Es la ciencia social que estudia al hombre y a los grupos étnicos y sus respuestas biológicas, fisiológicas y culturales frente a las demandas de su entorno natural en las diversas épocas históricas. Entraña una teoría sobre el hombre, que comprende su origen, su evolución, su perfil biológico, el estudio de la estructura y organización sociales, la lengua, las costumbres, las tradiciones, el arte, los mitos, las magias, las supersticiones, los símbolos, las religiones, los sistemas de parentesco, los regímenes matrimoniales, la organización de la familia, los modos de producción, la división del trabajo, los utensilios, las armas, la vivienda, los hábitos alimentarios, el vestido y las relaciones con la naturaleza.
Aunque la antropología es una ciencia relativamente reciente, sus antecedentes se remontan a las pretéritas épocas en que comenzaron las observaciones sobre la estructura, organización, costumbres y religiones de los grupos humanos primitivos. La conversión de estas preocupaciones en ciencia coincidió con la era de los grandes descubrimientos geográficos que se inició en el siglo XV gracias a los avances de las técnicas de la navegación. El Infante portugués Enrique el navegante organizó el primer instituto de navegación a mediados de ese siglo, destinado a recoger noticias y acopiar informaciones para cumplir su propósito de circunnavegar África con finalidades religiosas y comerciales. Antes el navegante veneciano Marco Polo había abierto la ruta hacia el Lejano Oriente a fines del siglo XIII. El descubrimiento de América en 1492 —que dio inicio al proceso de la conquista, colonización y mestizaje en las tierras del Nuevo Mundo— amplió aún más los horizontes de los europeos que hasta ese momento habían tenido contacto comercial o bélico exclusivamente con África y Asia y vieron entonces formas culturales que superaban todo lo que hasta ese momento conocían. En tal contexto el español Pedro Molina publicó en Valladolid su "Arte de Navegar" en 1545. La cartografía adquirió dimensiones insospechadas. Con base en los descubrimientos geográficos se erigieron en el siglo XVI los grandes imperios coloniales: España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda, que conquistaron tierras en América, Asia, África y Oceanía. Los conspicuos navegantes y exploradores —Laperousse, Cook, MacKenzie, Levigstone, Stanley— completaron la obra con los descubrimientos de islas, mares y estrechos.
El ansia de conocer y descubrir, tan propia del hombre del Renacimiento, le llevó a realizar las primeras indagaciones sobre los pueblos primitivos. Surgieron preguntas fundamentales sobre la naturaleza de la especie humana. A mediados del siglo XVI se produjo la dramática controversia entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda acerca de la naturaleza misma de los indios americanos, cuya presencia no estaba explicada en la Biblia. Su lengua y conducta eran tan diferentes de todo lo que hasta ese momento conocían los españoles, que Ginés de Sepúlveda sostenía que los indios no pertenecían a la especie humana y que, por tanto, las normas de la religión católica no debían serles aplicadas. De las Casas respondió que los habitantes de América eran evidentemente seres humanos, que por tanto tenían alma que rescatar y llevar a cielo, no obstante que su lengua, sus costumbres y su conciencia moral no solamente eran diferentes a las europeas sino que parecían grotescas a los españoles.
El pensamiento evolucionista del siglo XIX, a partir de los descubrimientos de Jean-Baptiste de Lamarck (1744-1829), de Charles Darwin (1809-1882) y de Alfred Russell Wallace (1823-1913), contribuyó a sustentar la antropología como ciencia puesto que obligó a los datos etnográficos existentes a adaptarse a esta nueva forma de concebir la vida. Las posteriores investigaciones de Lewis H. Morgan (1818-1881), Herbert Spencer (1820-1903) y Edward Burnett Tylor (1832-1917), que reafirmaron el evolucionismo social, impulsaron decisoriamente las nociones antropológicas.
Los trabajos de James George Frazer (1854-1941), autor del libro "The Golden Bought", arrojaron mucha luz sobre las manifestaciones mágicas y las religiones primitivas. Lo mismo se puede decir del genetista de la Universidad de Harvard, David Reich, y de muchos otros investigadores que han profundizado los estudios sobre el origen del ser humano.
