Así se llama el banco estatal encargado de la emisión de dinero y de la instrumentación de la política monetaria del gobierno. Se formó bajo el modelo del Banco de Inglaterra, fundado en 1694 por el act of parliament, que a su vez se inspiró en la experiencia del Banco de Estocolmo que el 16 de junio de 1661 emitió los primeros billetes como medios de pago, con el respaldo de metales finos, para suplir la escasez de moneda metálica en la economía. En 1666 este banco, bajo el nombre de “Swedish Ricksbank”, se convirtió en entidad estatal y fue el instituto oficial de emisión de moneda. Esto fue imitado por Inglaterra (1694) y después por Dinamarca (1736), Rusia (1769), Alemania (1769), Austria (1769), Francia (1800) y un siglo más tarde por Estados Unidos (1913) con la creación de su Reserva Federal.
El Banco de Inglaterra, sin embargo, recién obtuvo la facultad privativa de emitir billetes en 1844 en virtud de la bank charter act. No obstante lo cual el banco central inglés fue una entidad privada hasta 1946, en que pasó a manos del Estado cuando éste adquirió su capital.
La institución del banco central, como el eje del sistema bancario de los países, se extendió por el mundo desde aquella época. Sus funciones se consolidaron a partir de la crisis de 1929 y se pusieron a prueba durante la segunda postguerra, en que sus facultades y sus alcances tuvieron que ampliarse extraordinariamente para afrontar los desastres económicos que sobrevinieron y para conducir la reconversión de varias de las economías europeas.
Desde entonces los bancos centrales asumieron un papel muy dinámico en la dirección de la política monetaria de los países, en el control de la emisión de billetes, en la estabilización de su poder adquisitivo y en la vigilancia de la operación de los bancos privados, que son también instrumentos de “creación” secundaria de dinero.
Los sistemas bancarios tienen como eje el banco central, cuyas funciones son de crucial importancia. Es el banco emisor y, al propio tiempo, el órgano de ejecución y control de la política monetaria y crediticia. No es un banco comercial ni persigue fines de lucro, aunque lo fue en sus orígenes. A su cargo está la responsabilidad de la emisión de moneda, que antes la compartía con los bancos privados pero que hoy es su función privativa. La tarea de proveer de medios de pago a la economía es ciertamente la más importante de sus funciones pero no la única. A través de ella influye en el desarrollo de la economía, ya expandiendo la masa monetaria, ya contrayéndola, de acuerdo con los lineamientos de la política económica del gobierno. Recibe depósitos de los bancos comerciales y, en casos de emergencia, les concede préstamos a corto plazo. Por eso se le ha llamado el “banco de bancos”. Para asegurar la solvencia del sistema bancario y como un medio de regular la >liquidez de la economía, el banco central señala tanto el coeficiente del >encaje bancario que los bancos deben mantener en depósito en el instituto emisor como el monto de su propia cobertura de activos y valores que sirve de contrapartida para la emisión de billetes.
La función de emitir dinero, que es una responsabilidad privativa de los bancos centrales, reviste una gran importancia. Bajo su responsabilidad está proveer a la economía de los medios de pago suficientes para su desenvolvimiento. Su obligación es dar al proceso económico la necesaria liquidez. Durante la vigencia del régimen del patrón monetario, esto es, durante el siglo XIX y el primer tercio del XX, la emisión de moneda era automática. El banco central emitía tantos billetes como depósitos bimetálicos o monometálicos ingresaban a sus bóvedas. Pero al abandonar el patrón metálico a comienzos de la década de los 30, la política de emisión asumió características distintas. La cantidad de metales preciosos ya no influyó en el volumen de la masa monetaria. Las reservas en oro y en divisas tienen hoy otra finalidad. Sirven fundamentalmente para asegurar los pagos internacionales. Es el flujo real de la economía de un país el parámetro que guía la emisión monetaria. El keynesianismo enseñó que deben tomarse en cuenta los objetivos del pleno empleo y de la productividad óptima para hacerlo.
Pero aparte de la emisión monetaria por el banco central, también los bancos comerciales privados “crean” medios de pago a través de la utilización de los depósitos del público en préstamos de dinero que, a su vez, en parte ingresan a la circulación monetaria y en parte van a parar como depósitos a la vista en otros bancos, que vuelven a ser utilizados. Así se produce una larga cadena de creación secundaria de dinero a cargo de la banca privada que debe tomarse en cuenta en el diseño de la política monetaria y crediticia del gobierno.
Como los bancos privados, al convertir en crédito los depósitos que reciben, “multiplican” los medios de pago emitidos por el central, la congelación de una porción de esos depósitos en sus arcas —que es el encaje bancario— contribuye a disminuir aquella capacidad multiplicadora y, por tanto, a restringir el cúmulo de dinero en circulación.
El banco central sirve también como banco del gobierno, es decir, como su prestamista de última instancia, maneja los cambios internacionales, compra y vende moneda extranjera, ejerce el control de cambios y realiza las llamadas operaciones de mercado abierto (“open market”) que consisten principalmente en la compra-venta de valores negociables, como medio de inyectar dinero en la economía.
Por todas estas razones, el banco central es una pieza clave en el sistema financiero, monetario, crediticio y bancario contemporáneo.