallas (23º), Cuba con dos medallas (28º), Argentina con dos medallas (34º) y México con dos medallas (36º).
Los tres primeros ganadores de cada prueba reciben medallas de oro, plata y bronce, respectivamente. Se izan sus banderas nacionales mientras suena el himno del país al que pertenece el deportista ganador de la medalla de oro. Aunque los Juegos Olímpicos son una competición de atletas individuales y no de países, los medios de comunicación suelen informar de los resultados y del número de medallas por países.
Ha habido peticiones al Comité Olímpico para que se incluyeran en la agenda de los Juegos Olímpicos el golf, el paracaidismo, el billar, la petanca, los bolos, el patinaje sobre ruedas y otros juegos real o supuestamente deportivos. Reiteradamente se ha descartado la inclusión de los bailes de salón —cha-cha-chá, rumba, samba, pasodoble, jive, foxtrot, vals vienés, vals inglés, tango, quickstep y otros— en los Juegos Olímpicos, a pesar de que, según sostienen sus defensores, son una actividad lúdica que potencia la capacidad psicomotriz y la coordinación corporal y que presenta características semejantes a la gimnasia rítmica o al patinaje artístico. En algunos de los países en que se los practica son reconocidos como deporte. Tales países están representados en la International Dance Sport Federation (IDSF), que es miembro de la General Association of International Sports Federations (GAISF) desde 1992, reconocida como federación deportiva internacional por el Comité Olímpico Internacional (COI) en 1997.
Los XXX Juegos Olímpicos, que se desarrollaron en Londres del 27 de julio al 12 de agosto del 2012, promovieron la participación de 204 países, con 10.919 deportistas que compitieron en 39 disciplinas deportivas. A la ceremonia inaugural realizada en el estadio londinense de Stratford asistieron 80 mil espectadores y unos 4.000 millones la siguieron por televisión.
Estados Unidos ocupó el primer lugar en el medallero olímpico con 46 medallas de oro, 29 de plata y 29 bronce; le siguieron China con 38 de oro, 27 de plata y 23 de bronce; Gran Bretaña 29 de oro, 17 de plata y 19 de bronce; Rusia 24 de oro, 26 de plata y 32 de bronce; Corea del Norte 13 de oro, 8 de plata y 7 de bronce; Alemania 11 de oro, 19 de plata y 14 de bronce; Francia 11 de oro, 11 de plata y 12 de bronce; Italia 8 de oro, 9 de plata y 11 de bronce. En América Latina y el Caribe los tres primeros lugares fueron para Cuba con 5 medallas de oro, 3 de plata y 6 de bronce; Brasil 3 de oro, 5 de plata y 9 de bronce; y México 1 de oro, 3 de plata y 3 de bronce.
Del 5 al 21 de agosto del 2016 se celebraron en Río de Janeiro, Brasil, los XXXI Juegos Olímpicos. Fueron inaugurados en el estadio Maracaná con la impresionante y masiva ceremonia en la que desfilaron 11.551 deportistas y atletas de 206 países para participar en 42 deportes y disciplinas atléticas, incluidos el golf y el rugby —el rugby 7, que es una variante con siete jugadores por equipo en vez de quince— que formaron parte de la agenda olímpica del 2016.
Fue, en realidad, una reincorporación puesto que estos deportes habían participado en olimpiadas anteriores: el golf en los Juegos de París en 1900 y San Luis 1904; y el rugby en París 1900 y 1924, Londres 1908 y Amberes 1920.
A esa fecha el COI había ya retirado el softball, el baseball y otros juegos deportivos de las competencias olímpicas de Río de Janeiro por ser juegos minoritarios.
En Brasil se rompieron 17 marcas mundiales y 15 olímpicas, se repartieron 101 medallas de oro y no se registró acto terrorista alguno, como se temía en razón de los terribles atentados islámicos que se habían consumado aquel año en diversos países europeos.
En esos juegos olímpicos volvió a triunfar Estados Unidos con 46 medallas de oro, 37 de plata y 38 de bronce, seguido de Inglaterra con 27 de oro, 23 de plata y 17 de bronce, China con 26 de oro, 18 de plata y 26 de bronce, Rusia 19 de oro, 18 de plata y 19 de bronce, Alemania 17 de oro, 10 de plata y 15 de bronce, Japón 12 de oro, 8 de plata y 21 de bronce, Francia 10 de oro, 18 de plata y 14 de bronce, Corea del Sur 9 de oro, 3 de plata y 9 de bronce, Italia 8 de oro, 11 de plata y 8 de bronce, Australia 8 de oro, 11 de plata y 10 de bronce.
