La palabra proviene de analfabeto (y ésta del latín analphabetus): que no sabe leer ni escribir. El analfabetismo es una forma de marginación cultural que excluye a un sector de la población, generalmente el más pobre, de la posibilidad del conocimiento de la lectura y escritura. Según datos de la UNESCO, más de 1.000 millones de hombres y mujeres, incluidos 100 millones de niños, no saben leer ni escribir y no pueden disfrutar de los beneficios de la palabra escrita. El 98% de esos seres humanos pertenece a los países subdesarrollados.
El concepto, sin embargo, es relativo no sólo porque existen modos no tradicionales de adquirir educación y luego porque en cada cultura el esfuerzo necesario para alcanzar la alfabetización es diferente. Un chino o un japonés, por ejemplo, necesita un esfuerzo mucho mayor para ser alfabeto que una persona cuya escritura que no sea ideográfica.
Durante mucho tiempo, bajo el imperio de la cultura escrita, analfabeto fue sinónimo de ignorante y zafio. Hoy no es necesariamente así, porque al margen del formato escrito se han abierto canales de información muy importantes de naturaleza audiovisual —la radio, la televisión, el cine—, que antaño no existían, y que permiten a las personas enterarse de muchas cosas a pesar de no saber leer. A esta realidad obedeció la ampliación de la base del >sufragio universal. No es necesario hoy conocer el alfabeto para estar informado. La penetración de las ondas radioeléctricas y televisuales en los estratos profundos de la población ha permitido llevarles los conocimientos básicos y, con frecuencia, algo más que los básicos.
La invención de la imprenta dejó atrás la cultura oral y forjó la cultura escrita. La impresión con tipos móviles y los libros tienen quinientos años con la humanidad. Quiere decir esto que la cultura ha tenido en la imprenta y en el libro sus principales instrumentos por cinco siglos. Después, con el auge de la radio, vino la cultura “auditiva”. La radio acompaña a la humanidad desde los años 20 del siglo anterior. Hoy la televisión ha subsumido las virtudes de ambas formas de comunicación y ha modelado una cultura audiovisual. Los medios audiovisuales, más la >informática, han forzado a transformarse, para poder adaptarse a las nuevas condiciones de la vida social, a las instituciones basadas en la imprenta: la política, la literatura, la economía, la educación, la información, el periodismo, la publicidad, las comunicaciones y otras. La pantalla electrónica ha remplazado al papel escrito. Las “bibliotecas” del futuro no serán colecciones de libros sino bancos de datos conectados a terminales de computación.
Todo esto no puede dejar de tener impacto en la cultura y en la organización social. Y aunque el no saber leer y escribir no impide en la actualidad que una persona se informe, el analfabetismo sigue siendo sin duda una grave desventaja frente a la vida social porque conspira contra la igualdad de oportunidades.
Hay evidentes relaciones entre democracia y educación y entre desarrollo y educación. El sistema democrático pone en manos del pueblo ciertas decisiones de orden comunitario. Cuando un ciudadano vota en unas elecciones, en un plebiscito o en un referéndum emite una opinión política. Votar es opinar sobre asuntos de interés general. Para actuar con acierto el ciudadano debe tener elementos de juicio acerca de los asuntos públicos. Mientras más educado es un pueblo más cerca está del acierto en sus decisiones. El conocimiento del alfabeto es, sin duda, un alto aporte a la educación de una colectividad porque, sin ser el único instrumento, es hasta hoy el más importante del conocimiento y la información. Las relaciones entre la >educación y el >desarrollo no son menos apretadas. Hay que decir muy francamente que el desarrollo resulta una quimera en países de altos índices de analfabetismo. Sin educación no hay desarrollo posible. Y menos en la moderna sociedad del conocimiento, en que el “saber” es el “insumo” con que trabajan los ordenadores. Cada ser humano que está al margen del alfabeto es una energía que se resta al proceso del avance científico y tecnológico.
Los logros educativos de un país —escolarización, educación obligatoria, alfabetización, formación de recursos humanos, aprendizaje tecnológico, investigación científica, enseñanza terciaria— constituyen junto a otros elementos de la vida social un factor determinante del >desarrollo humano. Precisamente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha propuesto un índice de desarrollo humano (IDH) con base en tres componentes esenciales: longevidad, conocimientos e ingreso. Los conocimientos se miden de acuerdo con dos variables: el alfabetismo de adultos, al que se atribuye una ponderación de dos tercios, y el promedio de años de escolarización, con una ponderación de un tercio.