Es un trastorno mental recurrente que se expresa en la tendencia frecuente e irrefrenable de robar cosas y objetos de propiedad ajena, independientemente de su utilidad.
Esta manía —robo morboso y recurrente— lleva a sus autores a vencer la ansiedad y tensión emocional que sufren antes del acto. Y en el curso de él sienten placer y gratificación, aunque posteriormente puedan ser atormentados por el remordimiento y la vergüenza.
Uno de los elementos recurrentes de la cleptomanía es que el objeto o los objetos robados no necesariamente son de utilidad para el cleptómano.
En esto se diferencia de los ladrones comunes.
Y es que la cleptomanía, como dice su nombre, es un impulso incontrolable antes que un acto deliberado. Quiero decir con esto que los episodios cleptomaníacos no se hacen bajo el interés o por la utilidad de los objetos robados sino que son actos compulsivos y brotan maniáticamente. Y obedecen a impulsos patológicos irresistibles.
En esto se diferencian la cleptomanía del robo y los cleptómanos de los ladrones comunes.
La cleptomanía no es un acto deliberado sino una impulsión. Dicen las malas lenguas que el antiguo Rey Víctor Amadeo de Cerdeña, que era un hombre afortunado, padecía de cleptomanía: robaba objetos y no los utilizaba sino que los botaba.
En resumen, la cleptomanía es la tendencia morbosa y delictual a llevarse dinero o bienes ajenos. Y cleptómano o cleptomaníaco es quien padece esta morbosa propensión al hurto.