Es un término acuñado por el escritor alemán Ludwig von Rochau en 1853, al criticar la falta de “realismo” en la política instrumentada por los liberales germanos durante el proceso revolucionario de 1848-1849. Puede traducirse al castellano como “política realista” para significar una política que tiene contacto con la realidad, que no se nutre de fantasías, que ve al mundo social como es y no como quisiéramos que fuera.
El concepto se popularizó en el curso del proceso de la unificación alemana, en que se lo utilizó para definir la política seguida por Otto von Bismarck (1815-1898) caracterizada por un severo sometimiento a los hechos, a las verdades de la realidad, a lo posible. Y, también, por la disposición permanente de usar la fuerza, cuando ésta era necesaria, para lograr los objetivos políticos.
Desde entonces se ha definido a la política como la ciencia o el arte de lo posible, es decir, de lo dado, de la realidad, de lo realizable.
Pero después el concepto, torciendo su originaria acepción, ha llegado en muchos casos a extremos de cinismo en su aplicación práctica. Sus seguidores han ido más allá del <pragmatismo, han desbordado los principios morales y han olvidado que la política debe regirse no solamente por normas éticas sino además por los parámetros de una <ideología cuyos principios están llamados a orientar y a dar sentido a los actos políticos.
El concepto de realpolitik se ha aplicado también, y quizás preferentemente, a las relaciones internacionales. La realpolitik postula el principio de que los Estados se conducen, en su política exterior, motivados por su interés nacional y no por consideraciones de “altruísmo”, “amistad”, “idealismo” o “solidaridad”, y que el poder juega un papel crucial en las relaciones internacionales.
Allí no hay espacio para el >romanticismo.
Los seguidores de la realpolitik sostienen que no hay amistades sino intereses en el mundo internacional. Los equilibrios y alianzas que se concluyeron en Europa en los últimos doscientos años lo prueban. Antes de que se inventara el término realpolitik ya los Estados habían actuado con un descarnado realismo en su política internacional. Después de la Revolución Francesa y por temor a que se expandieran sus principios, tres potencias —Rusia, Prusia y Austria— formaron la santa alianza bajo el liderato del zar Alejandro con el propósito de “preservar las convicciones católicas de sus pueblos” y de oponerse a todo intento revolucionario en Europa.
El congreso de Troppau, que reunió en 1820 a las potencias “santamente” coligadas, aprobó la intervención armada contra “los Estados que han soportado un cambio de gobierno por acción revolucionaria, cuyas consecuencias amenazan a otros Estados”, con lo cual se vulneró abiertamente el principio de la independencia e igualdad de los Estados. Pero el Tratado de Troppau tuvo repercusiones extracontinentales. Cuando, en aplicación de sus estipulaciones, los monarcas de la santa alianza ofrecieron su ayuda militar a España para reconquistar sus colonias en América, que acababan de proclamar su independencia, los Estados Unidos vieron que sus propios intereses estaban amenazados y el 2 de diciembre de 1823 el presidente James Monroe formuló ante el Congreso Federal su declaración —conocida más tarde como <doctrina Monroe— de que cualquier intento de las potencias europeas de extender su acción a esta parte del mundo sería considerada por su país como una amenaza contra su seguridad.
Durante el siglo XIX el Viejo Continente vivió bajo el equilibrio del poder, que se convirtió en el principio fundamental de su política exterior. Para mantenerlo se hacían y se deshacían alianzas. Pueblos que se odiaban se unían bajo la presión de sus intereses “reales”. La función primordial de la diplomacia era detectar tempranamente las intenciones agresivas de los demás Estados. La mejor defensa era atacar para anticiparse al ataque de otro. Rusia perturbó el equilibrio europeo con su invasión a Turquía en 1853. Inmediatamente Francia e Inglaterra acudieron en auxilio del Imperio Otomano. En 1870 se produjo la guerra franco-prusiana. En 1884 se formó la triple alianza entre Alemania, Austria e Italia. Para restablecer el equilibrio Francia se unió con Rusia desde 1891 hasta 1895. A esta alianza se incorporó más tarde Inglaterra, por temor al imperio germano.
La historia europea y, en general, la historia de las relaciones internacionales en el mundo ha sido siempre la historia de la realpolitik. El orden internacional, lamentablemente, no se guía por principios morales ni por altruísmo sino por los intereses concretos y cuantificables de Estados.