Los cinco primeros lugares entre los países de América Latina y el Caribe fueron ocupados por Brasil con 7 medallas de oro, 6 de plata y 6 de bronce, Jamaica 6 de oro, 3 de plata y 2 de bronce, Cuba 5 de oro, 2 de plata y 4 de bronce, Colombia 3 de oro, 2 de plata y 3 de bronce y Argentina 3 de oro y 1 de plata.
15. La profesionalización del deporte. El deporte tuvo en la Antigüedad una intención puramente lúdica vinculada a la salud y al bienestar, pero en los tiempos modernos empezó el proceso de su profesionalización, la remuneración a los deportistas, el reconocimiento de recompensas monetarias por sus triunfos y la conversión de la actividad deportiva en un medio de vida para quienes la ejercen. Surgieron nuevas profesiones y oficios especializados en la preparación y administración de los deportistas, como los directores técnicos, los entrenadores, los managers, los médicos, los psicólogos, los dietistas, los masajistas y otros. Se montó una enorme “burocracia deportiva” nacional e internacional para manejar el negocio. La publicidad entró con gran fuerza. Las sumas que hoy se manejan en algunas de las actividades deportivas —baloncesto, fútbol, tenis, béisbol, boxeo, automovilismo— son impresionantes. Convertido en un gran espectáculo de masas, el deporte genera ingresos gigantescos por taquilla, publicidad, patrocinios comerciales y derechos de transmisión radial y televisiva y se ha tornado en una actividad esencialmente económica. La construcción de escenarios y de infraestructuras físicas, al igual que el financiamiento de su operación, demandan grandes sumas de dinero pero su rendimiento es mucho mayor. Los Juegos Olímpicos de nuestro tiempo se financian fundamentalmente por empresas patrocinadoras y por los derechos de retransmisión adquiridos por las grandes cadenas de televisión.
Lo mismo ocurre con el Campeonato Mundial de Fútbol, los slams de tenis, los torneos de baloncesto profesional de la National Basketball Association (NBA) de Estados Unidos, las grandes ligas de baseball norteamericanas, el boxeo profesional o el football estadounidense.
Esta transformación ha ocurrido a despecho de los dirigentes deportivos internacionales de la vieja guardia que se opusieron a gratificar económicamente las victorias deportivas y que pugnaron por conservar el espíritu amateur original de las competencias en las que se disputaban exclusivamente el honor de los deportistas y el prestigio de los países.
La ciencia y la tecnologías modernas han contribuido a medir con exactitud el tiempo y el espacio de las competencias deportivas y han proporcionado instrumentos muy sofisticados que han aumentado el rendimiento de los deportistas y que han contribuido a mejorar ostensiblemente sus marcas y sus record, algunos de los cuales se rompen cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.
16. La violencia y el dopaje. La violencia es una de las manifestaciones negativas del deporte contemporáneo. Se inició en la segunda mitad del siglo XX, generada por los fanáticos seguidores de los equipos de fútbol —los hinchas— dentro y fuera de los estadios. Lamentables fueron, por ejemplo, los trágicos episodios de brutalidad ocurridos en 1971 en el Ibrox Park de Glasgow, en 1981 en Atenas con 19 muertos, en 1982 en el Estadio Lenin de Moscú 340 muertos, en 1985 en los estadios Heysel de Bruselas 39 muertos y Bradford de Inglaterra 56 muertos; en ese mismo año en México 10 muertos, en 1988 en Katmandu (Nepal) más de 100 muertos, en 1989 en Hillsborough (Inglaterra) 96 muertos, en 1991 en Orkney (Sudáfrica) 40 muertos, en 1992 en Bastia (Córcega) 15 muertos, en 1996 en Guatemala 90 muertos, en el 2000 en Harare (Simbabwe) 13 muertos, en abril del 2001 en Joannesburgo 47 muertos, en abril del 2001 en Lubumbashi (R. D. Congo) 10 muertos y en mayo del 2001 en el estadio de Accra, Ghana, 130 muertos.
Hace más de dos décadas surgieron en Inglaterra los llamados hooligans, aficionados al fútbol y a la bebida, que han promovido actos de barbarie dentro y fuera de los estadios, hasta el extremo de que la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) y la Unión Europea de Fútbol (UEFA) se han visto obligadas a solicitar a los gobiernos severas penas contra los hooligans. El parlamento británico expedió una ley especial para reprimirlos. La ley autoriza a la policía para impedir que todo sospechoso de golfo o gamberro —sus tatuajes e indumentaria son característicos— entre en los escenarios deportivos e incluso que salga del país días antes de encuentros de fútbol importantes en cualquier ciudad europea. Según la ley anti-hooligans inglesa, que entró en vigor días antes de la Eurocopa 2000, un hooligan puede ser juzgado por un tribunal y condenado a diez años de ausencia forzosa a un partido internacional, sin perjuicio de sus responsabilidades penales por actos de violencia.
