Es una depuración que suele hacerse en los gobiernos y en los partidos políticos de corte autoritario para mantener la “pureza ideológica” y la “disciplina”, mediante la separación violenta de elementos a quienes la dirigencia no considera “puros” u “ortodoxos”. La palabra probablemente viene de la medicina: purga o purgante es un medicamento que se toma para limpiar el estómago. El mismo procedimiento se aplica a los partidos para librarse de elementos considerados indeseables que habían penetrado en sus círculos interiores.
La purga puede significar, en su menor grado, una suerte de “muerte civil”, esto es, de inexistencia de una persona para los fines del Estado o del partido, pero puede llegar también, como ocurrió en las purgas estalinistas, hasta la pena de muerte.
Las víctimas de las purgas suelen ser generalmente personas que discrepan de las “verdades oficiales” de un gobierno o de un partido intransigente y autoritario, que no admite en sus filas el diálogo democrático ni la confrontación de ideas. A veces se trata simplemente de personas con matices de opinión distintos de los impuestos oficialmente. O pueden ser sujetos que, en la lucha por el poder, amagan los intereses o las ambiciones de dominio de quienes manejan el <aparato estatal o partidista. En todo caso, la obediencia a las autoridades y el dogma impuesto verticalmente no admiten el discernimiento de quienes están obligados a observarlo. No hay diferencia mayor entre el dogma religioso y el dogma político. Ambos son verdades acabadas, indiscutibles, de acatamiento obligatorio e inconsciente. Son formas de fundamentalismo. A quienes osan pensar con su propia cabeza les cae la guillotina del fanatismo.
Lenin escribió a principios de los años 20 que “hay que depurar al partido de estafadores, de individuos burocratizados, de deshonestos, de comunistas inconstantes y de mencheviques”. En realidad, la depuración partidista —la chistka partii— fue una práctica típicamente comunista que comenzó en 1919, en el curso del VIII Congreso del Partido Bolchevique, y que concluyó en 1953, después de la muerte de Stalin, con la ejecución de Lavrentij Beria, el sanguinario jefe de la policía secreta de la Unión Soviética que aspiraba a sucederlo. Las depuraciones partidistas eliminaron a elementos de mucho valor de las filas comunistas, como Trotsky, Zinoviev, Nicolaj I. Bucharin, A. I. Rykov, Tomskij, A. I. Syrcov, V. V. Lominadze y muchos otros. La primera de ellas, bajo la férula de Lenin, eliminó a una quinta parte de los miembros de aparato del partido bajo acusaciones que fueron desde “embriaguez” y “corrupción” hasta el “incumplimiento de las órdenes del partido”.
Fueron célebres por su cruedad los procesos de purga promovidos por Joseph Stalin (1879-1953) en la Unión Soviética contra todos aquellos que eran sospechosos de >trotskismo, zinovievismo, bujarinismo o cualquier otra clase de <desviacionismo.
Con su personalidad ruda, cruel e intransigente, Stalin exigió una absoluta sumisión a su voluntad y quienquiera que se opuso a sus designios o trató de sustentar sus puntos de vista fue irremisiblemente condenado a la aniquilación moral y física bajo la acusación de “enemigo del pueblo”.
Los años 30 fueron los de las depuraciones estalinianas masivas, dentro de las cuales se promovieron dramáticos procesos de purga contra los más altos dirigentes del partido en quienes Stalin veía una amenaza para su liderazgo. Por medio de “procesos judiciales” montados, unos públicos y otros secretos, se deshizo de todos ellos. Bajo acusaciones falsas o confesiones arrancadas por la fuerza, unos fueron ejecutados públicamente y otros destinados a campos de concentración o a hospitales psiquiátricos, en donde murieron. Casi toda la generación de los viejos <bolcheviques corrió esta suerte.
El despotismo estaliniano se agudizó después del XVII Congreso del PCUS, en que muchos líderes prominentes del partido fueron eliminados físicamente.
Según los escalofriantes datos de la policía secreta N.K.V.D., revelados por Nikita Khruschev en 1956, de 139 miembros del comité central del Partido Comunista soviético, 98 fueron arrestados y fusilados bajo la acusación de ser “enemigos del pueblo”, entre 1937 y 1939.
Igual cosa sucedió con la mayoría de los delegados al XVII Congreso del PCUS: 1.108 de 1.966 delegados, que fueron activos y honestos comunistas en las horas duras de la revolución, fueron apresados bajo la inculpación de “contrarrevolucionarios” y la mayoría de ellos eliminados, a pesar de que ese Congreso se conoció como el Congreso de la Victoria.
En los otros países de la órbita soviética se reprodujeron iguales depuraciones partidistas contra las personas que en un momento dado resultaban indeseables para el oficialismo, especialmente contra aquellas que pretendieron desvincular a sus partidos de la dominación de Moscú.
El secretario general del Partido Comunista polaco, Wladyslaw Gomulka, fue expulsado en 1949 del comité central y luego encarcelado; László Rajk fue ejecutado en Hungría ese mismo año acusado de titoísmo e igual suerte corrieron T. Kostov en Bulgaria y en Checoeslovaquia V. Clementis. En Albania K. Xoxe fue condenado a la pena de muerte bajo la acusación de traición y en Checoeslovaquia fueron ejecutados en 1952 el secretario del partido Rudolf Slansky y un grupo de sus seguidores por haber incurrido en “conspiración americana-sionista”. Incluso en Checoeslovaquia, al margen del <estalinismo, el vicepresidente Milovan Djilas fue echado del poder y encarcelado por el mariscal Tito a causa de una presunta desviación de derecha. El exgobernante húngaro Emri Nagy fue recluido por casi dos años y luego fusilado bajo la acusación de haber sido complaciente con los insurrectos en su país, haberles ofrecido amnistía, haber denunciado el Pacto de Varsovia, suprimido el sistema de partido único y negociado el retiro de las tropas soviéticas que invadieron Hungría en 1956 para reprimir el alzamiento estudiantil y popular contra el estalinismo imperante. El jefe del Partido Comunista de Estados Unidos Earl Browder —fundador del <“browderismo”—, fue acusado de “colaboracionista” y “oportunista” por Moscú y expulsado del partido en 1946 por haber sostenido durante la Segunda Guerra Mundial que los comunistas deben aproximarse a los gobiernos burgueses para alcanzar el común objetivo de vencer al <fascismo.
Pero las purgas son arbitrios comunes a todos los partidos autocráticos, independientemente de su signo doctrinal. En el <nazismo se dieron muchas y muy crueles. Hubo un episodio de purga especialmente duro. Poco tiempo después de que Hitler fuera nombrado jefe del gobierno —canciller— por el presidente Paul von Hindenburg, el 30 de enero de 1933, en consideración a los 230 diputados que el partido nazi había colocado en el Reichstag en virtud de las elecciones de 1932, el líder nazi reprimió a sangre y fuego una escisión interna de su partido. Fusiló a 77 dirigentes, incluidos Ernst Julius Röhm que era su ministro y amigo, el excanciller Kurt von Schleicher y su esposa y otros dirigentes de importancia. Y justificó su conducta bajo la acusación de <complot contra el nazismo. Así empezó la aciaga era del führer, que a la muerte de Hindenburg, ocurrida el 2 de agosto de 1934, asumió la totalidad del poder en el Tercer Reich.