Pero en contraste con esta antropología “de escritorio”, vinieron las investigaciones empíricas del antropólogo y etnólogo germano-norteamericano Franz Boas (1858-1942) y de sus discípulos en Estados Unidos, que fueron un gran paso adelante en la conformación de la ciencia antropológica sobre las bases de la experiencia. Fue esta una antropología "de campo” cuya investigación se desarrolló en pequeñas tribus primitivas y aisladas —con sus dioses, viviendas, utensilios, armas y costumbres— y que aportó los fundamentos teóricos más importantes a la antropología occidental hasta mediados del siglo XX porque incorporó una teoría del entorno natural —el environmentalism— para explicar las características de los grupos humanos, cuyos esfuerzos para adaptarse al medio —en muchos casos, entornos duros como en el Ártico y en las zonas desérticas— explican mucho de su cultura.
El fundador de la antropología norteamericana fue Lewis Henry Morgan, quien dividió la prehistoria de la humanidad en tres etapas: salvajismo, barbarie y civilización, según las maneras como cada grupo humano producía lo necesario para su propia subsistencia, dado que “la habilidad en esa producción es lo más a propósito para establecer el grado de superioridad y de dominio de la naturaleza conseguido por la humanidad”.
Los científicos norteamericanos suelen dividir la antropología en dos ramas: la antropología cultural o social —cultural anthropology—, que se dedica principalmente al estudio comparado de las normas y formas de conducta social y al análisis de las culturas, y la antropología física —physical anthropology— que investiga los rasgos de la biología humana —la capacidad craneal, tipo sanguíneo, medición de sus extremidades, etc.—, las variedades físicas del hombre, su evolución y sus vinculaciones con el medio en que habita.
Mientras que la antropología cultural pone énfasis en la evolución de las formas de socialización del hombre, la antropología física trata principalmente de reconstruir su línea evolutiva.
Se considera a Edward Burnett Tylor (1832-1917) como el fundador de la antropología inglesa y uno de los exponentes mayores de la ciencia antropológica en el mundo. Inició sus investigaciones en la isla de Cuba, donde se asoció con el etnógrafo inglés Henry Christy, con quien hizo una expedición a México en 1856. Recogió sus experiencias en el primero de sus libros: “Anahuac of Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern” (1861), que contiene valiosas observaciones sobre los antiguos mexicanos. Sus estudios sobre el animismo —que representó para Tylor la primera fase de la religión, prolongada después en el fetichismo, el culto a la naturaleza, el politeísmo y el monoteísmo— fueron contribuciones importantes a la antropología científica, aunque recibieron severas críticas de James George Frazer y Marcel Mauss.
La antropología soviética confiere gran importancia al tema de la antropogénesis, esto es, al origen de la especie humana, al lugar que ésta ocupa en el mundo animal, a la patria originaria, a la época de la génesis y a los factores de la humanización del antropoide. Sostiene que la transformación del mono en hombre se produjo durante el período cuaternario, o sea entre 500.000 y un millón de años atrás. Según esta teoría, el antepasado común del hombre y de los antropoides fue el dryopithecus y el antepasado del hombre, después de la etapa de humanización del mono, fue el pithecanthropus erectus, que ya tenía un cierto desarrollo del celebro. Pero asume un punto de vista monogenista sobre el origen del hombre y lo sitúa en el Asia central porque, según afirma P. P. Suskin (1868-1928), “uno de los prerrequisitos de la transformación del mono en hombre fue el tránsito a una posición vertical del cuerpo, que condujo luego a un acortamiento de las extremidades superiores” y “estas peculiaridades pudieron producirse en las condiciones propias de una región montañosa carente de bosques, tal cual es característica del Asia central desde hace millones de años”. Los antropólogos marxistas combaten el poligenismo o sea la variedad de especies de antropoides que dieron origen a la especie humana —la “polifilia”, que llaman algunos antropólogos— porque según ellos esta teoría, propia de la “ciencia burguesa”, conduce a la diferenciación étnica y justifica la discriminación racial.