Réplicas de los hooligans han aparecido en otros países y los alemanes parecen ser aún más violentos y peligrosos que los ingleses porque además de fanáticos por el fútbol son racistas y neonazis, que se reúnen para agredir a jugadores e hinchas africanos o de otros países y para enfrentarse a las fuerzas de seguridad.
Con muy malas consecuencias para la salud de los deportistas, el dopaje ha estado presente en el deporte después de la II Guerra Mundial, aunque recién salió a la luz pública por las revelaciones hechas en la década de los 80 del siglo anterior. En algunos países del antiguo bloque comunista —especialmente en la República Democrática de Alemania y en la Unión Soviética— el dopaje administrado, dosificado y controlado por las autoridades públicas se convirtió en una práctica sistemática. En Occidente fue famoso el caso del atleta canadiense Ben Johnson, despojado de su medalla de oro ganada en los 100 metros planos durante los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. Durante la Olimpiada de Sydney en el 2000 se registraron alrededor de 50 casos de utilización de drogas prohibidas.
17. Política y deporte. Parecería inadecuado incluir la palabra deporte en un diccionario político, pero no lo es. El deporte ha formado parte de la política desde épocas muy remotas. Ha sido utilizado como instrumento de distracción pública —una suerte de opio de los pueblos, parafraseando a Marx— desde tiempos inmemorables para evitar que la gente prestara atención a sus problemas económicos y sociales. Ésta ha sido una práctica milenaria de los gobiernos. El pan y circo de los antiguos romanos, con sus gladiadores y carreras de caballos, está aún vigente. La vieja enseñanza política de que a los pueblos hay que darles espectáculo y entretenimiento para que sus ojos no se posen en sus miserables calidades de vida ni en la corrupción o errores de sus gobernantes sino que se distraigan en las competencias deportivas ha encontrado una aplicación cada vez más amplia en los tiempos modernos.
El circo fue entre los antiguos romanos el lugar destinado a la celebración de diversos espectáculos para entretener a la multitud. La ciudad de Roma llegó a tener 15 circos, de los cuales el más grande e importante fue el circo máximo, situado entre las colinas Palatino y Aventino. Los circos romanos tenían la arena o la palestra, que era la pista en la que actuaban los protagonistas del espectáculo, y en su torno se levantaban gigantescos graderíos para los espectadores. Estaban hermosamente adornados con estatuas, columnas, pilastras, arcos y balaustres. En ellos se realizaban las carreras de caballos y de carros —a imitación de los hipódromos griegos—, la lucha entre gladiadores o entre éstos y animales salvajes, las competencias de los atletas, las peleas de los pugilistas, las piruetas de los acróbatas, los simulacros militares y los demás juegos circenses para divertir a la multitud. En la época de los cristianos de las catacumbas se realizaban los espeluznantes espectáculos de arrojarlos para ser devorados por las fieras ante el frenesí de la masa.
Las relaciones entre el deporte y la política son inocultables. El deporte ha sido a menudo utilizado con fines propagandísticos e incluso convertido en arma política. En 1936 los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín fueron usados por Adolfo Hitler para promocionar el >nazismo. Los regímenes comunistas convirtieron a las organizaciones deportivas, regimentadas por el Estado mediante los comités de cultura física y deporte en los consejos de ministros, en “correas de transmisión” de los designios políticos de los gobiernos. Durante la guerra fría Estados Unidos y la Unión Soviética boicotearon, a su turno, los Juegos de Moscú en 1980 y los de Los Ángeles en 1984. Los triunfos deportivos han servido como instrumento de prestigio nacional, de influencia política e incluso de proselitismo.
