Es la acción de retirar del mercado y almacenar en grandes cantidades bienes o mercancías con el fin de impulsar el alza de sus precios y beneficiarse con ella; o la de comprar las ofertas de productos antes de que lleguen al mercado para manipular sus precios. Con estas maniobras especulativas los especuladores causan escaseces ficticias —escaseces provocadas, que llaman los economistas— y medran con el alza de los precios de los productos acopiados.
Usualmente el acaparamiento se hace con los productos alimenticios e insumos de consumo masivo —como el arroz, la sal, el azúcar, los cereales, el maíz, las patatas, la carne, el aceite, las grasas o el gas de uso doméstico— cuya demanda es rígida por su propia naturaleza. La técnica que suelen utilizar los acaparadores es la de restringir o eliminar la oferta frente a la demanda constante para provocar el aumento de los precios de los productos y después lanzarlos al mercado gradualmente de manera que sus cotizaciones se mantengan.
Esta es una vieja maniobra comercial que ya la practicaron los mercaderes medievales, quienes solían comprar las cosechas de los productos de la tierra antes de que lleguen al mercado local con el propósito de venderlos a precios superiores después de haber producido en la aldea una sensación de escasez.
En las economías abiertas, en virtud de las leyes del mercado, los productos, al desaparecer de los puestos de expendio, acusan altos precios que después benefician a los especuladores de ellos. Las utilidades son ingentes al comprarlos a la baja y venderlos cuando la línea de precios alcanza su punto más alto por la escasez.
El acaparamiento, al sustraer temporalmente de la circulación ciertos bienes, desequilibra la relación entre la oferta y la demanda, de modo que los precios suben. La retención de ellos en cantidades importantes por los especuladores, que los sustraen temporalmente del mercado, produce su encarecimiento. Se da entonces lo que los economistas llaman una “inflación de oferta” por la disminución de la provisión de bienes al mercado frente a una demanda constante. Esta es una de las maniobras especulativas usuales en las economías abiertas y de libre mercado, que se rigen por la ley de la oferta y la demanda, en las que están proscritos los controles de precios y en las que nadie puede prohibir a un comerciante comprar bienes en una cantidad y a un precio y venderlos después a uno más alto. Esto está dentro de las reglas de juego del llamado “libre mercado”.
No obstante, en algunas de esas economías, no sin contradicción con los principios que las informan, se han expedido leyes sancionadoras del acaparamiento y se han desplegado acciones policiales para combatirlo.
Por supuesto que esta forma de especulación sólo puede tener lugar en las economías atrasadas y de ámbito reducido, donde los canales de comercialización son controlables con facilidad, o en las economías que, aunque más grandes, soporten condiciones de excepción a causa de guerras, catástrofes naturales, epidemias u otros acontecimientos. En mercados grandes, estables, bien organizados, competitivos y de oferta diversificada el acaparamiento es imposible o sólo puede ofrecer reducidos márgenes de manipulación. Es factible que, previendo la escasez futura de cualquier mercancía, los especuladores puedan comprarla ahora para venderla más tarde en condiciones ventajosas para ellos; o es posible también la operación especulativa contraria: la venta de futuros, o sea aquella en que el vendedor se compromete a entregar un producto en una fecha posterior contra el pago actual de un precio determinado —cosa que suele ocurrir cuando aquél prevé abundancias excepcionalmente grandes y, por tanto, precios bajos en el período intermedio y recuperación de ellos después—; pero estas maniobras, lejos de producir grandes ondulaciones de precios, contribuyen a estabilizarlos en las economías desarrolladas. Al momento de firmar el contrato de venta de futuros el vendedor no tiene el producto en sus manos pero lo adquirirá más tarde para cumplir lo pactado. Si se equivoca en su previsión y tiene que pagar por él un precio más alto que el calculado, sufrirá una pérdida; si acierta y los precios bajan en el período en que debe comprarlo, tendrá una utilidad; pero en ningún caso su acción especulativa afectará la relativa estabilidad estacional del mercado.