La revolución de fines del siglo XVIII partió en dos la historia de Francia: atrás quedó el viejo régimen monárquico y en su lugar advino el sistema republicano. Triunfante la revolución, abatida la monarquía, los constituyentes franceses emprendieron en la obra de institucionalizar las conquistas revolucionarias en la nueva Constitución, es decir dar forma jurídica a las ideas y aspiraciones, no siempre bien definidas, que bullían en la mente de la gente que promovió la transformación.
Las cosas sucedieron rápida e indeteniblemente. La monarquía francesa atravesaba por graves dificultades políticas y financieras. El rey Luis XVI, aconsejado por su ministro Necker y otros palaciegos, resolvió convocar a los Estados Generales, que no se habían reunido desde 1614. Los Estados Generales eran una especie de órgano consultivo o parlamento, de poderes muy limitados, al que debían concurrir los tres órdenes tradicionales de la sociedad monárquica: la nobleza, el clero y el tercer estado. Después de convocados, hubo que desempolvar los viejos reglamentos y usanzas que habían regido su operación hace ciento setenta y cinco años. Cada uno de los estamentos, según dictaba la tradición, debía ocupar un lugar determinado de la sala. De acuerdo con las normas del ceremonial, el clero y los nobles debían presentarse de gran gala, con plumas, bordados y mantos, y los del estado llano en simple traje negro y sombrero de tres picos. Las votaciones no eran por individuos sino por estamentos, de modo que la unión de las voluntades de la nobleza y el clero hacían una mayoría incontrastable.
Bajo estas normas, se reunieron los Estados Generales en Versalles el 5 de mayo de 1789. Concurrieron 270 miembros de la nobleza, 291 del clero y 578 representantes del tercer estado. Seis semanas después, en el curso de sus accidentadas deliberaciones, ocurrió un hecho que tuvo influencia decisoria en la orientación de los acontecimientos posteriores: los diputados del tercer estado, conscientes de que representaban al 96% de la nación, como alguno de ellos expresó, resolvieron constituirse en Asamblea Nacional para “fijar la Constitución del reino, realizar la regeneración del orden público y mantener los verdaderos principios de la monarquía”.
Este hecho, no obstante que no implicó una ruptura total con la institución monárquica sino el intento de poner limitaciones jurídicas a su poder, que hasta ese momento había sido absoluto, fue sin duda el comienzo del movimiento revolucionario.
Los acontecimientos se precipitaron.
Ante la sospecha de que el monarca pretendía anular las decisiones de la Asamblea, los diputados convocados por el diputado José Ignacio Guillotin (el médico francés que inventó la guillotina para volver más eficaz y menos cruel la ejecución de la pena de muerte), reunidos en la cancha del juego de pelota situada en la terraza de la Tullerías, juraron no separarse hasta haber dado a Francia una Constitución.
Poco después, el 9 de julio de 1789, ellos adoptaron el nombre de Asamblea Nacional Constituyente, bajo la inspiración de la teoría del abate Sieyès respecto del “poder constituyente” y los “poderes constituidos”.
Del 12 al 14 de julio París fue conmovida por una serie de motines y acciones de violencia que culminaron con el asalto de la multitud a la fortaleza y prisión de la Bastilla, que se había convertido en el odiado símbolo del régimen monárquico.
El 9 de agosto de 1792, por orden del líder jacobino Dantón, el pueblo tomó por la fuerza la commune de París y los líderes populares asumieron todos los poderes de la ciudad.
La revolución se extendió hacia las provincias. En todas partes se formaron ayuntamientos revolucionarios. Se desencadenó una vasta insurrección campesina de caracteres anárquicos y violentos. Bandas de descamisados (sans culottes), movidas por odios seculares, asaltaron castillos y destruyeron conventos. Temerosos por los actos de violencia, los grandes aristócratas —los Artois, los Polignacs, los Condés, los Borbones, los Enghien— huyeron de Francia y se refugiaron en Suiza, Flandes y en los pequeños reinos alemanes de la frontera renana.
Había triunfado la revolución.
Con la expresión ancien régime se designaba, en aquellos días, a la época del absolutismo monárquico, es decir, al orden de cosas abatido por la acción revolucionaria. Se aludía a su gobierno autoritario, de liderato personalista, a la sociedad estamental, a los privilegios de la nobleza y el clero, a la discriminación de los ciudadanos pertenecientes al llamado >tercer estado o estado llano.