Los conflictos ideológicos y políticos han interferido eventualmente la realización de los Juegos de la era moderna. En los de Berlín en 1936 Adolfo Hitler rehusó reconocer las hazañas del atleta negro norteamericano Jesse Owens, quien ganó cuatro medallas de oro. Los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich estuvieron marcados por una tragedia derivada de las condiciones políticas del Oriente Medio cuando miembros de una organización palestina, en una acción terrorista, mataron a dos atletas de Israel y tomaron como rehenes a otros nueve miembros de su representación, que murieron más tarde en el intento de su liberación por la policía alemana en el aeropuerto de Munich. Las actividades olímpicas se suspendieron durante un día en recuerdo de los atletas asesinados. Los Juegos Olímpicos de 1976, celebrados en Montreal, también se vieron alterados por acontecimientos políticos porque el gobierno canadiense, anfitrión de ellos, no permitió que el equipo de Taiwán portara su bandera ni que se tocara su himno nacional durante la celebración, con lo cual se produjo el retiro de su equipo. En esa misma oportunidad la desatendida demanda de la mayoría de los países africanos para que se excluyera de las competencias a Nueva Zelandia por haber permitido que uno de sus equipos de rugby jugara en Sudáfrica, incumpliendo la política de sanciones que la comunidad internacional había establecido contra el <apartheid, produjo el abandono de los Juegos de 31 países en solidaridad con la posición de las delegaciones africanas. Como parte de la guerra fría, los Estados Unidos retiraron a sus deportistas de los Juegos de 1980 en Moscú, en protesta por la invasión soviética a Afganistán, actitud que fue seguida por otros 64 países. Cuatro años más tarde la URSS, invocando la deficiencia de las medidas de seguridad para sus deportistas, se retiró de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, junto con quince países que hicieron causa común con la posición soviética. En los Juegos de 1988 en Seúl surgió una controversia política en torno a la pretensión de Corea del Norte de compartir el honor de ser anfitriona juntamente con Corea del Sur. Estos conflictos cesaron al terminar la >guerra fría a finales de la década de los 80 y desde entonces las competencias olímpicas se han desarrollado con entera normalidad.
Las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos de América y China se rompieron en 1949 cuando Mao Tse-tung, al frente de las tropas comunistas, tomó el poder. Hubo dos décadas de constante beligerancia ideológica, política, económica y militar entre los dos países. Pero en 1971 el gobierno norteamericano presidido por Richard Nixon autorizó el viaje de una delegación de jugadores de ping-pong a China —quienes se convirtieron en los primeros nueve estadounidenses admitidos en el país asiático—, acontecimiento que posibilitó el deshielo de las relaciones entre los dos Estados y la reanudación de sus vínculos diplomáticos, al amparo de lo que se denominó la “diplomacia del ping-pong”, que hizo el milagro de relajar las tensiones de la guerra fría.
Casi 28 años más tarde Estados Unidos y Cuba ensayaron la “diplomacia del béisbol” al autorizar el gobierno norteamericano que el equipo Orioles de Baltimore —de las grandes ligas norteamericanas— viajara a La Habana a fines de marzo de 1999 y sostuviera un encuentro de béisbol con un equipo de Cuba. Esto no había ocurrido en los últimos 40 años. Triunfaron los norteamericanos por 3 puntos a 2 en un partido intensamente disputado y de un alto nivel técnico, transmitido por radio y televisión a toda la isla. El béisbol es una pasión nacional tanto en Estados Unidos como en Cuba. Los jugadores norteamericanos fueron recibidos en el estadio con un prolongado aplauso y Fidel Castro estuvo en la primera fila, detrás del plato, para ver la competencia. Después se entrevistó con los jugadores norteamericanos. La “diplomacia del béisbol” tuvo la virtud de bajar las tensiones políticas entre los dos países, cosa que no había logrado la diplomacia tradicional. Sin embargo, las relaciones volvieron a descomponerse con la ascensión al poder de George W. Bush en el 2001 y se abrió nuevamente una etapa de tensión entre Estados Unidos y Cuba.
La historia de los Juegos Olímpicos muestra con entera claridad que sus escenarios no sólo son deportivos sino también políticos. Y, en los tiempos actuales, probablemente más políticos que deportivos. En ellos se mueven los atletas y los deportistas pero también los actores políticos. Lo hemos visto a lo largo del tiempo. En 1936 el nazismo pretendió utilizar los Juegos Olímpicos de Berlín para demostrar la pretendida superioridad de la raza aria y Hitler se indignó con las cuatro medallas de oro alcanzadas por el corredor negro estadounidense Jesse Owens: en cien metros planos, salto largo, doscientos metros planos y relevos 4×100. En el podio de premiación de los Juegos Olímpicos de México en 1968 dos atletas negros norteamericanos: Tommie Smith y John Carlos, levantaron sus puños en alto, enfundados en guantes negros, como señal de protesta contra la discriminación racial en su país. En la Villa Olímpica de Munich, la noche del 5 de septiembre de 1972, un comando palestino asesinó a dos atletas israelíes y secuestró a otros nueve, que murieron horas después juntamente con los terroristas en un tiroteo entre los comandos islámicos y los soldados alemanes en el aeropuerto militar de Furstenfelbruk, cercano a Berlín. Los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980 sufrieron el más grande boicot de la historia deportiva: Estados Unidos y sesenta y dos países —de los 143 que integraban el COI— se negaron a participar en protesta por la invasión soviética a Afganistán. Cuatro años después, en respuesta al boicot de Moscú, las delegaciones deportivas de la Unión Soviética y de sus países aliados se abstuvieron de concurrir a la Olimpiada de Los Ángeles. Todo esto fue parte de la guerra fría. Pero en la Olimpiada de Pekín, del 8 al 24 de agosto del 2008, la política llegó a su apoteosis. China pugnó por hacerse presente con toda su fuerza en el escenario internacional y organizó los Juegos Olímpicos más lujosos y caros de la historia —que le costaron alrededor de 40.000 millones de dólares—, venciendo protestas internas y externas y amenazas del terrorismo islámico. Fue una desmesura china: luces, pirotecnia, acrobacia, música, danza, vestidos, coreografía masiva.
