Viene de “contestar” o “responder”, o sea dar respuesta a alguien o a algo. Se llama contestatario, en el ámbito político, a quien resiste un sistema de gobierno o un régimen de ideas. Puede ser revolucionario o rebelde, en algunos casos, dependiendo de lo lejos que vaya en su oposición y de los métodos que utilice para instrumentarla.
En términos más generales contestatario es quien contradice un sistema, una doctrina, una tesis, una idea, una tendencia o una opinión imperante dentro de la comunidad. Esta actitud no supone necesariamente violencia contra el sistema ni rechazo a la totalidad de él sino su revisión para desechar lo arcaico, inútil o inconveniente y retener lo que aún pueda tener vigencia. En su carácter más tenue, la actitud contestataria equivale a lo que en francés se designa con la expresión contestation, que significa discrepancia o disconformidad con alguien o con algo.
Lo que caracteriza a la actitud contestataria, en sus diversos grados, es que las críticas no vienen de arriba —desde la autoridad, desde la jerarquía, generalmente conservadoras— sino desde abajo, del estado llano de la organización social.