La sociedad europea de aquel tiempo, y particularmente la francesa, estaba escindida en estamentos rígidos. No existía la menor >movilidad social. Las altas clases francesas eran la nobleza y los eclesiásticos. A pesar de que eran una ínfima minoría con relación a la población general, ellas acumulaban privilegios y >canonjías de todo tipo: políticos, económicos y sociales. Honores, derechos señoriales, exenciones tributarias, prerrogativas judiciales eran algunos de sus privilegios.
La >nobleza fundaba su poder en la “pureza” de la sangre, probada por cuatro generaciones, aunque había también personas ennoblecidas por decreto del rey o por la compra de tierras vinculadas a un título. No obstante, la alta nobleza estaba constituida por no más de cuatro mil personas.
Junto a ella se levantaba el poder de la Iglesia, personificado por los miembros del clero. Ellos formaban un orden de dominación social fundado en el dogma y en el culto religiosos. Tenían sus propios tribunales, leyes, propiedades y rentas. El clero francés, a fines del siglo XVIII, poseía alrededor del 6% de la tierra cultivable. Era el mayor terrateniente de Francia. Sus bienes urbanos fueron también ingentes. Las rentas que percibía alcanzaban a unos cien millones de libras anuales, que para el tiempo era una cantidad inconmensurable, sin contar con los diezmos. El clero tenía aproximadamente 135 mil integrantes.
El tercer escalón de la rígida estratificación social del ancien régime lo ocupaba el estado llano, compuesto por los comerciantes, artesanos, negociantes, hombres de leyes, profesionales liberales, profesores, intelectuales y artistas, incipientes industriales, que acogieron y difundieron las nuevas ideas racionalistas y críticas y dieron inicio al alzamiento revolucionario de 1789 para derrocar a la monarquía y suprimir los privilegios de la nobleza y del clero. Ellos fueron el germen de lo que después fue la >burguesía, que ya había empezado a demostrar su ímpetu político y sus ambiciones de poder.
Después venía el >cuarto estado compuesto por la gente más pobre de las ciudades y los campos de Francia. Era una gran masa de parias que carecían de todo, incluso de identidad, a la que el proceso revolucionario le dio presencia histórica y conciencia de su situación.
En los motines y acciones de violencia que ocurrieron en París del 12 al 14 de julio de 1789, que culminaron con el asalto a la Bastilla, fueron los descamisados (sans culottes) del cuarto estado sus principales protagonistas.
Esta fue, a grandes rasgos, la fisonomía de la sociedad francesa prerrevolucionaria.
Se suele atribuir a Mirabeau la autoría de la expresión ancien régime. El escritor e historiador francés Alexis de Tocqueville (1805-1859), en su célebre libro "L’Ancien Régime et la Révolution", cuya primera edición apareció en 1856, coloca en boca del revolucionario francés esa locución cuando en 1790 éste escribió al rey: “Comparad el nuevo estado de cosas con el Antiguo Régimen”.
Se entendía por ancien régime bastante más que una forma de organización del Estado: era una “manera de ser” de la sociedad en su conjunto, con sus poderes, sus leyes, sus tradiciones, sus relaciones interpersonales, sus usos y costumbres, su estilo de vida, la mentalidad de su gente, sus instituciones políticas y sociales.
No se puede establecer con precisión en el tiempo el origen de este régimen aunque sí su final. Es presumible, como afirman algunos historiadores, que se haya iniciado en el Renacimiento, con el proceso de unificación de los Estados europeos bajo la monarquía absoluta. Pero su colapso sí esta muy claro: fue la guillotina revolucionaria que decapitó en Francia las testas coronadas y los envejecidos principios del altar y del trono.
Con el triunfo de las armas revolucionarias se abrió en la historia una nueva era: la edad contemporánea y en ella una nueva clase social asumió la posición hegemónica: la burguesía. Esta se convirtió en la clase dominante de la nueva organización social. Pasó de su condición de clase media, que integraba el llamado estado llano del antiguo régimen, a sustituir a la >aristocracia de la sangre. Su ilustración, preparación y riqueza pronto le permitieron convertirse en la clase hegemónica del período capitalista que se abría. Concentró en su manos los instrumentos de producción. Tuvo acceso a la >tecnología. Se apropió de la mayor parte de los excedentes del proceso productivo. Acumuló mucha riqueza. E impuso su dominio nacional e internacional por largo tiempo en el mundo.
Con la expresión ancien régime hoy se designa, por extensión, al orden de cosas anterior a un cambio social. Tiene una connotación peyorativa, en el sentido de conservadorismo, de cosa añeja y pasada de moda, de anacronismo social o político.