La deslumbrante ceremonia de apertura en el nuevo y majestuoso estadio nacional de Pekín —diseñado por los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron—, a la que asistieron 90.000 espectadores y numerosos jefes de Estado y de gobierno y en cuyo escenario participaron 14.000 actores a lo largo de cuatro horas de maravilloso espectáculo, fue vista a través de la televisión por 4.000 millones de personas en el planeta. Fue una impresionante demostración de fuerza, organización, disciplina y armonía que hizo el país anfitrión.
El acto —programado y conducido por el director cinematográfico chino Zhang Yimou— estuvo cargado de evocaciones mitológicas, históricas y políticas de China, que se plasmaron en soberbias coreografías multitudinarias sobre la enorme pista del estadio para evocar las “huellas de la historia” china y especialmente sus cuatro invenciones históricas que influyeron en el destino de la humanidad: el papel, las tablillas de impresión, la brújula y la pólvora. No dejaron de evocarse también la Gran Muralla China y los soldados de terracota de Xian. Fue un logro estético y técnico maravilloso, que desembocó en la exhibición de las conquistas chinas de la modernidad. Igual cosa ocurrió en la ceremonia de clausura de los juegos: volvió a montarse un imponente y fastuoso espectáculo, que a través de los medios audiovisuales se proyectó hacia los lugares más lejanos del planeta, y el estadio volvió a convertirse en el gran escaparate mundial de China.
El gobierno chino hizo de sus Juegos Olímpicos un formidable aparato de resonancia y propaganda a escala mundial. La política nacional e internacional estuvo más presente que siempre en el curso de su organización y desarrollo. En varias ciudades chinas y en muchas del mundo se dieron protestas contra el régimen comunista de China. La travesía de la antorcha olímpica en sus 137.000 kilómetros de recorrido fue muy accidentada. En algunos países —Estados Unidos, entre ellos— se discutió si sus gobernantes debían asistir a la ceremonia inaugural. Los opositores políticos del presidente George W. Bush le pidieron que no concurriese. El candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos Barack Obama declaró que el presidente Bush debía boicotear la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en Pekín si China no detenía el genocidio en Darfur y no hacía algo para mejorar la situación de los derechos humanos en el Tíbet. En parecidos términos se expresó la senadora y precandidata presidencial Hillary Clinton. Pero el presidente desoyó las peticiones y ocupó un lugar en la tribuna durante la ceremonia inaugural, aunque la víspera había declarado en Pekín que “cree firmemente que las sociedades que permiten la libertad de expresión de ideas tienden a ser más prósperas y más pacíficas”. El cineasta estadounidense Steven Spielberg, que colaboraba como asesor artístico de Zhang Yimou en la organización del acto inaugural, presentó su renuncia a causa de la política china en el conflicto de Sudán y de las matanzas de Darfur. La delegación de Georgia, a instancias de su presidente Mikhail Saakashvili, amenazó el 9 de agosto —al día siguiente de la inauguración— con abandonar los juegos debido a la invasión de las tropas rusas a su territorio para apoyar la secesión de las provincias georgianas Osetia del Sur y de Abjasia, que ocurrió el mismo día de la ceremonia de inauguración y que causó miles de bajas y decenas de miles de desplazamientos. Pero su amenaza no llegó a cumplirse y el gobierno georgiano permitió que sus deportistas continuaran en Pekín, en el marco de los ideales olímpicos. En esos días de la Olimpiada se suscribió el protocolo por el cual Rusia se comprometió a devolver a China 300 kilómetros cuadrados de territorio en disputa, para poner fin a cuarenta años de conflictos limítrofes entre los dos Estados a causa de su dilatada frontera común de 4.345 kilómetros y a reintegrar a China dos islas que se convirtieron en territorio soviético en 1929: Tarabarov y Bolshói, en el río Amur.
