Viene del inglés acculturation, término muy usado por los sociólogos norteamericanos para designar el proceso por el cual los individuos o los grupos toman, a través del contacto directo, las características culturales de otro grupo social y se adaptan a ellas. Es un proceso de una sola dirección, en el cual una cultura absorbe a otra, y no una interpenetración o asimilación cultural recíproca como las que se producen en el >mestizaje y de las que resulta una síntesis dialéctica que fusiona los elementos viables de cada una de las dos culturas.
Este fenómeno tiene una importancia creciente en el mundo contemporáneo porque el contacto entre las culturas ya no se produce necesariamente, como antaño, por la dominación bélica, la conquista, la colonización, la evangelización o la inmigración, sino a través de las ondas de la radio o la televisión que transportan los elementos de una cultura a miles de kilómetros de distancia. Y estas son las nuevas formas de la aculturación, mucho más alienantes.
Con la invención de la imprenta a mediados del siglo XV, de la radio y el cinematógrafo más tarde, de la televisión luego, del transistor que independizó a los medios de recepción portátiles de las redes de energía eléctrica después y de la microcomputación y los satélites con sus terminales móviles recientemente, la ciencia y la tecnología pusieron al servicio de la información y de la expresión de las ideas —pero también de la aculturación— los más sorprendentes instrumentos tecnológicos.
La >comunicacion de masas está pasando del formato impreso, que sufre muchas limitaciones de difusión, a la videocinta que, por la vía de los satélites, puede alcanzar un enorme radio de acción sobre el planeta. Esto plantea nuevas e inéditas relaciones entre los sistemas culturales y las modernas tecnologías de la información.
No hay duda de que, en buena medida, los perfiles culturales de la sociedad contemporánea están dibujados por los medios de comunicación, por la sencilla razón de que los hombres piensan, actúan y se expresan de acuerdo con las informaciones que tienen y esas informaciones las reciben de los medios de comunicación. La televisión tiene especial importancia por la onda expansiva de su influencia y por la fuerza “vivencial” de su testimonio. Sus mensajes informativos, de opinión y comerciales dejan una profunda huella social.
La acción de los medios de comunicación ha producido en el mundo contemporáneo un proceso de integración cultural transnacional, que ha homogeneizado los valores, conocimientos, costumbres y estilo de vida de las >elites sociales de todos los países que están enlazados por el sistema planetario de comunicaciones por satélite. Esto ha podido producirse porque los grupos elitarios sintonizan en todas partes iguales programas televisuales, ven las mismas películas, escuchan comunes programas radiales, “consumen” la misma información transnacional, leen los mismos libros y revistas, organizan de manera similar su vida familiar, se visten igual, tienen parecidos “patrones” de consumo, igual nivel de ingresos, la misma influencia en los negocios y en el gobierno, en suma, el mismo estilo de vida e iguales valores e intereses.
En estas condiciones, la aculturación es un fenómeno inevitable. En mi último viaje por Asia, en el 2000, pude ver cómo avanza la aculturación por el flanco occidental. La penetración de la cultura de Occidente, así en las altas manifestaciones del pensamiento como en la vida cotidiana del hombre común, es avasallante. Hay una verdadera “occidentalización” de la cultura en los países orientales principalmente por la vía de los medios de comunicación, que difunden a la distancia paradigmas y costumbres, y del turismo masivo que, al entrar en contacto con los grupos nacionales, producen en éstos transformaciones culturales.
No se puede entender el concepto de la aculturación sin el análisis de estos dos fenómenos contemporáneos de sutil penetración de valores y elementos culturales.