Es la rama de la antropología que investiga las sociedades y sus sistemas políticos, desde los tiempos primitivos hasta los actuales, para establecer por el método inductivo —esto es, el que va de lo particular a la ley— los principios que los rigen. Su estudio se caracteriza por prescindir de las abstracciones, tan propias de la Ciencia Política tradicional, y asumir el fenómeno social con una gran concreción y empirismo en las coordenadas de lugar y de tiempo. Quiero decir con esto que la antropología política no se limita a estudiarlo en el seno de las sociedades occidentales solamente sino también en el de otras sociedades, como las africanas, las asiáticas y las americanas. Pone énfasis en la investigación del mundo periférico, lo cual le permite comprender la política en su inagotable diversidad y llegar mediante el estudio comparado a la inducción de los principios que la rigen. En este sentido marca diferencias con la filosofía política y con la ciencia política tradicionales, que han sido eminentemente eurocéntricas.
La nueva disciplina científica apareció en 1940 con la serie de ensayos de diferentes pensadores, publicados por Meyer Fortes y Edward E. Evans-Pritchard bajo el título de “African Political Systems” y en los cuales se formuló originalmente la distinción entre “sociedades sin Estado” y “sociedades estatales” y se analizó la naturaleza del gobierno y de la organización política en los grupos anteriores al Estado. Se descubrió que lo político tenía una serie de elementos que existieron antes que el Estado e incluso antes de que las sociedades nómadas se tornaran sedentarias. Esos elementos son la cohesión social (que en las “sociedades sin Estado” se cumplió por el vínculo de la sangre y en las “sociedades estatales” por el territorio), la creación de un orden social, la organización de una autoridad coercitiva y la definición de un conjunto de deberes y derechos de los individuos en su relación interpersonal y con el grupo.
Fueron el inglés Sir Henry Maine y el norteamericano Lewis H. Morgan, dos importantes precursores de la antropología política en la segunda parte del siglo XIX, quienes al elaborar sus teorías sobre la evolución política de la humanidad propusieron la distinción entre las sociedades fundadas en el parentesco y las fundadas en la territorialidad, distinción que mantiene su vigencia y que forma parte de los actuales planteamientos teóricos de la ciencia política y de la antropología.
Desde una perspectiva mucho más amplia, la antropología política se ha empeñado en redefinir viejos conceptos de la ciencia política —poder, autoridad, gobierno, pueblo, legitimidad, Derecho, entre muchos otros— a fin de dotarles de más sólidos anclajes en la realidad social concreta. Para ello ha usado muy frecuentemente el método comparativo que le ha permitido confrontar realidades sociales separadas en el tiempo y distantes en el espacio y desentrañar de ellas lo que les es común, es decir, lo que constituye la esencia de lo político. De este modo pudo diferenciar los caracteres permanentes y los accesorios del fenómeno político. Muchos antropólogos acudieron a las fuentes de las organizaciones políticas africanas en búsqueda de algunas de las características de ellas que habían desaparecido en otros lugares, y así extrajeron toda la riqueza de los módulos de organización social primitiva, que echó mucha luz sobre el pasado de la humanidad. Este estudio fue importante, entre otras razones, porque permitió distinguir las formas de ser de las “sociedades sin Estado” y de las “sociedades estatales” o, en otras palabras, porque enfocó el fenómeno político antes y después del nacimiento del >Estado, como forma de organización social que apareció en las sociedades occidentales a partir del Renacimiento. Han resultado muy interesantes las investigaciones que los antropólogos africanistas han realizado sobre los fenómenos políticos no occidentales en las sociedades preestatales de África.