Decenas de jefes de Estado y de gobierno estuvieron presentes en el acto inaugural, entre ellos el presidente chino Hu Jintao, el francés Nicolás Sarkozy, el brasileño Lula da Silva, el israelí Shimon Peres, el surcoreano Lee Myungbak, el norcoreano Kim Jong-il, el croata Stjepan Mesic, el afgano Hamid Karzai, el rumano Rumania Traian Basescu, el vietnamita Nugyen Minh Triet, el gobernante de Laos Choummali Saignason, el argelino Abdelazis Buteflika, el de Kazajistán Nursultán Nazarbayev, el de Bielorrusia Alexandr Lukashenko, el de Sri Lanka Mahinda Rajapaksa, el serbio Boris Tadic, el de Montenegro Filip Vujanovic, el de Timor Oriental José Ramos-Horta, el primer ministro ruso Vladimir Putin, el primer ministro australiano Kevin Rudd, el primer ministro de Holanda Jan Peter Balkenende, el primer ministro japonés Yasuo Fukuda, los jefes de gobierno de Tailandia Samak Sundaravej, de Yibuti Dileita Mohamed Dilleita, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon y numerosas otras personalidades políticas, deportivas y culturales del mundo.
En tales condiciones, el acto inaugural se convirtió en un gigantesco y planetario aparato de promoción subliminal de los principios y valores de la cultura, la historia, las metas nacionales y el régimen político de China ante el mundo. Tras el desfile de las 204 delegaciones participantes, el presidente chino Hu Jintao declaró oficialmente inaugurados los Juegos Olímpicos. Pero no dejaron de verse también los puntos débiles del sistema a través de los medios de comunicación: la pobreza de amplios sectores sociales, el >dualismo económico, la contaminación ambiental y las voces y actitudes de protesta de algunos grupos, dentro y fuera de China, por la violación de los derechos humanos.
Tan interrelacionados están el deporte y la política —incluso la política internacional— que dos meses antes del Campeonato Mundial de Fútbol en Sudáfrica, en junio del 2010, la banda terrorista al Qaeda emitió una declaración en la página web de la revista islámica Mushtaqun Lel Jannah, reproducida inmediatamente con gran despliegue por todos los medios de comunicación del planeta, en la que amenazaba: “Qué increíble sería que cuando retransmitiesen en directo el partido entre Estados Unidos-Inglaterra, en un estadio repleto de espectadores, retumbase en las tribunas el sonido de una explosión. Todo el estadio se pondría patas arriba y el número de cadáveres se contaría por cientos, si Alá quiere”. Y agregó: “Todos los controles de seguridad y aparatos de rayos X que Estados Unidos va a enviar no serán capaces de detectar los explosivos”. El blanco principal señalado por los terroristas fueron los equipos de fútbol de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, países a los que acusó de ser miembros de la “cruzada sionista contra el islam”.
La amenaza del grupo terrorista islámico produjo un terror masivo, que recorrió por el mundo a pesar de las declaraciones de los organizadores del campeonato en cuanto a la absoluta seguridad de los participantes y de los espectadores. Pero la amenaza no se concretó y los juegos —a los que asistieron 3,18 millones de espectadores— transcurrieron normalmente.
En la ceremonia inaugural de los XXX Juegos Olímpicos de Londres celebrada en el estadio de Stratford el 27 de julio del 2012 —con la participación de 204 países y 10.919 deportistas que compitieron en 39 disciplinas deportivas y con 80.000 espectadores— estuvieron presentes: la reina Isabel II, el duque de Edimburgo y los miembros de la familia real británica; el primer ministro inglés David Camerón, el alcalde Boris Johnson de Londres, la presidenta Dilma Rousseff de Brasil, la reina Sofía de España y los primeros ministros Dimitri Medvedev de Rusia, Yoshihiko Noda de Japón, Julia Guillard de Australia, Jean-Marc Ayrault de Francia, Elio Di Rupo de Bélgica, Sheik Hasina de Bangladesh y Portia Simpson-Miller de Jamaica.
Estados Unidos ocupó el primer lugar en el medallero olímpico con 46 medallas de oro, 29 de plata y 29 bronce; le siguieron China con 38 de oro, 27 de plata y 23 de bronce; Gran Bretaña 29 de oro, 17 de plata y 19 de bronce; Rusia 24 de oro, 26 de plata y 32 de bronce; Corea del Norte 13 de oro, 8 de plata y 7 de bronce; Alemania 11 de oro, 19 de plata y 14 de bronce; Francia 11 de oro, 11 de plata y 12 de bronce; Italia 8 de oro, 9 de plata y 11 de bronce. En América Latina y el Caribe los tres primeros lugares fueron para Cuba con 5 medallas de oro, 3 de plata y 6 de bronce; Brasil 3 de oro, 5 de plata y 9 de bronce; y México 1 de oro, 3 de plata y 3 de bronce.