Sin embargo, los descubrimientos y estudios de los antropólogos británicos Louis Seymour Bazett Leakey y su mujer Mary Douglas Leakey en África oriental contribuyeron a echar luz sobre la evolución biológica de los seres humanos. Los fósiles y utensilios de piedra sin tallar que desenterraron en la garganta de Olduvai a finales de los años 70 y en los 80 del siglo anterior proporcionaron pruebas de que hace cuatro mil años el homo sapiens coexistió en el continente africano con otras formas menos evolucionadas de hombres-simios —denominados australopitecinos— con las cuales contradijeron las afirmaciones monogenistas y “monocentristas” de los antropólogos soviéticos, demasiado condicionadas y limitadas por las exigencias ideológicas.
En cambio, el Museo de Historia Natural de Nueva York presenta un nuevo “árbol genealógico” de los homínidos —descendientes de una rama de primates bípedos y antecesores comunes de chimpancés y de hombres—, fundado en el estudio de fósiles y de ADN, que se remonta a millones de años —de cinco a siete millones de años atrás—, cuando del australopithecus descendieron sucesivamente a lo largo de las eras el homo habilis, el homo erectus y el homo sapiens en las sabanas de África oriental, desde donde el homo sapiens pasó al centro de Asia hace 45 mil a 50 mil años, a Europa hace 30 mil a 40 mil años y a Norteamérica hace 15 mil a 20 mil años, para desplazarse después hacia el sur del continente.
El homo habilis fue el primer homínido con cerebro más grande que el de un chimpancé y el primer fabricante de herramientas: las afiladas piezas escamadas de piedra. Su directo descendiente, el homo erectus, tuvo un cerebro asimétrico —parecido al de los humanos modernos—, fue completa y definidamente bípedo, con piernas más largas y brazos cortos, descubrió el fuego y fue el primero en aventurarse a salir de los confines africanos, como lo demuestra el encuentro de fósiles en varios lugares de Euroasia. Y el homo sapiens que, con el gran tamaño de su cerebro —una media de 1.400 c.c., o sea el doble que el de sus antepasados—, tuvo una capacidad cognoscitiva más desarrollada, y adaptó su cuerpo a las demandas de la bipedación.
Un equipo de paleontólogos descubrió en Sudáfrica una nueva especie de homínido, que podría ser uno de los primeros antepasados del hombre, según informó la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo el 10 de septiembre del 2015.
Esta especie de primates superiores fue denominada Homo Naledi y su hallazgo se produjo en el 2013 cuando se encontraron más de 1.550 fósiles en la remota caverna Rising Star, dentro del conjunto de yacimientos paleontológicos denominado Cuna de la Humanidad —declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999—, situado a unos cincuenta kilómetros de distancia de la ciudad de Johannesburgo.
"Teniendo en cuenta que casi todos los huesos del cuerpo están representados en múltiples ocasiones, el ‘Homo Naledi’ es ya prácticamente el miembro fósil mejor conocido de nuestra estirpe", afirmó Lee Berger, director de las dos expediciones que dieron con su descubrimiento.
Los paleontólogos han recuperado elementos de al menos 15 individuos de la misma especie —niños, adultos y ancianos—, que se encontraban en una cámara de difícil acceso a noventa metros de profundidad.
Este homínido medía alrededor de 1,50 metros de estatura y pesaba unos 45 kilos. Su cerebro era pequeño —aproximadamente un tercio del cerebro humano— y tenía dientes similares a los de los primeros homínidos. Sus pies eran muy parecidos a los humanos y sus hombros se asemejaban a los de los monos. La forma de sus manos, con dedos en curva, sugiere la habilidad de manejar herramientas.
El Homo Naledi, denominado así en razón a la cámara Dinaledi en que fueron hallados sus restos, "tiene el aspecto de ser uno de los miembros más primitivos de nuestro género, pero también posee características sorprendentemente humanas", apuntó John Hawks, de la Universidad de Wisconsin-Madison y coautor del estudio en el que se describe la nueva especie. "Es una criatura que no se parece a ningún otro homínido hallado hasta la fecha", agregó Hawks durante la presentación del hallazgo.
Los fósiles aún no están datados pero los científicos creen que probablemente provengan de hace unos tres millones de años, por lo que el Homo Naledi puede ser uno de los primeros antepasados del hombre.