Del latín “abdicatio”, es la acción y efecto de renunciar al ejercicio de una función o empleo y es también la dimisión de una dignidad. En los tiempos antiguos, los reyes y emperadores ocasionalmente abdicaban de su corona y renunciaban a su poder supremo.
La abdicación puede ser voluntaria o forzada por las circunstancias, y temporal o definitiva. Sin embargo, algunos pensadores consideran que la abdicación forzada no es abdicación, puesto que ésta es siempre voluntaria. Y sostienen que la abdicación forzada es, en realidad, destitución, como la que ocurrió con el monarca Fernando VII de España a finales del siglo XVIII, cuando se vio obligado que entregar el cetro —o sea la vara de oro labrada que solían tener los reyes y emperadores como insignia de su poder imperial— al joven Napoleón triunfante.