Pero también allí estuvieron presentes las amenazas terroristas de al Qaeda y de otros grupos radicales islámicos, que obligaron a las autoridades públicas inglesas a reforzar la vigilancia y control de los eventos. La movilización militar y policial en el territorio británico —que se estimó en cerca de 40 mil efectivos— fue la mayor desde la Segunda Guerra Mundial.
En algunos países islámicos se ha declarado guerra a muerte al fútbol porque lo consideran parte de la cultura occidental.
Niños de entre diez y quince años de edad fueron castigados en Somalia con 38 latigazos por haber jugado fútbol. Eso ocurrió el 26 de octubre del 2009. La condena provino de una corte islámica de Jowhar —noventa kilómetros al norte de Mogadiscio— bajo la consideración de que el fútbol no es un deporte islámico. Y la población del lugar fue convocada para ver la ejecución del castigo.
Durante el desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol en Sudáfrica, en junio del 2010, dos jóvenes fueron sorprendidos en Somalia mirando por televisión el partido entre Argentina y Nigeria y fueron asesinados en el acto por miembros del grupo fundamentalista Hezbolá, en nombre del islamismo, puesto que en ese país era un acto satánico jugar o mirar el fútbol. El líder islámico Sheik Mohamed Abu Abdalla dijo en aquella ocasión que “el fútbol desciende de las viejas culturas cristianas y nuestra administración islámica nunca permitirá ver lo que ellos llaman la Copa Mundial de la FIFA. Este es nuestro último aviso”.
Con las mismas invocaciones teológicas, comandos de la milicia islámica al Shabaab, vinculada con al Qaeda, asesinaron con bombas explosivas en Kampala, capital de Uganda, a 74 aficionados al fútbol que el domingo 11 de julio del 2010 presenciaban por televisión en el restaurante Ethiopian Village y en un club de rugby el partido final que se jugaba en Johannesburgo entre los equipos de España y Holanda.
Tres personas murieron y 176 resultaron heridas y amputadas el 15 de abril del 2013 por dos explosiones en la línea de llegada de la maratón de Boston, en el centro de la ciudad, en la que participaron alrededor de 27 mil atletas nacionales y extranjeros. Los artefactos explosivos de fabricación artesanal fueron colocados por dos jóvenes musulmanes procedentes de Chechenia que residían en Estados Unidos, de quienes uno era seguidor del islam radical.
Boko Haram —la banda terrorista islámica de Nigeria—, invocando a Alá, fue responsable el domingo 1 de junio del 2014 de otra acción terrorista: la explosión de una bomba contra quienes veían por televisión un partido de fútbol en un concurrido bar de la ciudad nigeriana de Mubi —al noreste del país—, con el resultado de varias decenas de personas muertas.
18. El deporte: gran espectáculo de masas. La actividad deportiva tuvo en la Antigüedad una intención puramente lúdica vinculada a la salud y al bienestar, pero en los tiempos modernos empezó el proceso de su profesionalización, la remuneración a los deportistas, el reconocimiento de recompensas monetarias por sus triunfos y la conversión de la actividad deportiva en un medio de vida para quienes la ejercen.
Surgieron nuevas profesiones y oficios especializados en la preparación y administración de los deportistas, como los directores técnicos, los entrenadores, los managers, los médicos, los psicólogos, los dietistas, los masajistas y otros. Se montó una enorme “burocracia deportiva” nacional e internacional para manejar el negocio. Y la publicidad, por su lado, entró con gran fuerza en los avatares deportivos.
Las sumas que hoy se manejan en algunas de estas actividades —fútbol, baloncesto, tenis, béisbol, boxeo, automovilismo— son impresionantes. Y es que, convertido en un gran espectáculo de masas, el deporte genera ingresos gigantescos por taquilla, publicidad, patrocinios comerciales y derechos de transmisión radial o televisiva. Y es que se ha tornado en una actividad fuertemente económica. La construcción de escenarios y de infraestructuras físicas, al igual que el financiamiento de su operación, demandan grandes sumas de dinero pero su rendimiento es mucho mayor.
Los Juegos Olímpicos de nuestro tiempo se financian fundamentalmente por las empresas patrocinadoras y por los derechos de retransmisión adquiridos por las grandes cadenas de televisión.
Y eso ocurre con el Campeonato Mundial de Fútbol, los slams de tenis, los torneos de baloncesto profesional de la National Basketball Association (NBA) de Estados Unidos, las grandes ligas de baseball norteamericanas, el boxeo profesional o el football estadounidense.
