Es una de las más antiguas e importantes religiones. Se fundamenta en las ideas de Gautama Buda, nacido en la India en el siglo VI antes de nuestra era, y en sus llamadas cuatro nobles verdades y el nirvana.
El budismo se ha dividido en muchísimas opiniones, escuelas, sectas y direcciones filosóficas, de las que dos son las más importantes: la hinayana, profesada en Birmania, Siam, Indochina y Sri Lanka; y la mahayana, en China, Corea, Japón, Tíbet y Mongolia.
Su doctrina está contenida en los sermones de Buda a sus discípulos, que se transmitieron oralmente de unas generaciones a otras y que después fueron recogidos en las escrituras en lengua pali redactadas por los exégetas del sur de la India y del Ceilán (hoy llamado Sri Lanka), que los budistas han aceptado como las propias enseñanzas de Buda. Pero es difícil saber si sus ideas fueron recogidas en forma fidedigna. Este libro es mucho más grande que la Biblia. Contiene tres partes: la vinayapitaka, que comprende las reglas de la disciplina monástica; la suttapitaka que reúne los sutras, o sea los discursos y enseñanzas atribuidos a Buda; y la abhidhammapitaka, que es la metafísica de su doctrina.
Los doctores y pensadores budistas de las academias y los monasterios de la Antigüedad contribuyeron a refinar su doctrina y su credo. Poco después de la muerte de Buda, ocurrida en el año 483 antes de la era cristiana, se celebró un concilio de monjes budistas en Rajagaha para analizar la vinaya y el dhamma a fin de reformularlos y transmitirlos oralmente a las nuevas generaciones. Un segundo concilio se reunió un siglo más tarde en Vesali y un tercero en Patna, esta vez de la escuela hinayana, hacia el año 247. En todos estos concilios se pulió y perfeccionó el credo budista.
El budismo es, sin duda, la más tolerante de las religiones. Predica el “no matarás”, el perdón a los enemigos, las buenas costumbres, la importancia de la intención moral y el respeto a las ideas de los demás.
Se discute, sin embargo, si el budismo es una filosofía o una religión. Porque es difícil concebir una religión sin un dios. Buda (563-483 a. C.) fue el fundador del budismo pero no su dios. El propio nombre de Buda, que significa “el iluminado”, sólo lo tuvo después de que recibió su “iluminación” al pie del árbol bodhi —el árbol de la iluminación— bajo cuya sombra permaneció siete semanas, al cabo de las cuales se acercaron a verlo dos mercaderes que, después de oír maravillados sus enseñanzas, se adhirieron a su doctrina y fueron sus dos primeros discípulos. Más tarde vinieron muchos otros, con quienes Buda formó la orden monástica —el sangha—, que luego partieron por el mundo en misión apostólica para difundir los principios de la nueva religión.
La parte central de la doctrina budista está compuesta por las cuatro nobles verdades, que son la verdad del sufrimiento o sea que la vida es dolor; la verdad de que la causa del dolor es el deseo; la verdad de que el dolor puede cesar si se suprime el deseo; y la verdad de que el dolor cesará siguiendo el noble sendero óctuple, que consiste en que todo budista debe esforzarse por tener ideas rectas, intención recta, palabra recta, acción recta, vida recta, esfuerzo recto, meditación recta y contemplación recta. Para cumplir estos propósitos se necesitan muchas vidas y sólo después de ellas el ser humano se convierte en lo que el sistema hinayana denomina arhat, o sea “digno” de entrar al nirvana.
El nirvana es, en el budismo, la meta final de la vida humana. Es la llegada a un estado de beatitud excelsa que jamás ha sido descrito, porque no es posible describirlo, pero que es la culminación de todo el ciclo de existencias y reencarnaciones y el final de la ignorancia, los esfuerzos y el dolor del hombre.
La mayor de las diferencias entre las dos escuelas del budismo —la hinayana y la mahayana— estriba precisamente en el modo de concebir el nirvana y la forma de llegar a él. En la primera, el budista debe tratar de practicar las ocho verdades para alcanzar el nirvana, mientras que en la segunda se enseña al creyente que no sólo debe aspirar al nirvana sino que debe esforzarse por llegar a ser un Buda para que pueda descubrir por sí mismo las verdades y transmitirlas a los demás.
El ser humano, según el pensamiento que se atribuye a Buda, está sometido a la ley del incesante fluir —dharma— que lo lleva de deseo en deseo, de dolor en dolor y, por tanto, de reencarnación en reencarnación. Mientras el hombre no se libere del deseo estará sometido al ciclo del renacer —samsara— y esa liberación sólo puede lograrla mediante la observación de las reglas morales y la disciplina ascética. De este modo puede alcanzar disipar la ilusión producida por el deseo, eliminar el deseo mismo y suprimir el apego a la vida que conduce al nirvana.
En uno de sus sermones, Buda predicó las virtudes de la vía media, es decir, del camino situado entre los dos extremos: la sensualidad y la mortificación. A ella la denominó el noble sendero óctuple y afirmó que quien lo siguiese llegará al nirvana.
El pensamiento budista es de muy difícil comprensión para los occidentales, que parten valores y cosmovisiones diferentes, del mismo modo que resultan incomprensibles para los orientales los dogmas y los ritos de las religiones de Occidente.