La palabra viene de bilateral, que significa dos lados. Lateral, del latín lateralis, es el lado de una cosa. Se llama bilateralismo, en las relaciones internacionales, a la política de un Estado de privilegiar la vinculación con otro o el acuerdo, reunión o tratamiento de un tema entre dos Estados.
El bilateralismo implica la instrumentación de acciones concertadas entre ellos en el área de la defensa militar, la política exterior, la economía, el comercio o cualquier otra materia.
El concepto de lo bilateral se opone tanto a lo unilateral, que es la decisión o la acción de un solo país, como a lo multilateral, que es el acuerdo, la reunión o la concertación entre más de dos países.
La política internacional, desde tiempos remotos, se resuelve esencialmente en las relaciones entre los Estados, pero esas relaciones pueden ser bilaterales o multilaterales, dependiendo de si se entablan entre dos Estados o entre múltiples Estados.
Antaño el contacto entre ellos fue esporádico y no siempre pacífico. Los Estados, con medios de comunicación rudimentarios, mantenían relaciones dentro de áreas geográficas estrechas. Cada vez esas relaciones se fueron ampliando y tornando más fluidas. Las Paz de Wesfalia de 1648, fundada en los tratados de Osnabruck y Münster, dio inicio al largo y esforzado proceso de integración de la comunidad internacional, aunque en términos muy precarios, y de formación de la ley llamada a regir las relaciones entre sus miembros. Con ella empezó la era de las grandes conferencias multilaterales y de la asociación de Estados en defensa de sus intereses compartidos.
En 1792 se produjo la alianza de Austria y de Prusia para defenderse de la expansión revolucionaria de Francia que amenazaba a las dinastías europeas.
Independientemente de sus propósitos políticos, el Congreso de Viena, reunido en 1814 para restablecer el equilibrio del poder en Europa, fue un hito muy importante en el camino de la formación de las comunidades de Estados.
Después vino la Santa Alianza, formada por Rusia, Prusia y Austria bajo la inspiración del zar Alejandro, para unificar las fuerzas del despotismo contra la insurgencia democrática que, originada en Francia e impulsada por el liderato napoleónico, amenazaba con extenderse a toda Europa.
Un año después se renovó la cuádruple alianza entre Rusia, Prusia, Austria y Gran Bretaña para resistir a Napoleón. Y en 1884 de formó la triple alianza entre Alemania, Austria e Italia.
Más tarde, ante la amenaza del imperio germánico, Inglaterra se entendió con Francia y con Rusia. Eran alianzas que se hacían y se deshacían en la interminable búsqueda del equilibrio del poder.
En 1899, con la presencia de 26 Estados, y en 1907, con la presencia 44, se reunieron en La Haya las dos conferencias de paz con el propósito no bien logrado de acordar una limitación de armamentos y de establecer métodos pacíficos —entre ellos, el arbitraje— para la solución de las controversias internacionales. Pero estas conferencias, paradójicamente, más parecían de guerra que de paz. En la de 1907, de las trece resoluciones adoptadas, once se relacionaban con las normas de la guerra terrestre y marítima y con la conducta que debían observar los Estados en el próximo conflicto bélico. Lo mismo ocurrió en la conferencia naval de Londres en 1909.
En medio de esta inestabilidad internacional vino la Primera Guerra Mundial. A su terminación, se creó la Sociedad de las Naciones en el Tratado de Versalles firmado el 28 de junio de 1919 entre las potencias aliadas y Alemania, que fue el primer intento de formar una comunidad internacional de escala mundial.
Sin embargo, la modificación del mapa político europeo que, a expensas de los países perdedores, se hizo en ese instrumento generó la causa latente de la nueva conflagración. Los acontecimientos se le fueron de control al organismo internacional. Japón invadió China, Italia atacó a Etiopía, Austria fue anexada por el Tercer Reich nazi, Alemania convirtió a Bohemia y a Moravia en “protectorados”, finalmente el régimen hitleriano invadió Polonia y el primero de septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Se derrumbó todo el andamiaje del Derecho Internacional laboriosamente trabajado en el Tratado de Versalles. La guerra terminó con la rendición del Japón en 1945 después de que los siniestros hongos atómicos se levantaron sobre Hiroshima y Nagasaki.
Vino entonces la conferencia de San Francisco de California que adoptó el 26 de junio de 1946 la Carta de las Naciones Unidas. Nació la nueva Organización Mundial. Esta es la historia resumida del proceso de formación de la comunidad internacional, como resultado de los numerosos esfuerzos multilaterales, en el ámbito de las relaciones entre los Estados, que se dieron a lo largo del tiempo.