Esa transformación ha ocurrido a despecho de los dirigentes deportivos internacionales de la vieja guardia que se opusieron a gratificar económicamente las victorias deportivas y que pugnaron por conservar el espíritu amateur original de las competencias en las que se disputaban exclusivamente el honor de los deportistas y el prestigio de los países.
Pero la ciencia y la tecnología modernas han contribuido a medir con exactitud el tiempo y el espacio de las competencias deportivas y han proporcionado instrumentos muy sofisticados que han aumentado el rendimiento de los deportistas y han contribuido a mejorar ostensiblemente sus marcas y sus records, algunos de los cuales se rompen cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.
19. El deporte en la antigüedad. El deporte tuvo en la Antigüedad una intención puramente lúdica vinculada a la salud y al bienestar, pero en los tiempos modernos empezó el proceso de su profesionalización, la remuneración a los deportistas, el reconocimiento de recompensas monetarias por sus triunfos y la conversión de la actividad deportiva en un medio de vida para quienes la ejercen.
Surgieron nuevas profesiones y oficios especializados en la preparación y administración de los deportistas, como los directores técnicos, los entrenadores, los managers, los médicos, los psicólogos, los dietistas, los masajistas y otros. Se montó una enorme “burocracia deportiva” nacional e internacional para manejar el negocio. Y la publicidad, por su lado, entró con gran fuerza en los avatares deportivos.
Las sumas que hoy se manejan en algunas de las actividades deportivas —baloncesto, fútbol, tenis, béisbol, boxeo, automovilismo— son impresionantes. Y es que, convertido en un gran espectáculo de masas, el deporte genera ingresos gigantescos por taquilla, publicidad, patrocinios comerciales y derechos de transmisión radial o televisiva. Y es que el deporte se ha tornado en una actividad fuertemente económica. La construcción de escenarios y de infraestructuras físicas, al igual que el financiamiento de su operación, demandan grandes sumas de dinero pero su rendimiento es mucho mayor.
Los Juegos Olímpicos de nuestro tiempo se financian fundamentalmente por las empresas patrocinadoras y por los derechos de retransmisión adquiridos por las grandes cadenas de televisión.
Y eso ocurre con el Campeonato Mundial de Fútbol, los slams de tenis, los torneos de baloncesto profesional de la National Basketball Association (NBA) de Estados Unidos, las grandes ligas de baseball norteamericanas, el boxeo profesional o el football estadounidense.
Esa transformación ha ocurrido a despecho de los dirigentes deportivos internacionales de la vieja guardia que se opusieron a gratificar económicamente las victorias deportivas y que pugnaron por conservar el espíritu amateur original de las competencias en las que se disputaban exclusivamente el honor de los deportistas y el prestigio de los países.
La ciencia y la tecnología modernas han contribuido a medir con exactitud el tiempo y el espacio de las competencias deportivas y han proporcionado instrumentos muy sofisticados que han aumentado el rendimiento de los deportistas y han contribuido a mejorar ostensiblemente sus marcas y sus records, algunos de los cuales se rompen cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.
Lamentablemente, la violencia y el dopaje no dejan de ser elementos negativos del deporte contemporáneo, que se iniciaron en la segunda mitad del siglo XX generados por los fanáticos seguidores de los equipos de fútbol —los hinchas— dentro y fuera de los estadios. Deplorables fueron, por ejemplo, los trágicos episodios de brutalidad ocurridos en 1971 en el estadio Ibrox Park de la ciudad de Glasgow, Escocia, en que murieron 66 personas en el choque brutal —al final del partido de fútbol— entre los aficionados de los equipos “Celtic” y “Rangles F.C.”; o similares episodios en 1981 en Atenas con 19 fallecidos; o en 1985 en los estadios Heysel de Bruselas: 39 muertos; y Bradford de Inglaterra: 56 fallecidos.
Con muy malas consecuencias para la salud de los deportistas, el dopaje ha estado presente en el deporte después de la II Guerra Mundial, aunque recién salió a la luz pública por las revelaciones hechas en la década de los 80 del siglo anterior. En algunos países del antiguo bloque comunista —especialmente en la República Democrática de Alemania y en la Unión Soviética— el dopaje administrado, dosificado y controlado por las autoridades públicas se convirtió en una práctica sistemática. En Occidente fue famoso el caso del atleta canadiense Ben Johnson, despojado de su medalla de oro ganada en los 100 metros planos durante los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. Durante la Olimpiada de Sydney en el 2000 se registraron alrededor de 50 casos de utilización de drogas prohibidas.